De Juárez a Tíbet

Antonio Gershenson

No deja de haber quienes desean regresar, en México, a los tiempos de antes de Juárez y de las Leyes de Reforma, así como también a antes de la reforma agraria. Todavía se encarcela a mujeres, acusadas de homicidio, por haber tenido un aborto, y otras medidas así. Hay otra experiencia, casi del otro lado del mundo, que tiene similitudes.

Se trata de Tíbet, que todavía hace pocas décadas tenía siervos, a los que también se les llama esclavos. La palabra serf en inglés, según un diccionario bilingüe, significa: Serf. Siervo, criado o esclavo ocupado en la labranza, y anejo al suelo, al terruño, con el cual se transmite. (fig.) Esclavo.

A menudo se ha hablado de Tíbet como país que busca su independencia, aunque nunca ha sido un Estado ni ha tenido, por ejemplo, relaciones diplomáticas con ningún país del mundo. Y se quiso justificar, con eso de la independencia, un régimen de servidumbre.

Se ha mencionado que desde principios del siglo XVII Tíbet ha sido parte de China, con diferentes grados de autonomía. Es cierto, pero incluso desde antes ha tenido siglos de ser parte de Mongolia. No me refiero sólo a los tres imperios mongoles que dominaron la mayor parte de Asia y parte de Europa, sobre todo en los siglos XIII y XIV. Después, durante mucho tiempo, Tíbet dependió de, o fue parte de, Mongolia.

En Tíbet la religión budista, y su clero, han jugado un papel muy importante. Tanto con China como con Mongolia, estos países lo dominaban políticamente pero el budismo llegó a tener, en algunos periodos, peso incluso en sus gobiernos. Un ejemplo fue con Jubilai Jan, el segundo Gran Jan mongol que dominó casi todo el mundo de entonces, pero que gobernaba desde China. Volvió a ocurrir con janes (jefes) de Mongolia.

Un caso importante fue el del Jan mongol Altan, en el siglo XVI. Dominaba Tíbet. Al mismo tiempo, el budismo fue prácticamente religión oficial durante su largo gobierno. Encabezaba la religión budista el Dalai Lama. Cuando murió, su rencarnación (su sucesor) fue un nieto de Altan, que fue el siguiente Dalai Lama, lo cual da una idea del grado de dominio de este Jan mongol.

Otros janes mongoles lo sucedieron, hasta el siglo XVII. Se fueron debilitado los mongoles, y China, gobernada por la dinastía Qing (se pronuncia Ching), o Manchú, dominó todo el escenario, incluido Tíbet.

En una parte del siglo XIX y principios del XX, Inglaterra quiso aprovechar a su entonces colonia, India, en la frontera sur de Tíbet, como medio para ir controlándolo y usándolo para comerciar con China. El budismo se había originado en India. Pero ninguno de los gobernantes del siglo XX en China aceptó ninguna injerencia inglesa.

China tuvo guerras civiles y la invasión japonesa. Pero en 1949 y 1950, el Ejercito Popular de Liberación, dirigido por el Partido Comunista, prácticamente ganó, y el otro bando, encabezado por Chiang Kai Shek y el Kuomintang, se refugió en la isla de Taiwán, con la protección de la flota militar estadunidense.

Tibet, en 1950, tenía como Dalai Lama a Tenzin Gyatzo. Éste estaba con Chiang Kai Shek y el Kuomingtang, o sea, que luego no estaría queriendo romper con China como tal. China ocupó en octubre de 1950, como parte de la guerra civil, el oriente de Tíbet. Este Dalai Lama hizo un llamado al respecto a las Naciones Unidas, pero éstas no lo aceptaron, a pesar del apoyo de Inglaterra e India. Se llegó a un acuerdo en Beijing (Pekín) en 1951, en el que se reconoció a Tíbet como parte de China, y su presencia militar en él, pero con la religión budista y autonomía de Tíbet encabezadas por el mencionado Gyatzo. No deja de haber similitud con otras épocas, desde el imperio de Jubilai Jan.

Una parte muy importante de la población eran los siervos o esclavos, y estaban en su mayoría al servicio de los monasterios que poseían grandes extensiones de tierra. El Dalai Lama tenía 6 mil siervos o esclavos a su disposición personal.

En el marco de la guerra fría y con apoyo externo, junto al río Yangtze, fuera de Tíbet pero con pobladores del mismo, hubo hasta choques armados con el ejército chino en 1956. Las cosas llegaron a la capital, Lhasa, en 1959. La respuesta china fue muy amplia y el mencionado Dalai Lama y su equipo huyeron.

El 28 de marzo de 1959, el gobierno central de China anunció que se disolvía el gobierno local teocrático y se abría un proceso para formar la Región Autónoma de Tíbet. Una autonomía laica. Además, en el mismo anuncio se proclamaron la abolición de la servidumbre o esclavitud, la nacionalización de la tierra de los monasterios y la reforma agraria con el reparto de esta tierra expropiada. Las nuevas parcelas se reparten entre los que habían sido siervos, además de la dotación a los mismos de ganado y, en su caso, de equipo de trabajo.

Aquí debemos recordar algo de nuestro país, ahora que salen al plano público quienes quieren regresar a antes de las Leyes de Reforma. Una de estas leyes, promulgada en 1859, casi exactamente un siglo antes de la expropiación mencionada de la tierra, es la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos. Fue emitida por el gobierno de Benito Juárez, diciendo que entran al dominio de la nación todos los bienes que el clero secular y regular ha estado administrando, sea cual fuere la clase de predios, derechos y acciones en que consistan.

Todavía nos quedaban las haciendas porfirianas. Lo más parecido a la servidumbre de la que hemos hablado, en estas grandes posesiones, eran los llamados peones acasillados, atados a las haciendas y a su tierra. Con la Revolución Mexicana y el proceso que ésta abrió, aunque la reforma agraria fue muy desigual de una a otra regiones y de una a otra épocas, ya no tuvimos ni tenemos grandes haciendas ni peones acasillados.

Los que quieren regresar a antes de estos hechos nuestros, ya no pueden ni siquiera aspirar a ese pasado porfiriano, sino a medidas del estilo de las que mencionamos al principio, como la del aborto, y otras igualmente arcaicas, amparadas en pretextos religiosos. Hay, sin embargo, religiosas que reivindican el derecho de las mujeres a su propio cuerpo. Estos reaccionarios están en plena decadencia. Gente de la derecha todavía gobernando, pero que se ve limitada al ser regidos por un Estado laico desde su Constitución.

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