Rubén Cortés
Humberto Moreira y Javier Lozano iniciaron lo que parecía el banderazo a un intercambio al nivel del Presidente del partido con más estados y ciudadanos bajo su gobierno, y el Secretario más eficiente y vigoroso del Gabinete de Calderón, que en cinco años se caracterizó por ser francamente ineficaz.
Se esperaba más de dos de los políticos nuestros que más sintonizan con las formas de la política moderna: contestatarios, rebeldes, mediáticos, instruidos. Pero su controversia se redujo a una esgrima de epítetos y nombretes, desde “Lozano porro” hasta “Moreira-Sergio el bailador”.
Ahora el secretario del Trabajo volvió a “comprometer” al dirigente priista a sacar adelante las reformas estructurales que el país necesita: política, laboral y de competencia económica. Y “rechazó” que los gobiernos panistas hayan producido más pobres y desempleados.
Ergo: más de lo mismo. Sin embargo, el reto puede servir a Moreira para devolverle nivel de estado a la discusión impulsando la propuesta de reforma laboral que presentó el propio PRI en la Cámara, apoyada por sus 237 diputados, pero cuyo respaldo se ha diluido.
Además de que la propuestas priista coinciden con la del partido de Lozano en impulsar competitividad, productividad, eficiencia, justicia laboral y apoyo a jóvenes en su primer trabajo. Pero ninguna cristaliza y eso aleja la posibilidad de una Ley Federal del Trabajo moderna y generadora de empleos.
Moreira pierde tiempo ahora en debatir cifras y descalificar a un Gabinete que no necesita mayor descalificación que sólo uno de sus fundadores haya sido lo suficientemente bueno para sobrevivir estos cinco años de gobierno: precisamente el Secretario del Trabajo.
El líder tricolor insiste en su apuesta a desvirtuar los logros que pueda tener la actual administración y ganar terreno que le permita regresar a su partido a Los Pinos, lo cual, ahora mismo, no parece gran problema, según la encuesta de Consulta Mitofsky revelada el viernes.
Hacia las elecciones presidenciales de 2012, el PRI encabeza las intenciones del voto con 40 por ciento, seguido por el PRD y el PAN con 15 por ciento cada uno.
Entonces Moreira puede hacer un alto en su campaña presidencial para impulsar la reforma laboral: una decisión de estado que le posibilite recibir un gobierno con una Ley Federal del Trabajo moderna y perfeccionada, que desde 1970 no ha sufrido modificación alguna.
Parece que el Presidente del PRI está confundiendo lo urgente con lo importante: porque lo urgente sucederá hasta el año próximo, mientras lo importante está en sus manos en estos momentos, que es ayudar a sacar al menos una reforma que prestigie a PRI como el partido de la modernidad.
Más todavía en este asunto, en que se llevaría las palmas… con el apoyo de la bancada panista.
Humberto Moreira y Javier Lozano iniciaron lo que parecía el banderazo a un intercambio al nivel del Presidente del partido con más estados y ciudadanos bajo su gobierno, y el Secretario más eficiente y vigoroso del Gabinete de Calderón, que en cinco años se caracterizó por ser francamente ineficaz.
Se esperaba más de dos de los políticos nuestros que más sintonizan con las formas de la política moderna: contestatarios, rebeldes, mediáticos, instruidos. Pero su controversia se redujo a una esgrima de epítetos y nombretes, desde “Lozano porro” hasta “Moreira-Sergio el bailador”.
Ahora el secretario del Trabajo volvió a “comprometer” al dirigente priista a sacar adelante las reformas estructurales que el país necesita: política, laboral y de competencia económica. Y “rechazó” que los gobiernos panistas hayan producido más pobres y desempleados.
Ergo: más de lo mismo. Sin embargo, el reto puede servir a Moreira para devolverle nivel de estado a la discusión impulsando la propuesta de reforma laboral que presentó el propio PRI en la Cámara, apoyada por sus 237 diputados, pero cuyo respaldo se ha diluido.
Además de que la propuestas priista coinciden con la del partido de Lozano en impulsar competitividad, productividad, eficiencia, justicia laboral y apoyo a jóvenes en su primer trabajo. Pero ninguna cristaliza y eso aleja la posibilidad de una Ley Federal del Trabajo moderna y generadora de empleos.
Moreira pierde tiempo ahora en debatir cifras y descalificar a un Gabinete que no necesita mayor descalificación que sólo uno de sus fundadores haya sido lo suficientemente bueno para sobrevivir estos cinco años de gobierno: precisamente el Secretario del Trabajo.
El líder tricolor insiste en su apuesta a desvirtuar los logros que pueda tener la actual administración y ganar terreno que le permita regresar a su partido a Los Pinos, lo cual, ahora mismo, no parece gran problema, según la encuesta de Consulta Mitofsky revelada el viernes.
Hacia las elecciones presidenciales de 2012, el PRI encabeza las intenciones del voto con 40 por ciento, seguido por el PRD y el PAN con 15 por ciento cada uno.
Entonces Moreira puede hacer un alto en su campaña presidencial para impulsar la reforma laboral: una decisión de estado que le posibilite recibir un gobierno con una Ley Federal del Trabajo moderna y perfeccionada, que desde 1970 no ha sufrido modificación alguna.
Parece que el Presidente del PRI está confundiendo lo urgente con lo importante: porque lo urgente sucederá hasta el año próximo, mientras lo importante está en sus manos en estos momentos, que es ayudar a sacar al menos una reforma que prestigie a PRI como el partido de la modernidad.
Más todavía en este asunto, en que se llevaría las palmas… con el apoyo de la bancada panista.
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