Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Leer la diversidad de opiniones sobre la marcha por la paz es reconfortante, porque el gobierno no ha logrado su propósito de acotar la inteligencia y el análisis, porque permite anticipar las consecuencias si los capitostes se niegan a escuchar a la sociedad, por ello la respuesta del presidente Felipe Calderón, aunque determinada por su propia percepción de la realidad, fue casi inmediata.
Si hay un diálogo entre el gobierno federal y los líderes sociales sin partido político, es posible que los representantes de los poderes fácticos, los capitanes de comercio e industria, los integrantes de los tres Poderes de la Unión, todos, se den cuenta de cómo los agravios a la sociedad se multiplican, abren muchos frentes y, en su mayoría, tienen consecuencias para las que no hay reparación política, social, económica o religiosa que valga.
Podrían darse cuenta, también, que de no abrirse cauces legales para que los mexicanos manifiesten su descontento y la necesidad de instrumentar la transición para hacerlos partícipes del diseño del nuevo modelo político, la otra única opción conduce a la creación de organizaciones clandestinas, lo suficientemente ideologizadas como para que el gobierno decida escalar en la represión, opte por una guerra sucia, establezca una dictadura similar o peor a las que estuvieron a la moda en América del Sur durante el último tercio del siglo XX.
Pero para alimentar el optimismo, tal parece que la anomia social que por culpa de la ineficacia de los últimos gobiernos se apoderó de la sociedad, parece haber llegado a su fin. Es el lastre más pesado y de mayores consecuencias dejado sobre el asfalto de la súper carretera Cuernavaca México. Lo que surja del movimiento social encabezado por Javier Sicilia no podrá ser cooptado o mediatizado, como lo fueron México Unido Contra la Delincuencia y SOS. No hay espacio para otro Alejandro Martí, a quien cultivan como opción panista a la sucesión presidencial, ni para una nueva María Elena Morera, mediatizada por los halagos de Genaro García Luna.
Otra de las cargas que recae sobre las espaldas fiscales de los mexicanos, porque mediatiza sus consideraciones políticas y las hace menos inteligentes e inteligibles, también parece haber disminuido su atractivo entre el cinco y el ocho de mayo últimos, cuando se blindó la marcha y expulsó la presencia de los partidos políticos.
Fue específico Javier Sicilia cuando pidió el silencio de los partidos. Pretenden cooptarlo, o reventarlo. Esperemos que no lo logren; confiamos en que el camino que ha de seguir, lleno de trampas y seducciones, pueda conducir también a los mexicanos ante la posibilidad de renovar el pacto social con nuevas reglas del juego, que faciliten el zurcido invisible del tejido social, la modificación sistémica del modelo político, e iniciar la transición, tan pospuesta por satisfacer los intereses de los poderes fácticos.
El mensaje alcanzó su plenitud en el Zócalo, pero adquirió cuerpo en el trayecto, en las escalas de descanso y reflexión. Durante el trayecto al Distrito Federal y en sus propias palabras, sostuvo: “Es tanto el dolor acumulado que cada quien trae sus propias historias de horror”; es tal el “envilecimiento alcanzado, que ya no pertenece a lo humano sino a lo demoniaco”. Ratificó la urgencia de reestructurar las instituciones, porque dejó de existir la presencia y la prestancia de un Estado capaz de detener una situación inaceptable para la sociedad.
Diagnosticó el hartazgo social contra la incapacidad de los gobernantes, urgió a un viraje en la estrategia de la guerra contra la delincuencia organizada, así como a pugnar por que la Ley de Seguridad Nacional contribuya a reconstruir el tejido social, tan desarticulado por efecto de la violencia, y no a profundizar la anomia, el sometimiento, el miedo que favorece aceptar cualquier humillación infligida desde el poder. Se preguntó y nos pregunta: ¿Cuándo y en dónde perdimos la dignidad?; si no se reconstruye el tejido social roto, heredaremos un país de desamparo, de brutalidad y engaño donde reinen los señores de la muerte, de la ambición del poder, de la complacencia y la complicidad con el crimen.
Ya en la Plaza de la Constitución, después de cuatro días de caminata e introspección, en los que maduró ideas, el poeta reprochó a gobernantes y políticos sus omisiones e indolencias frente tanta muerte marcada por la perversidad y la violencia, que ha conducido a los mexicanos a esta espantosa desolación. Los políticos tienen que aprender a escuchar -por ello fue la marcha del silencio, no hay grito más desolador que el expresado con los ojos, la tristeza, los labio marchitos, la boca seca- porque sus actitudes, como la de los gobiernos, las jerarquías económicas, los llamados poderes fácticos y sus monopolios, favorecieron una realidad en la que los criminales, en su demencia, buscan imponernos alianzas con los que detentan alguna forma de poder.
Exige de los partidos limpieza real en sus filas, porque en todos hay, de una u otra manera, vínculos con el crimen organizado; los conminó a asumir un compromiso real de ética política, pues en caso contrario en 2012 los electores tendrán que preguntarse por cuál cártel o por qué poder fáctico tendrán que votar.
Sostuvo que el narcotráfico debe resolverse como un problema de salud pública y sociología urbana, de ninguna manera como un asunto criminal que se confronta con violencia. Condenó la postura estadounidense de beneficiarse con el lavado de dinero y la venta de armas, mientras se mantiene el mercado de consumo de droga en el que México pone a los muertos.
Lograr la paz, como lo propusieron el domingo, con la idea de reconstruir el tejido social y alcanzar un nuevo pacto nacional, exige del gobierno justicia y verdad en ocho casos emblemáticos.
La familia Reyes Salazar. Josefina Reyes Salazar, María Magdalena Reyes Salazar, Elías Reyes Salazar, Luisa Ornelas Soto, Julio César Reyes Reyes, Rubén Reyes Salazar.
Marisela Escobedo. Asesinada el 16 de diciembre frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, como consecuencia del reclamo de su justicia por el homicidio de su hija Rubí Frayre, asesinada a manos de su pareja en 2008.
Susana Chávez. Poetisa y activista, encontrada muerta el 6 de enero de 2011 en Ciudad Juárez.
Bety Cariño y Jiri Jaakola. Asesinados el 28 de abril de 2010 en una emboscada, cuando viajaron en una caravana humanitaria hacia San Juan Copala.
45 niñas y niños de la guardería ABC de Hermosillo. Muertos en un incendio el 5 de junio de 2009.
La familia Le Barón. Benjamín Le Barón, Luis Widmar Stubbs, ejecutados el 7 de julio de 2009. Erick Le Barón, secuestrado en mayo de 2009 y posteriormente liberado.
Catorce jóvenes de Villas de Salvarcar. Ejecutados durante un festejo el 31 de enero de 2010.
Los jóvenes de Morelos. Asesinados el 27 de marzo de 2011.
Supuestamente Ciudad Juárez, elegida por el dolor y la violencia a que ha sido sometida, será el escenario para firmar los acuerdos alcanzados. Ya lo veremos.
Considero innecesaria la solicitud de renuncia del Secretario de Seguridad Pública Federal, porque si el presidente Calderón desea escuchar y decide cambiar su estrategia de lucha contra el narcotráfico y vencer en esta guerra, lo hará con o sin Genaro García Luna a su lado.
Pienso en los analistas políticos, en los articulistas que consideran la marcha un fracaso, porque se mostraron incapaces de percibir lo que subyace en el movimiento del poeta Javier Sicilia. Estableciendo una analogía médica, puede decirse que inoculó en la mayoría de los mexicanos el virus de la libertad digna, sin sujeciones determinadas por el libre mercado y la globalización; corresponde al gobierno federal encausarla para bien de la patria, o acelerar la pudrición hasta que estallen los movimientos armados clandestinos. En la culpa llevarán la penitencia.
Exigen, con increíble negación de la Constitución y la realidad, que así como se reclama al gobierno se exija a los barones de los cárteles, pero éstos no fueron puestos allí por elección popular, mientras nuestros gobernantes deben responder al mandato constitucional.
Es preciso subrayar que Javier Sicilia y quienes lo asesoran cometieron dos errores graves: ponerse plazos fatales y exigir la renuncia de García Luna.
Los del gobierno persisten en cometer el mismo, pues se acostumbraron a leer las encuestas, pero olvidaron cómo hacerlo en los ojos y las actitudes de los mexicanos. Cuando se den cuenta de ello, el dragón los habrá consumido con el fuego de la perversidad y la violencia por ellos incubada.
Leer la diversidad de opiniones sobre la marcha por la paz es reconfortante, porque el gobierno no ha logrado su propósito de acotar la inteligencia y el análisis, porque permite anticipar las consecuencias si los capitostes se niegan a escuchar a la sociedad, por ello la respuesta del presidente Felipe Calderón, aunque determinada por su propia percepción de la realidad, fue casi inmediata.
Si hay un diálogo entre el gobierno federal y los líderes sociales sin partido político, es posible que los representantes de los poderes fácticos, los capitanes de comercio e industria, los integrantes de los tres Poderes de la Unión, todos, se den cuenta de cómo los agravios a la sociedad se multiplican, abren muchos frentes y, en su mayoría, tienen consecuencias para las que no hay reparación política, social, económica o religiosa que valga.
Podrían darse cuenta, también, que de no abrirse cauces legales para que los mexicanos manifiesten su descontento y la necesidad de instrumentar la transición para hacerlos partícipes del diseño del nuevo modelo político, la otra única opción conduce a la creación de organizaciones clandestinas, lo suficientemente ideologizadas como para que el gobierno decida escalar en la represión, opte por una guerra sucia, establezca una dictadura similar o peor a las que estuvieron a la moda en América del Sur durante el último tercio del siglo XX.
Pero para alimentar el optimismo, tal parece que la anomia social que por culpa de la ineficacia de los últimos gobiernos se apoderó de la sociedad, parece haber llegado a su fin. Es el lastre más pesado y de mayores consecuencias dejado sobre el asfalto de la súper carretera Cuernavaca México. Lo que surja del movimiento social encabezado por Javier Sicilia no podrá ser cooptado o mediatizado, como lo fueron México Unido Contra la Delincuencia y SOS. No hay espacio para otro Alejandro Martí, a quien cultivan como opción panista a la sucesión presidencial, ni para una nueva María Elena Morera, mediatizada por los halagos de Genaro García Luna.
Otra de las cargas que recae sobre las espaldas fiscales de los mexicanos, porque mediatiza sus consideraciones políticas y las hace menos inteligentes e inteligibles, también parece haber disminuido su atractivo entre el cinco y el ocho de mayo últimos, cuando se blindó la marcha y expulsó la presencia de los partidos políticos.
Fue específico Javier Sicilia cuando pidió el silencio de los partidos. Pretenden cooptarlo, o reventarlo. Esperemos que no lo logren; confiamos en que el camino que ha de seguir, lleno de trampas y seducciones, pueda conducir también a los mexicanos ante la posibilidad de renovar el pacto social con nuevas reglas del juego, que faciliten el zurcido invisible del tejido social, la modificación sistémica del modelo político, e iniciar la transición, tan pospuesta por satisfacer los intereses de los poderes fácticos.
El mensaje alcanzó su plenitud en el Zócalo, pero adquirió cuerpo en el trayecto, en las escalas de descanso y reflexión. Durante el trayecto al Distrito Federal y en sus propias palabras, sostuvo: “Es tanto el dolor acumulado que cada quien trae sus propias historias de horror”; es tal el “envilecimiento alcanzado, que ya no pertenece a lo humano sino a lo demoniaco”. Ratificó la urgencia de reestructurar las instituciones, porque dejó de existir la presencia y la prestancia de un Estado capaz de detener una situación inaceptable para la sociedad.
Diagnosticó el hartazgo social contra la incapacidad de los gobernantes, urgió a un viraje en la estrategia de la guerra contra la delincuencia organizada, así como a pugnar por que la Ley de Seguridad Nacional contribuya a reconstruir el tejido social, tan desarticulado por efecto de la violencia, y no a profundizar la anomia, el sometimiento, el miedo que favorece aceptar cualquier humillación infligida desde el poder. Se preguntó y nos pregunta: ¿Cuándo y en dónde perdimos la dignidad?; si no se reconstruye el tejido social roto, heredaremos un país de desamparo, de brutalidad y engaño donde reinen los señores de la muerte, de la ambición del poder, de la complacencia y la complicidad con el crimen.
Ya en la Plaza de la Constitución, después de cuatro días de caminata e introspección, en los que maduró ideas, el poeta reprochó a gobernantes y políticos sus omisiones e indolencias frente tanta muerte marcada por la perversidad y la violencia, que ha conducido a los mexicanos a esta espantosa desolación. Los políticos tienen que aprender a escuchar -por ello fue la marcha del silencio, no hay grito más desolador que el expresado con los ojos, la tristeza, los labio marchitos, la boca seca- porque sus actitudes, como la de los gobiernos, las jerarquías económicas, los llamados poderes fácticos y sus monopolios, favorecieron una realidad en la que los criminales, en su demencia, buscan imponernos alianzas con los que detentan alguna forma de poder.
Exige de los partidos limpieza real en sus filas, porque en todos hay, de una u otra manera, vínculos con el crimen organizado; los conminó a asumir un compromiso real de ética política, pues en caso contrario en 2012 los electores tendrán que preguntarse por cuál cártel o por qué poder fáctico tendrán que votar.
Sostuvo que el narcotráfico debe resolverse como un problema de salud pública y sociología urbana, de ninguna manera como un asunto criminal que se confronta con violencia. Condenó la postura estadounidense de beneficiarse con el lavado de dinero y la venta de armas, mientras se mantiene el mercado de consumo de droga en el que México pone a los muertos.
Lograr la paz, como lo propusieron el domingo, con la idea de reconstruir el tejido social y alcanzar un nuevo pacto nacional, exige del gobierno justicia y verdad en ocho casos emblemáticos.
La familia Reyes Salazar. Josefina Reyes Salazar, María Magdalena Reyes Salazar, Elías Reyes Salazar, Luisa Ornelas Soto, Julio César Reyes Reyes, Rubén Reyes Salazar.
Marisela Escobedo. Asesinada el 16 de diciembre frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, como consecuencia del reclamo de su justicia por el homicidio de su hija Rubí Frayre, asesinada a manos de su pareja en 2008.
Susana Chávez. Poetisa y activista, encontrada muerta el 6 de enero de 2011 en Ciudad Juárez.
Bety Cariño y Jiri Jaakola. Asesinados el 28 de abril de 2010 en una emboscada, cuando viajaron en una caravana humanitaria hacia San Juan Copala.
45 niñas y niños de la guardería ABC de Hermosillo. Muertos en un incendio el 5 de junio de 2009.
La familia Le Barón. Benjamín Le Barón, Luis Widmar Stubbs, ejecutados el 7 de julio de 2009. Erick Le Barón, secuestrado en mayo de 2009 y posteriormente liberado.
Catorce jóvenes de Villas de Salvarcar. Ejecutados durante un festejo el 31 de enero de 2010.
Los jóvenes de Morelos. Asesinados el 27 de marzo de 2011.
Supuestamente Ciudad Juárez, elegida por el dolor y la violencia a que ha sido sometida, será el escenario para firmar los acuerdos alcanzados. Ya lo veremos.
Considero innecesaria la solicitud de renuncia del Secretario de Seguridad Pública Federal, porque si el presidente Calderón desea escuchar y decide cambiar su estrategia de lucha contra el narcotráfico y vencer en esta guerra, lo hará con o sin Genaro García Luna a su lado.
Pienso en los analistas políticos, en los articulistas que consideran la marcha un fracaso, porque se mostraron incapaces de percibir lo que subyace en el movimiento del poeta Javier Sicilia. Estableciendo una analogía médica, puede decirse que inoculó en la mayoría de los mexicanos el virus de la libertad digna, sin sujeciones determinadas por el libre mercado y la globalización; corresponde al gobierno federal encausarla para bien de la patria, o acelerar la pudrición hasta que estallen los movimientos armados clandestinos. En la culpa llevarán la penitencia.
Exigen, con increíble negación de la Constitución y la realidad, que así como se reclama al gobierno se exija a los barones de los cárteles, pero éstos no fueron puestos allí por elección popular, mientras nuestros gobernantes deben responder al mandato constitucional.
Es preciso subrayar que Javier Sicilia y quienes lo asesoran cometieron dos errores graves: ponerse plazos fatales y exigir la renuncia de García Luna.
Los del gobierno persisten en cometer el mismo, pues se acostumbraron a leer las encuestas, pero olvidaron cómo hacerlo en los ojos y las actitudes de los mexicanos. Cuando se den cuenta de ello, el dragón los habrá consumido con el fuego de la perversidad y la violencia por ellos incubada.
Comentarios