Rubén Cortés
El PAN se encuentra en un vacío desde el que sólo puede ofrecer reflejos antipriistas que dicen muy poco sobre sí mismo. Se lo advirtió, antes de perder la elección por la presidencia del partido, el actual secretario particular del Presidente, Roberto Gil.
De hecho, la derrota de Gil, de 34 años, ante Gustavo Madero, encerró al PAN en un pensamiento gerontocrático que lo aparta, no sólo de la vanguardia electoral sino también de la decencia democrática que siempre caracterizó al blanquiazul.
Ayer, por ejemplo, Madero llamó corrupto a Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que en 2006 salvó la vida institucional del país, al ratificar el triunfo de Felipe Calderón en las cuestionadas elecciones presidenciales de ese año.
En un infecto, pútrido reflejo antipriista, el dirigente del partido en el poder perdió la cabeza porque el Tribunal exoneró al gobernador del Edomex, Enrique Peña, por la difusión nacional de spots en televisión de su Quinto Informe de Gobierno.
¡Por favor! Lo trastornó una decisión judicial sin trascendencia para nuestra vida republicana, pero que, sin embargo, lo hizo llamar corrupto a nuestro máximo tribunal electoral.
Además, tres días antes se quedó sin palabras para criticar la decisión del PRI de aplazar la discusión de la Reforma Laboral. Más bien sin palabras de político. Porque usó otras, de estudiante alborozado: “Se hace güey, el PRI se hace muy güey”.
Pero no es sólo Madero el panista que baja la cota a la discusión política doméstica. Al senador Santiago Creel lo único que se le ocurrió para criticar a Peña fue llamarlo “gobernadorcillo” y “encopetado”. Nada más: este aspirante a candidato presidencial no tiene otras palabras.
Pero el pensamiento gerontocrático no es todo el PAN. Hay otra generación que ofrece un contorno fresco y atractivo. Mientras Madero y Creel denostaban a magistrados y adversarios políticos, Carlos Orvañanos debatía en el ITAM sobre la reforma Política del DF.
De 32 años y delegado en Cuajimalpa, Orvañanos encarna el perfil panista idóneo para los malos tiempos electorales que vive el PAN: joven, de perspectiva plural, el único que ha vencido al PRD en su delegación… el candidato panista perfecto rumbo las elecciones capitalinas de 2012.
A diferencia de Creel o Madero, sus intervenciones muestran contenido. En el ITAM se refirió a la necesidad de modernizar el sistema en las delegaciones, porque sólo así tendrán autonomía, patrimonio propio, policía local, reelección de asambleístas y candidaturas ciudadanas.
Carlos Orvañanos podrá tener o no razón en su defensa de la Reforma Política local, pero al menos hace política, habla acerca de conceptos y no parece tener la prisa de los veteranos de su partido por regresar a la oposición.
Que es donde se sienten cómodos.
El PAN se encuentra en un vacío desde el que sólo puede ofrecer reflejos antipriistas que dicen muy poco sobre sí mismo. Se lo advirtió, antes de perder la elección por la presidencia del partido, el actual secretario particular del Presidente, Roberto Gil.
De hecho, la derrota de Gil, de 34 años, ante Gustavo Madero, encerró al PAN en un pensamiento gerontocrático que lo aparta, no sólo de la vanguardia electoral sino también de la decencia democrática que siempre caracterizó al blanquiazul.
Ayer, por ejemplo, Madero llamó corrupto a Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que en 2006 salvó la vida institucional del país, al ratificar el triunfo de Felipe Calderón en las cuestionadas elecciones presidenciales de ese año.
En un infecto, pútrido reflejo antipriista, el dirigente del partido en el poder perdió la cabeza porque el Tribunal exoneró al gobernador del Edomex, Enrique Peña, por la difusión nacional de spots en televisión de su Quinto Informe de Gobierno.
¡Por favor! Lo trastornó una decisión judicial sin trascendencia para nuestra vida republicana, pero que, sin embargo, lo hizo llamar corrupto a nuestro máximo tribunal electoral.
Además, tres días antes se quedó sin palabras para criticar la decisión del PRI de aplazar la discusión de la Reforma Laboral. Más bien sin palabras de político. Porque usó otras, de estudiante alborozado: “Se hace güey, el PRI se hace muy güey”.
Pero no es sólo Madero el panista que baja la cota a la discusión política doméstica. Al senador Santiago Creel lo único que se le ocurrió para criticar a Peña fue llamarlo “gobernadorcillo” y “encopetado”. Nada más: este aspirante a candidato presidencial no tiene otras palabras.
Pero el pensamiento gerontocrático no es todo el PAN. Hay otra generación que ofrece un contorno fresco y atractivo. Mientras Madero y Creel denostaban a magistrados y adversarios políticos, Carlos Orvañanos debatía en el ITAM sobre la reforma Política del DF.
De 32 años y delegado en Cuajimalpa, Orvañanos encarna el perfil panista idóneo para los malos tiempos electorales que vive el PAN: joven, de perspectiva plural, el único que ha vencido al PRD en su delegación… el candidato panista perfecto rumbo las elecciones capitalinas de 2012.
A diferencia de Creel o Madero, sus intervenciones muestran contenido. En el ITAM se refirió a la necesidad de modernizar el sistema en las delegaciones, porque sólo así tendrán autonomía, patrimonio propio, policía local, reelección de asambleístas y candidaturas ciudadanas.
Carlos Orvañanos podrá tener o no razón en su defensa de la Reforma Política local, pero al menos hace política, habla acerca de conceptos y no parece tener la prisa de los veteranos de su partido por regresar a la oposición.
Que es donde se sienten cómodos.
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