Álvaro Cepeda Neri
El “¡Ya basta!”, que se puso de moda a partir del levantamiento indígena del EZLN desde las montañas de Chiapas (aparentemente hoy desactivado, pero “donde hay cenizas, hay fuego”, volvió a ponerse en circulación, ahora retomada por el escritor Javier Sicilia, al encabezar las protestas por la incontenible, más que ola, verdadero tsunami de violencia sangrienta y homicida, por parte de las delincuencias que están apoderadas del país imponiendo su “ley de la selva”. Y las fuerzas militares y policiacas totalmente rebasadas, pues el saldo de más de 40 mil homicidios (según cifras oficiales, pero se calcula que pasan de los 100 mil), significa que por más que sean ajustes de cuentas entre narcotraficantes, y de estos contra los uniformados, más los caídos en las refriegas sin tener nada que ver, que la inseguridad es un terror a sangre y fuego.
Y el gobierno federal, las entidades y sus municipios, están obligados a someter a quienes desafían las instituciones y rompen la paz pública. Así, que cuando nuevamente el “¡ya basta!” se lo dirigen al señor Calderón y su grupo en los cargos federales, no es como para que éste, “rápido y furioso”, devuelva la frase y se desgarre las vestiduras, en lugar de guardar la “distancia con las cosas y los hombres” (¡oh, Max Weber, con su ensayo: El político!), y aguantar la crítica, sea intolerante contra las peticiones implícitas en el “¡ya basta!” de cientos de miles de homicidios a diario y cada hora en Tamaulipas, Chihuahua, Durango, Sonora, Sinaloa, ciudad de México, Morelos, etc., etc.
Calderón, furioso, con expresiones que demuestran su ira, se ha va contra los individuos y la colectividad de la sociedad y ha devuelto el “¡ya basta!”, con el recado de que los ciudadanos debemos remitirle la expresión a los delincuentes. Los mexicanos estamos angustiados por los hechos de barbarie que provoca la rebelión de la delincuencia contra los gobiernos. Y más de cuatro años después, la estrategia policiaca-militar de Calderón ni siquiera mantiene a raya a los matones ni es eficaz en salvaguardar la vida de quienes son ajenos al conflicto y víctimas hasta cuando denuncian, ya que la corrupción al interior de las fuerzas armadas y policiacas permite la infiltración de los delincuentes.
Los mexicanos hacen peticiones y reclamos a sus gobernantes para que restablezcan la seguridad. Y critican los malos resultados. Empero Calderón, contestatario e intolerante acusa a la sociedad y a sus adversarios políticos, de no estar cooperando. Quiere que los mexicanos informemos de lavado de dinero y denunciemos a los delincuentes, pero en menos de 24 horas son asesinados los denunciantes y sus familias. Los jóvenes de la capital morelense, que informaron a militares y policías sobre el narcomenudeo, fueron sobre la marcha privados de la vida. Calderón se ha equivocado en todas sus estrategias. Es a él a quien le gritan: “¡ya basta!”. Es a él a quien le dirigen: “¡ya estamos hasta la madre!”. Es a él y su grupo a quienes dijeron: “¡si no pueden, renuncien!”.
El “¡Ya basta!”, que se puso de moda a partir del levantamiento indígena del EZLN desde las montañas de Chiapas (aparentemente hoy desactivado, pero “donde hay cenizas, hay fuego”, volvió a ponerse en circulación, ahora retomada por el escritor Javier Sicilia, al encabezar las protestas por la incontenible, más que ola, verdadero tsunami de violencia sangrienta y homicida, por parte de las delincuencias que están apoderadas del país imponiendo su “ley de la selva”. Y las fuerzas militares y policiacas totalmente rebasadas, pues el saldo de más de 40 mil homicidios (según cifras oficiales, pero se calcula que pasan de los 100 mil), significa que por más que sean ajustes de cuentas entre narcotraficantes, y de estos contra los uniformados, más los caídos en las refriegas sin tener nada que ver, que la inseguridad es un terror a sangre y fuego.
Y el gobierno federal, las entidades y sus municipios, están obligados a someter a quienes desafían las instituciones y rompen la paz pública. Así, que cuando nuevamente el “¡ya basta!” se lo dirigen al señor Calderón y su grupo en los cargos federales, no es como para que éste, “rápido y furioso”, devuelva la frase y se desgarre las vestiduras, en lugar de guardar la “distancia con las cosas y los hombres” (¡oh, Max Weber, con su ensayo: El político!), y aguantar la crítica, sea intolerante contra las peticiones implícitas en el “¡ya basta!” de cientos de miles de homicidios a diario y cada hora en Tamaulipas, Chihuahua, Durango, Sonora, Sinaloa, ciudad de México, Morelos, etc., etc.
Calderón, furioso, con expresiones que demuestran su ira, se ha va contra los individuos y la colectividad de la sociedad y ha devuelto el “¡ya basta!”, con el recado de que los ciudadanos debemos remitirle la expresión a los delincuentes. Los mexicanos estamos angustiados por los hechos de barbarie que provoca la rebelión de la delincuencia contra los gobiernos. Y más de cuatro años después, la estrategia policiaca-militar de Calderón ni siquiera mantiene a raya a los matones ni es eficaz en salvaguardar la vida de quienes son ajenos al conflicto y víctimas hasta cuando denuncian, ya que la corrupción al interior de las fuerzas armadas y policiacas permite la infiltración de los delincuentes.
Los mexicanos hacen peticiones y reclamos a sus gobernantes para que restablezcan la seguridad. Y critican los malos resultados. Empero Calderón, contestatario e intolerante acusa a la sociedad y a sus adversarios políticos, de no estar cooperando. Quiere que los mexicanos informemos de lavado de dinero y denunciemos a los delincuentes, pero en menos de 24 horas son asesinados los denunciantes y sus familias. Los jóvenes de la capital morelense, que informaron a militares y policías sobre el narcomenudeo, fueron sobre la marcha privados de la vida. Calderón se ha equivocado en todas sus estrategias. Es a él a quien le gritan: “¡ya basta!”. Es a él a quien le dirigen: “¡ya estamos hasta la madre!”. Es a él y su grupo a quienes dijeron: “¡si no pueden, renuncien!”.
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