Jenaro Villamil
“No se necesita ser un creyente ni compartir con Illich la fe de la que salió su obra para entender la terrible verdad del mal que denuncia. Su argumentación en el terreno de la historia y de la filosofía es tan poderosa y el sentido de sus conclusiones tan evidente que cualquiera puede acercarse a él confiadamente.”
Este párrafo lo escribió Javier Sicilia, comprometido con la Teología de la Liberación y con las comunidades eclesiales de base, en el prefacio a las Obras reunidas de Iván Illich (FCE, 2008), una extraordinaria compilación del trabajo de quien es considerado como uno de los pensadores más importantes y lúcidos de la segunda mitad del siglo pasado.
Illich, creador del Centro Intercultural de Documentación (Cidoc), un espacio donde compartió sus reflexiones y sus seminarios, fue también una de las voces más inspiradoras de las organizaciones y movimientos surgidos bajo ese gran paraguas de revolución y de conciliación que es la Teología de la Liberación.
Por eso no es casual que Sicilia, al igual que el padre Alejandro Solalinde, defensor de los derechos de los migrantes y voz incómoda para el poder gubernamental, así como el obispo Raúl Vera, tenaz heredero de la obra y la línea pastoral de Samuel Ruiz, el Tatic de San Cristóbal, ahora ocupen un lugar central en la discusión, en la movilización y en el discurso cívico frente a la suma de tragedias que le han ocurrido a este país desde que se decidió emprender una guerra sin más rumbo fijo que la violencia.
De la tragedia personal, la más cruda para un ser humano, Javier Sicilia ha tomado un liderazgo cívico, coherente con las enseñanzas y la formación de personajes de gran calado como Iván Illich. Tampoco es casual que el epicentro de las nuevas movilizaciones en contra de la violencia simultánea de capos, policías, sicarios y militares se esté gestando en Morelos, entidad insurgente desde siempre y donde Sergio Méndez Arceo, el obispo rojo de aquellos católicos que nunca se transformaron en el Concilio Vaticano II, avanzó en la más importante línea de la Teología de la Liberación.
Sicilia, como las decenas de activistas vinculados a la experiencia liberadora, humanista y promotora de los derechos humanos en Ciudad Juárez, Chihuahua, Tamaulipas, Jalisco o Guerrero, está encabezando ahora la movilización más difícil y cruda de estos años: aquella que le apuesta a la conciencia de los gobernantes y de la irracionalidad de su guerra.
Así lo expresó en su denuncia tras el encuentro que sostuvo con Felipe Calderón en Los Pinos:
“Calderón sólo tiene imaginación para la violencia. Lamentable. ¿En qué sentido? ¿Qué no tiene más imaginación para salvar este país? ¿Qué sólo tiene imaginación para aumentar la guerra, la violencia y el dolor? Eso es terrible” (La Jornada, 9 de abril 2011).
En una extensa entrevista con José Gil Olmos, para Proceso, Sicilia destacó así la necesidad de otro discurso que promueva la paz, la imaginación para la paz:
“Hay un discurso oficial que todo lo niega o lo deforma, pero que sólo un poeta es capaz de transformarlo.
“La lengua le da sentido a la realidad; cuando la lengua se corrompe, el pueblo se prostituye”.
Para Sicilia, como para Illich y muchos otros militantes de la opción preferencial por un discurso liberador, la poesía no se reduce a la lectura o a la introspección sino a la movilización. Así lo expresó al referirse a la marcha del jueves 7 de abril:
“Ayer, en la marcha, lo que vimos a partir de este silencio fue una poesía en acto, no de mi parte sino de la ciudadanía, en el sentido de la comunión y de la gran demanda que venía detrás de toda esta gente, en algunas partes de la República y en otras del mundo, diciendo: ¡Ya basta! ¡No queremos más muertos, no queremos ni un muchacho más asesinado, una muchacha más violentada! ¡No queremos más violencia!”.
Ese es el clamor que encabezan Sicilia y miles de ciudadanos convencidos de la necesidad de desmontar el lenguaje de la mentira, la simulación y la violencia que han articulado tanto el gobierno como los medios masivos.
Las movilizaciones del 7 de abril enfrentaron al famoso “acuerdo de cobertura informativa” de la Iniciativa México a su verdadera dimensión: la demagogia telegénica para cobrar favores gubernamentales, ignorando el sentir de un sector cada vez más amplio de la población que no se apantalla con los spots ni los discursos bélicos de Calderón, de los cárteles o del titular de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna.
“No se necesita ser un creyente ni compartir con Illich la fe de la que salió su obra para entender la terrible verdad del mal que denuncia. Su argumentación en el terreno de la historia y de la filosofía es tan poderosa y el sentido de sus conclusiones tan evidente que cualquiera puede acercarse a él confiadamente.”
Este párrafo lo escribió Javier Sicilia, comprometido con la Teología de la Liberación y con las comunidades eclesiales de base, en el prefacio a las Obras reunidas de Iván Illich (FCE, 2008), una extraordinaria compilación del trabajo de quien es considerado como uno de los pensadores más importantes y lúcidos de la segunda mitad del siglo pasado.
Illich, creador del Centro Intercultural de Documentación (Cidoc), un espacio donde compartió sus reflexiones y sus seminarios, fue también una de las voces más inspiradoras de las organizaciones y movimientos surgidos bajo ese gran paraguas de revolución y de conciliación que es la Teología de la Liberación.
Por eso no es casual que Sicilia, al igual que el padre Alejandro Solalinde, defensor de los derechos de los migrantes y voz incómoda para el poder gubernamental, así como el obispo Raúl Vera, tenaz heredero de la obra y la línea pastoral de Samuel Ruiz, el Tatic de San Cristóbal, ahora ocupen un lugar central en la discusión, en la movilización y en el discurso cívico frente a la suma de tragedias que le han ocurrido a este país desde que se decidió emprender una guerra sin más rumbo fijo que la violencia.
De la tragedia personal, la más cruda para un ser humano, Javier Sicilia ha tomado un liderazgo cívico, coherente con las enseñanzas y la formación de personajes de gran calado como Iván Illich. Tampoco es casual que el epicentro de las nuevas movilizaciones en contra de la violencia simultánea de capos, policías, sicarios y militares se esté gestando en Morelos, entidad insurgente desde siempre y donde Sergio Méndez Arceo, el obispo rojo de aquellos católicos que nunca se transformaron en el Concilio Vaticano II, avanzó en la más importante línea de la Teología de la Liberación.
Sicilia, como las decenas de activistas vinculados a la experiencia liberadora, humanista y promotora de los derechos humanos en Ciudad Juárez, Chihuahua, Tamaulipas, Jalisco o Guerrero, está encabezando ahora la movilización más difícil y cruda de estos años: aquella que le apuesta a la conciencia de los gobernantes y de la irracionalidad de su guerra.
Así lo expresó en su denuncia tras el encuentro que sostuvo con Felipe Calderón en Los Pinos:
“Calderón sólo tiene imaginación para la violencia. Lamentable. ¿En qué sentido? ¿Qué no tiene más imaginación para salvar este país? ¿Qué sólo tiene imaginación para aumentar la guerra, la violencia y el dolor? Eso es terrible” (La Jornada, 9 de abril 2011).
En una extensa entrevista con José Gil Olmos, para Proceso, Sicilia destacó así la necesidad de otro discurso que promueva la paz, la imaginación para la paz:
“Hay un discurso oficial que todo lo niega o lo deforma, pero que sólo un poeta es capaz de transformarlo.
“La lengua le da sentido a la realidad; cuando la lengua se corrompe, el pueblo se prostituye”.
Para Sicilia, como para Illich y muchos otros militantes de la opción preferencial por un discurso liberador, la poesía no se reduce a la lectura o a la introspección sino a la movilización. Así lo expresó al referirse a la marcha del jueves 7 de abril:
“Ayer, en la marcha, lo que vimos a partir de este silencio fue una poesía en acto, no de mi parte sino de la ciudadanía, en el sentido de la comunión y de la gran demanda que venía detrás de toda esta gente, en algunas partes de la República y en otras del mundo, diciendo: ¡Ya basta! ¡No queremos más muertos, no queremos ni un muchacho más asesinado, una muchacha más violentada! ¡No queremos más violencia!”.
Ese es el clamor que encabezan Sicilia y miles de ciudadanos convencidos de la necesidad de desmontar el lenguaje de la mentira, la simulación y la violencia que han articulado tanto el gobierno como los medios masivos.
Las movilizaciones del 7 de abril enfrentaron al famoso “acuerdo de cobertura informativa” de la Iniciativa México a su verdadera dimensión: la demagogia telegénica para cobrar favores gubernamentales, ignorando el sentir de un sector cada vez más amplio de la población que no se apantalla con los spots ni los discursos bélicos de Calderón, de los cárteles o del titular de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna.
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