Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
Si el infortunio impidió que Juan Camilo Mouriño pudiera completar la obra que comenzó a construir Felipe Calderón en su Presidencia, nadie mejor que el único heredero político de su amigo, en torno al cual se creó un equipo que rompió paradigmas panistas y que ha crecido en medio de desprecios y sospechas, para terminar el trabajo. Ernesto Cordero, el secretario de Hacienda, comenzó su sprint para alcanzar la nominación del PAN a la Presidencia, en el entendido de que si no alcanza velocidad para otoño, el delfín de Los Pinos cambiará de nombre.
Cordero tiene el camino abierto por el Presidente. En las dos últimas semanas lo empoderó en una crítica definición sobre la sucesión presidencial para que camine solo y demuestre, a él sobretodo, que su primera elección tiene las alas y la fuerza para ganar la nominación en el PAN y ser un candidato competitivo en las elecciones del próximo año. El delfín está feliz, pero también nervioso. Desde el jueves pasado, cuando dijo sí aspirar a la Presidencia, el camino no tiene regreso.
Pero Cordero va arropado. En la víspera comenzó a circular por Internet una carta de apoyo de más de un centenar de panistas que son la primera radiografía del aparato que se está alineando detrás de él, resultado la señal presidencial, de sus orígenes políticos, de su operación electoral en los comicios estatales de los dos últimos años, y de la consolidación del grupo que perdió con la muerte de Mouriño en noviembre de 2008 a un líder, y el candidato natural a suceder a Calderón.
La identidad de los signatarios habla de la fuerza con la que arrancó Cordero su precampaña presidencial. Figuran dos gobernadores que tienen deudas políticas con el secretario de Hacienda: Marcos Covarrubias, gobernador de Baja California Sur, quien era aspirante por el PRD al cargo, a quien Cordero convenció de jugar por el PAN, con apoyos económicos y operadores electorales de Sonora, donde habían ayudado antes a Guillermo Padrés, a vencer al PRI. Otros dos gobernadores firmaron por identificación: José Guadalupe Osuna, de Baja California, donde Cordero comenzó su carrera política; el otro, Rafael Moreno Valle, de Puebla, miembro de la nueva generación de panistas que precandidato representa.
Por la forma como inició la precampaña, apresurada e improvisada por la filtración a los medios de la carta de apoyo que modificó los planes de haberla lanzado a través de una ráfaga de cientos de correos electrónicos, el destape de Cordero generó reacciones y anticuerpos. Colaboradores del secretario de Hacienda hablaron con Javier Lozano, el secretario de Trabajo que también aspira a la nominación, para que se contuviera. No sucedió lo mismo con el equipo del secretario de Educación, Alonso Lujambio, donde se generaron fricciones y reclamos airados de algunos de sus asesores.
La tensión escaló al grado que el mismo jueves del destape por la noche, el presidente Calderón declaró que no debería haber divisiones dentro del PAN. La división, para ver el grado al que puede llegar si no se trabaja para cerrarla, empieza en la propia familia presidencial. El cuñado del Presidente, Juan Ignacio Zavala, es el estratega de Lujambio en su precampaña presidencial, y su prima, Mariana Gómez del Campo, líder del PAN en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, está abiertamente con el secretario de Educación.
Margarita Zavala, que antes de primera dama es una gran operadora política, nunca tuvo grandes querencias por Mouriño, pero permitió que su secretaria particular, Guadalupe Suárez, firmara la carta de apoyo a Cordero. Dentro de Los Pinos, la inclinación es por Cordero, tanto por aquellos que formaban parte del equipo de Mouriño, como Alejandra Sota, directora de Comunicación Social, Rafael Giménez, un estratega experto en opinión pública, y Alejandro Poiré, vocero para asuntos de seguridad nacional, como por un aliado de reciente cuño, Roberto Gil, secretario particular del Presidente.
Gil, quien al buscar la presidencia del PAN a fines del año pasado se enfrentó con varios corderistas declarados, como César Nava, ex líder nacional del partido, y Max Cortázar, ex director de Comunicación Social en Los Pinos, inició el acercamiento con el delfín como nuevo jefe político emergente del grupo que lideró Patricia Flores, ex jefa de Oficina de la Presidencia -que se desvanecido y vive actualmente en Dallas-, y que tiene en Jorge Manzanera a su principal operador. Ninguno de ellos firmó la carta, salvo otra figura prominente de esa fracción, el alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal, pero ya tienen contacto con Cordero.
La lógica del destape parece ir de la mano con la forma como los miembros del gabinete se canibalizaban y permitían que dos figuras ajenas a los intereses de Los Pinos, la diputada Josefina Vázquez Mota, y el senador Santiago Creel, crecieran y trabajaran para sus intereses mientras que el bloque presidencial prorrateaba apoyos y se mantenía en niveles bajos de preferencia electoral.
Esta racional no explica el porqué fue Cordero la avanzada presidencial, y no Lujambio o Lozano. El cuarto secretario con aspiraciones, Heriberto Félix, de Desarrollo Social, se cuidó tanto de no exponerse ante la opinión pública, que desapareció por completo de las preferencias del electorado, de acuerdo con encuestas del PAN. La racional del destape de Cordero obedece a que es la persona a la que más desea el presidente Calderón como su sucesor.
El secretario de Estado más multifuncional que tiene el Presidente había contenido sus deseos más íntimos sobre su futuro en espera que su jefe y amigo le permitiera empezar a correr. La autorización fue hace casi dos semanas –en la reunión con delegados federales- y llegó su tiempo para demostrar que sí puede, además de ser funcionario eficiente y capaz, capaz de arengar y motivar a electores.
Cordero está a prueba, sometido por el Presidente para que demuestre si el espíritu de Juan Camilo Mouriño puede reencarnar en él. Si no crece, que a nadie le quepa duda, Calderón lo hará a un lado y buscará a quien mejor vea con posibilidades de retener en 2012 el poder en el PAN.
Si el infortunio impidió que Juan Camilo Mouriño pudiera completar la obra que comenzó a construir Felipe Calderón en su Presidencia, nadie mejor que el único heredero político de su amigo, en torno al cual se creó un equipo que rompió paradigmas panistas y que ha crecido en medio de desprecios y sospechas, para terminar el trabajo. Ernesto Cordero, el secretario de Hacienda, comenzó su sprint para alcanzar la nominación del PAN a la Presidencia, en el entendido de que si no alcanza velocidad para otoño, el delfín de Los Pinos cambiará de nombre.
Cordero tiene el camino abierto por el Presidente. En las dos últimas semanas lo empoderó en una crítica definición sobre la sucesión presidencial para que camine solo y demuestre, a él sobretodo, que su primera elección tiene las alas y la fuerza para ganar la nominación en el PAN y ser un candidato competitivo en las elecciones del próximo año. El delfín está feliz, pero también nervioso. Desde el jueves pasado, cuando dijo sí aspirar a la Presidencia, el camino no tiene regreso.
Pero Cordero va arropado. En la víspera comenzó a circular por Internet una carta de apoyo de más de un centenar de panistas que son la primera radiografía del aparato que se está alineando detrás de él, resultado la señal presidencial, de sus orígenes políticos, de su operación electoral en los comicios estatales de los dos últimos años, y de la consolidación del grupo que perdió con la muerte de Mouriño en noviembre de 2008 a un líder, y el candidato natural a suceder a Calderón.
La identidad de los signatarios habla de la fuerza con la que arrancó Cordero su precampaña presidencial. Figuran dos gobernadores que tienen deudas políticas con el secretario de Hacienda: Marcos Covarrubias, gobernador de Baja California Sur, quien era aspirante por el PRD al cargo, a quien Cordero convenció de jugar por el PAN, con apoyos económicos y operadores electorales de Sonora, donde habían ayudado antes a Guillermo Padrés, a vencer al PRI. Otros dos gobernadores firmaron por identificación: José Guadalupe Osuna, de Baja California, donde Cordero comenzó su carrera política; el otro, Rafael Moreno Valle, de Puebla, miembro de la nueva generación de panistas que precandidato representa.
Por la forma como inició la precampaña, apresurada e improvisada por la filtración a los medios de la carta de apoyo que modificó los planes de haberla lanzado a través de una ráfaga de cientos de correos electrónicos, el destape de Cordero generó reacciones y anticuerpos. Colaboradores del secretario de Hacienda hablaron con Javier Lozano, el secretario de Trabajo que también aspira a la nominación, para que se contuviera. No sucedió lo mismo con el equipo del secretario de Educación, Alonso Lujambio, donde se generaron fricciones y reclamos airados de algunos de sus asesores.
La tensión escaló al grado que el mismo jueves del destape por la noche, el presidente Calderón declaró que no debería haber divisiones dentro del PAN. La división, para ver el grado al que puede llegar si no se trabaja para cerrarla, empieza en la propia familia presidencial. El cuñado del Presidente, Juan Ignacio Zavala, es el estratega de Lujambio en su precampaña presidencial, y su prima, Mariana Gómez del Campo, líder del PAN en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, está abiertamente con el secretario de Educación.
Margarita Zavala, que antes de primera dama es una gran operadora política, nunca tuvo grandes querencias por Mouriño, pero permitió que su secretaria particular, Guadalupe Suárez, firmara la carta de apoyo a Cordero. Dentro de Los Pinos, la inclinación es por Cordero, tanto por aquellos que formaban parte del equipo de Mouriño, como Alejandra Sota, directora de Comunicación Social, Rafael Giménez, un estratega experto en opinión pública, y Alejandro Poiré, vocero para asuntos de seguridad nacional, como por un aliado de reciente cuño, Roberto Gil, secretario particular del Presidente.
Gil, quien al buscar la presidencia del PAN a fines del año pasado se enfrentó con varios corderistas declarados, como César Nava, ex líder nacional del partido, y Max Cortázar, ex director de Comunicación Social en Los Pinos, inició el acercamiento con el delfín como nuevo jefe político emergente del grupo que lideró Patricia Flores, ex jefa de Oficina de la Presidencia -que se desvanecido y vive actualmente en Dallas-, y que tiene en Jorge Manzanera a su principal operador. Ninguno de ellos firmó la carta, salvo otra figura prominente de esa fracción, el alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal, pero ya tienen contacto con Cordero.
La lógica del destape parece ir de la mano con la forma como los miembros del gabinete se canibalizaban y permitían que dos figuras ajenas a los intereses de Los Pinos, la diputada Josefina Vázquez Mota, y el senador Santiago Creel, crecieran y trabajaran para sus intereses mientras que el bloque presidencial prorrateaba apoyos y se mantenía en niveles bajos de preferencia electoral.
Esta racional no explica el porqué fue Cordero la avanzada presidencial, y no Lujambio o Lozano. El cuarto secretario con aspiraciones, Heriberto Félix, de Desarrollo Social, se cuidó tanto de no exponerse ante la opinión pública, que desapareció por completo de las preferencias del electorado, de acuerdo con encuestas del PAN. La racional del destape de Cordero obedece a que es la persona a la que más desea el presidente Calderón como su sucesor.
El secretario de Estado más multifuncional que tiene el Presidente había contenido sus deseos más íntimos sobre su futuro en espera que su jefe y amigo le permitiera empezar a correr. La autorización fue hace casi dos semanas –en la reunión con delegados federales- y llegó su tiempo para demostrar que sí puede, además de ser funcionario eficiente y capaz, capaz de arengar y motivar a electores.
Cordero está a prueba, sometido por el Presidente para que demuestre si el espíritu de Juan Camilo Mouriño puede reencarnar en él. Si no crece, que a nadie le quepa duda, Calderón lo hará a un lado y buscará a quien mejor vea con posibilidades de retener en 2012 el poder en el PAN.
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