El Ciudadano Kane ha muerto

Martha Anaya / Crónica de Política

Hay nombres y palabras que atrapan. Que tienen aroma y vida propia. Que nos regocijan o nos alertan. Resonancias que nos llegan de alguna lectura o del recuerdo de lo vivido en algún momento.

Más distraída que atenta, seguía la serie de conferencias que se transmitían desde el viejo Senado sobre “Los códigos éticos del periodismo en tiempos de censura, amenaza y violencia”.

De repente escuché mencionar el título de una película que he visto no menos de tres veces: Ciudadano Kane.

Es, recordarán, la película de Orson Welles sobre la vida del magnate estadounidense William Randolph Herst (1863-1951), quien fuera dueño del periódico Examiner e impulsor del amarillismo en los periódicos. Un hombre que hizo sentir el poder de la prensa en la política estadounidense al grado de precipitar la declaración de guerra de su país a España.

Quien traía a colación la cinta al patio de Xicótencatl era Ramón Alberto Garza, director de la revista digital Reporte Índigo. Decía que el modelo de Ciudadano Kane , el del magnate de medios todopoderoso, “ya se terminó, está sepultado”.

Figuras como las de Randolph Herst o Tedd Turner (fundador de la cadena de televisión CNN) — para mencionar una figura del presente–, o cualquiera de los barones de la comunicación, hoy en día “ya no pueden imponer sus códigos”, sostenía Ramón Alberto.

La razón, explicaba, es que ha aparecido “el ciudadano digital” y ha puesto a temblar el mundo: Ahora, la ética de los viejos medios de comunicación está en decir: ‘lo dijo WikiLeaks, está en Youtube, apareció en Twitter o en Facebook…’

Ahora todos somos periodistas, asentaba. No hay gobierno, no hay director de periódico, radio o televisión, no hay policía ni nadie que pare la información.

El control de la información ya no está en manos de los magnates. El modelo de Ciudadano Kane ha muerto.

En cuanto a los códigos de ética, Ramón Alberto alegó que en ninguna parte del mundo la verdad y la ética están sujetas a un “papelito”. La ética no es negociable.

Contó cómo el mismo día que las principales televisores firmaron su Código de ética para enfrentar la violencia que vivimos, en la ciudad de Monterrey era levantado en la calle, esa noche, uno de sus periodistas y su cuerpo aparecía al día siguiente, y luego, a los pocos minutos desapareció el mismo cuerpo y apareció en otro lado.

Los criminales, indicaba el director de Índigo, los estaban retando: ¿A ver, dejen de cubrir esto?”

Nos dicen que el interés nacional está por encima del interés particular. Me niego a aceptarlo, subrayó. Cuando el nacionalismo empieza a invocarse, el fascismo empieza a aparecer.

“Con el perdón del señor Presidente, no es callando como vamos a solucionar los problemas. Así no se maneja la libertad de expresión. La libertad de expresión es un derecho y nosotros somos los usufructuarios de ese derecho.”

Y lo somos todos. A falta de información y credibilidad en los medios tradicionales –concluyó Ramón Alberto Garza–, la gente acude cada vez más a los medios alternativos en la red. Por ello el verdadero apartheid mundial no está en ser gente de color o no, sino en el acceso, o no, a internet.

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