CIA y Pentágono ¿en territorio Telcel?

Ah Muán Iruegas

El presidente Barak Obama designó al Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Leon Panetta, como nuevo Secretario de la Defensa de los Estados Unidos el pasado 28 de abril, y al General David Petraeus, como nuevo Director de la CIA. Fue una maniobra muy hábil de Obama e indica una reorientación simultánea del espionaje y las fuerzas armadas estadounidenses. ¿Cuál es la lógica de estos cambios y cómo nos afecta?

Los cambios obedecen a una mezcla de razones políticas, económicas y militares. La designación le sirve políticamente a Obama, pues le quita a sus adversarios del Partido Republicano una carta fuerte -Petraeus- como candidato a la presidencia o vicepresidencia en las próximas elecciones de 2012. Es decir, con el nombramiento, el presidente se deshace de un posible adversario mediante el artilugio de ponerlo a su servicio. Pero no hay que olvidar que el Director de la CIA es extremadamente poderoso, tanto que no es difícil que en 2016 Petraeus compita por la presidencia de los Estados Unidos.

En el plano económico, los cambios anuncian recortes presupuestales. El déficit en EUA puede reducirse si se disminuyen gastos exorbitantes como los de defensa en EUA, del orden de 400 mil mdd. Leon Panetta tiene experiencia en asuntos de presupuesto en la Casa Blanca, que puede usar para hacer en su nueva cartera recortes útiles para la golpeada economía de EUA. Estos se facilitan pues en la última década también han realizado recortes importantes en materia de defensa sus antiguos enemigos Rusia y China (así como Gran Bretaña, Alemania y Francia). Por su parte, el nuevo Secretario de la Defensa lleva a las fuerzas armadas estadounidenses la más fresca información con que operó en la CIA y probablemente también algunos de sus procedimientos, que son más baratos que las grandes movilizaciones militares.

En el plano militar y de inteligencia, los cambios tienen importancia si no estratégica, sí al menos táctica. Para derrotar al terrorismo, uno de los principales objetivos estratégicos, su táctica de invadir países no les funcionó y sí tuvo un costo altísimo, que en parte los metió en los problemas económicos en que ahora están. Hoy ya no quieren o no pueden financiar tantas guerras como antes, como deja ver su cautelosa postura en la invasión de la OTAN a Libia, por lo que requieren cambiar de táctica.

Recientemente la prensa de EUA ha reportado que ese país está realizando cada vez más operativos secretos en Medio Oriente y Asia Central, en los que se borran las diferencias entre la actividad militar y el espionaje, con la CIA transformándose por directivas de Panetta en un grupo casi paramilitar, que realiza ataques en Paquistán con aviones no tripulados –como los que se usaron en nuestros desiertos para espiar narcotraficantes- al mismo tiempo que operativos encubiertos en Afganistán. Por su parte, las fuerzas armadas de EUA ya han realizado misiones de inteligencia en Arabia Saudita, Jordania e Irán.

Petraeus, quien además de ser general tiene un doctorado en relaciones internacionales, ha favorecido la presencia de EUA en Irak y en Afganistán (su último puesto antes de dirigir la CIA). En esto se opone a lo que piensa parte de la base de apoyo de Obama, quien prometió reducir la presencia de sus tropas en ese país en julio de este año, por lo que si el presidente pretende cumplir sus promesas, el movimiento de Petraeus le sirve también para realizar tal reducción sin confrontarse abiertamente con él.

Uno de los resultados probables de la militarización del espionaje y del aumento de operaciones secretas de las fuerzas armadas de EUA, será un aumento de las acciones encubiertas de ese país. ¿Afecta esto a México?

Es posible que las operaciones encubiertas de Estados Unidos en México aumenten, pues ellos no se quedarán paralizados viendo cómo en un país vecino, la clase política está jugando a la democracia mientras pierde el control de territorios como Tamaulipas -estado estratégico para EUA, pues para efectos prácticos tiene frontera con ellos por tierra y por mar. Es irrelevante el color o las siglas del partido que les sea disfuncional en cierta zona: eso sólo son anécdotas locales.

Las actividades encubiertas y el espionaje en México no son nada nuevo; son intensos al menos desde principios del siglo XX. Yo mismo fui testigo de que en alguna época, si la organización separatista vasca ETA te deseaba contactar en México, lo hacía. En mi propia casa, dos altos funcionarios mexicanos acusaron en sendas reuniones a dos periodistas –ausentes- de ser agentes de la CIA. También vi cómo realizaban operativos aquí las guerrillas centroamericanas, dando instrucciones sobre qué movimientos se debían hacer para evitar ser detectado o seguido por otros agentes.
Probables candidatos a ser blanco próximamente de operaciones encubiertas de EUA en México son los narcotraficantes, incluyendo operaciones secretas para ajusticiarlos -con autorización del gobierno o sin ella.

Pues si el gobierno mexicano no ha podido controlar delincuentes un tanto primitivos, menos podrá contener a fuerzas mucho más sofisticadas como las estadounidenses.
Del espionaje civil, si nos atenemos a la tradición, también serán objetivo para monitorear o infiltrar los funcionarios, partidos, movimientos sociales, sindicatos, empresarios, autoridades estatales, asilados políticos y diplomáticos extranjeros. Hubo un tiempo en que el propio embajador estadounidense en México prohibió que la CIA realizara operativos en la cancillería mexicana –desconozco si la prohibición subsiste o no.

De las personas a quienes espían, muchos servicios de inteligencia acostumbran investigar los hábitos de trabajo, ingresos, pasatiempos, amigos, personalidad, gustos, familia y debilidades de carácter. Es posible que a estas alturas, a muchos políticos les sepan algunos de sus secretos y usen esa información en el debido momento.

Quizá lo que convenga al Estado mexicano para protegerse de lo que puede venir sea una mejoría en las actividades no sólo de inteligencia, sino de contrainteligencia. Esto último no está muy desarrollado ni siquiera en Estados Unidos, que hasta hace poco tenían un desorden en el tema.

El Estado mexicano en la actualidad es débil, tiene una clase política dividida y carece de pleno control sobre su territorio, como antes de la invasión estadounidense de 1847. No es fácil que nos invadan de nuevo porque no les conviene, entre otras cosas por la integración de nuestras economías, los millones de mexicanos allá y el medio millón de estadounidenses aquí (nadie sabe qué podría pasar con esas poblaciones en caso de guerra) y en definitiva porque pueden lograr sus fines sin invadirnos. Pero la situación actual se presta para un aumento de las acciones encubiertas de Estados Unidos en nuestro país.

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