“El Chapo” y Osama, almas gemelas

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

El servicio privado de inteligencia Stratfor -integrado por expertos que trabajaron en el gobierno estadounidense- emitió una voz cautelosa sobre la muerte de Osama Bin Laden. “Aunque seguramente es una victoria emocional para Estados Unidos y que podría tener consecuencias en las relaciones con Afganistán y Pakistán -apuntó-, la eliminación de Bin Laden tendrá muy poco efecto sobre Al Qaeda como un todo y sobre el más amplio movimiento jihadista”.

Stratfor dimensiona el papel de Bin Laden como jefe terrorista, debido a que el ser la persona más buscada en el mundo, todas sus comunicaciones con otros dirigentes de Al Qaeda tuvieron serias disrupciones al estar en riesgo de ser interceptadas, que lo obligó a extremar cuidados por razones de seguridad, y a ceder su papel activo en el comando y control de las operaciones a fin de permanecer vivo y prófugo.

Bin Laden se convirtió en la marca global del terrorismo, cuya prominencia, paradójicamente, lo afectó irreversiblemente. Después de los bombardeos a las cuevas de Tora Bora en octubre de 2001, donde se escondió tras la invasión estadounidense a Afganistán, Bin Laden “fue relegado a un rol fundamentalmente simbólico e ideológico en Al Qaeda”, precisa Stratfor. Gradualmente dejó de transmitir mensajes videograbados y los cambió por mensajes anuales audiograbados, aunque extrañó la ausencia de uno en el último aniversario de los ataques del 11 de Septiembre de 2001.

Osama Bin Laden es una evocación a gritos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, que desde que se escapó de una prisión de máxima seguridad en 2001, se ha convertido en la marca del narcotráfico en México. Guzmán ha capturado el imaginario mexicano como el gran capo de los capos -que nunca lo fue-, y su imán mediático trascendió fronteras al punto que la revista Forbes lo ha colocado dos años consecutivos dentro de su lista global de multimillonarios.

Bin Laden era para el terrorismo lo que Guzmán es para el narcotráfico. Los dos jalaron los reflectores populares durante sus años de prófugos de la justicia. A Bin Laden lo persiguieron en Afganistán y Pakistán, pero afirmaban que se encontraba en Libia, Yemen del Sur y su natal Arabia Saudita. Guzmán ha sido dotado con una ubicuidad excepcional que lo tiene al mismo tiempo en las montañas de Chiapas, las playas de Acapulco o en Nuevo Laredo, Colima, Mazatlán, Durango, o incluso, con el control del negocio desde Londres.

Los destinos de ambos, con diferente origen, motivación y enemigo, son similares por cuanto a lo que representan. Bin Laden fue una estrella que se eclipsó como actor central en la Guerra Santa, mientras las franquicias de Al Qaeda en la Península Arábiga y el Magreb islámico, dice Stratfor, se convertían en la nueva amenaza real. Guzmán mantiene los reflectores sobre él, aunque durante los primeros años de su fuga, de acuerdo con fuentes federales, vivió a salto de mata con el dinero que le suministraban sus compadres Ismael “El Mayo” Zambada e Ignacio “Nacho” Coronel.

Guzmán tiene capacidad operativa en el narcotráfico, probablemente superior a la que tenía Bin Laden en Al Qaeda, por razones objetivas como que a diferencia del rebelde saudí, el gobierno mexicano no ha tenido la determinación infatigable de perseguirlo como dos sucesivos gobiernos en Washington, de George W. Bush y Barack Obama, tuvieron para ir contra su enemigo público número uno.

La Administración Obama llevaba dos años a la caza cercana de Bin Laden, y la CIA dedicó a un grupo de analistas a rastrear la región donde se encontraban sus cercanos, a analizar ciudad por ciudad, cuadra por cuadra y hasta casa por casa, hasta identificar un complejo fortificado en Abbottabad, en el noroeste de Pakistán, como probable escondite del fundador de Al Qaeda.

El gobierno mexicano tiene perfectamente localizada la región en la cual vive Guzmán desde noviembre pasado, producto de un interrogatorio de la Policía Federal a Manuel Fernández Valencia, muy cercano a él, quien les dijo que en 2010 lo visitó varias veces en distintos puntos de la sierra de Durango, a donde siempre llegó en avionetas que despegaron de Sinaloa y aterrizaron en las pistas de tierra que abundan en la cordillera de la Sierra Madre Occidental.

La información de Fernández Valencia refleja una persona aislada en cabañas. “El Chapo” Guzmán controla parte del negocio criminal del Cártel del Pacífico y contribuye con en la batalla por el corredor de la cocaína, de Gómez Palacio/Torreón hasta Ciudad Juárez, pero no es el gran capo que habita en el imaginario colectivo, y que desvía la atención sobre Zambada y deja en el olvido popular a José Esparragosa, apodado “El Azul”, que ha permanecido en la cima del poder del narco en México por casi una generación, y quien juega como consiglieri de capos.

Obama necesitaba a Bin Laden para darle fuerza moral a su cruzada contra el terrorismo y recuperar capital político ante los estadounidenses. El presidente Felipe Calderón necesita darle fuerza moral a su cruzada contra el narcotráfico y recuperar capital político ante los mexicanos. Obama lo consiguió con la eliminación de Bin Laden. Calderón, que tiene la posibilidad en recursos y tecnológica para hacer lo mismo con Guzmán, no lo ha hecho. Esta omisión abona en el descrédito para la búsqueda de un consenso para lucha colectiva contra las bandas criminales que tanto exige de la sociedad el Presidente. Que haga su parte, con voluntad política y hechos. Obama le ha dado un buen ejemplo.

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