Economía nacional vs globalización

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

La situación general -podríamos decir globalizada, para honrar el término impuesto por quienes verdaderamente ejercen el poder, el real, no el estudiado en la academia- vivida por el mundo, obligaría a los sensatos a la búsqueda de respuestas en las heterodoxias, pues se requiere, con urgencia, encontrar equilibrios que permitan sobrevivir al saqueo sistematizado de los patrimonios nacionales y personales.

Quizá las más necesitadas serían las heterodoxias económicas y culturales. Las segundas, para armarse anímica y socialmente contra el empeño de vaciar a los Estados de lo que los convierte, transforma en naciones: identidad nacional. Las primeras, para conservar la riqueza suficiente que permita a la patria y a sus habitantes resistir, en tanto las corrientes económicas a la moda no son sustituidas por un regreso a lo que valoró la dignidad, por haber sido una economía a escala humana, preocupada por el día a día, por el desarrollo armónico de la sociedad.

El nuevo embate de los globalizadores es claro. Ángel Gurría, a través del organismo que él preside, la OCDE, advierte que en muchos sectores mexicanos hay una débil competencia, lo cual daña la eficiencia, productividad y bienestar del consumidor, lo que se traduce en que las familias mexicanas gasten cerca de una tercera parte de su presupuesto en bienes producidos en mercados monopólicos u oligopólicos.

En Estudio económico de México 2011, se indica que el hogar promedio en México gasta 30% de su ingreso en mercados monopolistas u oligopolistas, explica Nicola Brandt, economista senior de la OCDE para México; añadió que existen monopolios del Estado en la distribución de electricidad y producción de petróleo. Planteó que una mayor competencia llevaría a las empresas dominantes a bajar sus precios, ser más eficientes e innovar, lo cual eleva el crecimiento de la productividad agregada y el bienestar del consumidor.

Luego, la jugada de diseño: “Las tarifas de interconexión son altas para la telefonía celular, y en la mitad de las 400 áreas de servicio local en México, sólo Telmex cuenta con la infraestructura para realizar llamadas de líneas fijas a clientes y cobra tarifas excepcionalmente altas por el servicio”.

La experiencia de la sociedad mexicana con la economía es clara: lo que sube, nunca baja. Saben, los consumidores, que los precios pueden mantenerse, pero nunca bajar; están conscientes de que las decisiones que en materia de monopolios se ejecuten, sólo serán de índole político, porque si de verdad fueran para modificar el híbrido modelo económico que hoy padece este país, ya hubiesen negociado en el Congreso para privatizar Pemex y la CFE en su totalidad, y no a pedazos como lo han hecho, sin favorecer en nada a la economía doméstica.

Si lo que el gobierno necesita es abrir el sector de las telecomunicaciones, debe hacerlo en su totalidad y asumir las consecuencias, porque a esa apertura debe corresponder la del duopolio televisivo, para efectivamente equilibrar las fuerzas del mercado en las tarifas publicitarias, liberarlo y dejar que la oferta y la demanda, como lo establece el canon globalizador, establezcan los precios, y en este rejuego no intervengan las regulaciones impuestas por el gobierno, ni los favoritismos políticos con claro proceder electoral.

En algún momento contraté el servicio de Avantel, para, me dije, equilibrar con la nueva oferta. Esa compañía me sirvió un año, después dejó morir mi contrato. Regresé a Telmex.

Telcel no es la única compañía de telefonía celular. Movistar, Iusacell, Nextel siempre han permanecido a la zaga en materia de clientela, porque no han tenido ni la capacidad ni la inteligencia suficiente para negociar con Telcel.

Es oportuno preguntarse por las razones de la larga vida sindical de Francisco Hernández Juárez, y también resultaría oportuno buscarlo para que explique por qué o cómo ha logrado obtener y preservar los <> laborales de sus agremiados, sobre todo ahora que el mundo laboral quedó varado sin reforma, en la ilegalidad del outsourcing.

Si Felipe Calderón está realmente convencido de los beneficios de la política económica de la globalización, pues que se siente a negociar con el Congreso y obtenga, de una buena vez, la desincorporación de Pemex y CFE, y además por ley, porque así conviene a México y a la sociedad, abra el monopolio de Telmex y el duopolio de la televisión, para que quede claro, ante la historia en la que él busca su nicho, y para la sociedad, que no lo mueven los intereses políticos.

Pero eso no ocurrirá, porque el diseño económico ha de corresponder con las aspiraciones de la sucesión presidencial; de no establecerse esa correlación, Telmex, Pemex y CFE continuarán siendo mordidas en los calcetines.

Sólo una pregunta a los inteligentes diseñadores de la estrategia contra Telmex: ¿cuánto cuesta una interconexión a precio alzado, y cuánto mantener a la sociedad estupidizada por una producción televisiva mediocre? El entretenimiento no tiene porque mediatizar al televidente, pues la diversión también contribuye a enriquecer la cultura y a cultivar la inteligencia.

Pero la lección, como siempre, llega de fuera. Lo que sucede en España -a pesar del triunfo del Partido Popular- y puede encender a Europa, es digno de reflexión. Manuel Rivas escribió el sábado, en la última página de El País, un texto que parece dirigido a los mexicanos y su presidente: “La marea de mierda que nos invade tiene su descarado origen en una gran estafa internacional, acatada por los gobernantes. Esa estafa ha puesto contra las cuerdas el mercado honesto y las políticas decentes. España, como otros países, es la víctima y no la causa. Hay responsabilidades de Gobierno, pero tal vez no las que le atribuyen. Facilitar el despido, en una medida que los conservadores consideran pacata, ha sido un desastre. Ha arrinconado más a las familias y al consumo de bienes necesarios. Pero, ¿qué alternativa se ha ofrecido? Rajoy, no sus lugartenientes, hizo una campaña inteligente hasta que sucumbió en el infame fotoshop del coso taurino donde se prestó como padrino a la transmigración de almas. Acabó luciéndose: Nos gustan los chiringuitos. ¡La democracia chiringuito! Entre la incompetencia y la desvergüenza, ¿cómo no desviar la mirada hacia Sol? Levantar la mano contra Sol es suspender las conciencias. ¿Quién teme a la libertad?” Acuérdense de la célebre propuesta de Fox: <>. ¿Cuántos lo lograron?

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