Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate
Lo que faltaba, resulta que ahora el Gobierno que encabeza Marcelo Ebrard se propone vender, oígalo bien, una calle de la Ciudad de México. Inconcebible que un bien inmueble del dominio público de esta naturaleza, como lo es una vialidad que es de uso común, por la que se supone que todo mundo transita, sea la que se venderá a una empresa particular de autoservicio, conocida como Comercial Mexicana.
La referencia es la calle de Enrique Rébsamen, que tiene una longitud de aproximadamente 500 metros, ubicada en la colonia del Valle, entre las calles de Pilares y Miguel Laurent, misma que a lo largo de una de sus aceras únicamente colinda con todo el frente de ese centro comercial, y la otra acera con su inmediato estacionamiento, es decir, la calle se interpone entre el aludido centro comercial y su estacionamiento. El argumento baladí de las autoridades para justificar su venta, entre otros, es que es poco usada.
Claro, era de esperarse que como respuesta inmediata los vecinos cercanos de la Delegación Benito Juárez no se quedarán de brazos cruzados, por lo que se aprestan a organizarse para dar la pelea al mercader Jefe de Gobierno, con el propósito de impedir o revertir lo que consideran un desatino, defender decididos e indignados la calle de Rébsamen, que como bien público, sienten que del todo les pertenece. Pero ese sentido de pertenencia no nada más se queda en ellos, sino que se extiende en sí a todos los habitantes del Distrito Federal, por ser esencialmente un bien de uso común, y más aún cuando en alguna ocasión todos hemos tenido la necesidad de transitar por esa vialidad, aunque sea pequeña.
Pero, ya se sabe, que el gobierno de Marcelo Ebrard con tal de salirse con la suya empleará la misma fórmula autoritaria y represiva, quizá aderezada con su expresión usual de que la venta “va”, y seguro primero dejará a los vecinos que protesten hasta que por si solos se agoten, como sí se dejara a un niño que llore hasta el cansancio mismo para que luego solito se calme. Aunque sí los inconformes resultan muy tozudos, pues entonces vendrá el forcejeo con los granaderos, los empujones hasta replegarlos, y porqué no los macanazos que surten eficacia inmediata, como lo han hecho con los vecinos opositores a la Supervía, o con los que se resistían a que se hicieran las adecuaciones técnicas para el retorno del metrobús en la terminal de Xola y Cuauhtémoc, por citar estos dos casos recientes. Este es un método utilizado al margen de todo dialogo, que al gobierno del Distrito Federal no le ha fallado y que tienen bien ensayado, por lo que es posible que en el caso de la vendida calle de Rébsamen lo vuelvan a poner en práctica con el uso de la fuerza pública por delante, sí es necesario.
Pero vayamos por partes, ¿qué acaso se puede vender una calle de la ciudad? Como respuesta se tiene que la Ley del Régimen Patrimonial del Distrito Federal, para empezar establece que se consideran bienes de uso común aquellos que pueden ser aprovechados por todos los habitantes del Distrito Federal, y en ese sentido considera bajo esa categoría a las plazas, las calles, las avenidas, viaductos, paseos, jardines y parques públicos.
Luego, el mismo ordenamiento legal señala que esos bienes de uso común son inalienables, imprescriptibles e inembargables. ¿Qué significan estos conceptos?
Que en primer término, lo de inalienable quiere decir que son bienes que no son susceptibles de enajenación. Es decir, no se pueden pasar o trasmitir a alguien en el dominio de algo o algún otro derecho sobre ello. En otras palabras, inalienable quiere decir que no se puede vender, regalar, donar o permutar un bien inmueble de ese carácter público. Pero además, dice la ley, que ese tipo de bienes también revisten la característica de ser imprescriptibles e inembargables. Qué se entiende por eso, que los derechos que el ciudadano tiene sobre ese bien público, es decir, el uso común, no se pierden aún con el paso del tiempo. Lo de inembargables, significa que ningún particular podría embargarlos por alguna deuda que el Gobierno del Distrito Federal tenga con ellos.
Pero, para Marcelo fueron irrelevantes todos esos principios jurídicos, no significaron impedimento alguno, tranquilamente los pasó por alto. Se vendió la calle Rébsamen sin importar su carácter de uso común, e indebidamente con ello se sometió el interés público al interés privado. Además, llama la atención el verdadero regalo que a la Comercial Mexicana les hizo el Jefe de Gobierno con esa compraventa, ya que al parecer remató la vialidad por la cantidad de 18 millones de pesos, cuando el valor real era de aproximadamente 52 millones. Bueno, pero se sabe que Marcelo tiende a favorecer a esta empresa, basta recordar que en otra oportunidad, de igual manera, los benefició con los vales que emite su gobierno cada fin de año, al haberlos condicionado para que en esa ocasión exclusivamente ahí fueran canjeables. Operación que se llevó a cabo sin la licitación correspondiente que para ese efecto prevé la ley de esta materia, lo cual, incluso, generó que otra empresa hiciera el reclamo mediante una acción jurídica.
No es posible que se actúe con ese abuso de poder, flagrantemente a espaldas de la ciudadanía, ya que lo menos que debió haber hecho el Jefe de Gobierno, es haber sometido el asunto a una consulta pública, para saber sí los habitantes del Distrito Federal estarían o no de acuerdo con la venta de una calle que es de uso común. Dada la relevancia del caso, la Asamblea Legislativa debió pronunciarse al respecto, pero al parecer se encuentra inmersa en un silencio cómplice.
Desde luego que guardando las debidas proporciones del caso, así como la distancia misma generada por el tiempo, y sin el afán de exagerar, ello no impide que se diga que Marcelo actúa como un moderno Santana, ya que los dos esencialmente coinciden en enajenar bienes de la nación, aquel haber vendido Texas e iniciar la entrega de medio país, y este vendió un bien público, aunque sea media calle.
Pálida tinta: No lo descarte, el Senador Pablo Gómez en su momento habrá de ser un prospecto con grandes posibilidades de convertirse en candidato a la Jefatura del Distrito Federal, ello en razón de que el próximo gobernante de la Ciudad, sin dudas y sin disfraces deberá de tener un auténtico perfil de izquierda, sí es que el PRD quiere seguir en el poder de esta gran metrópoli.
Lo que faltaba, resulta que ahora el Gobierno que encabeza Marcelo Ebrard se propone vender, oígalo bien, una calle de la Ciudad de México. Inconcebible que un bien inmueble del dominio público de esta naturaleza, como lo es una vialidad que es de uso común, por la que se supone que todo mundo transita, sea la que se venderá a una empresa particular de autoservicio, conocida como Comercial Mexicana.
La referencia es la calle de Enrique Rébsamen, que tiene una longitud de aproximadamente 500 metros, ubicada en la colonia del Valle, entre las calles de Pilares y Miguel Laurent, misma que a lo largo de una de sus aceras únicamente colinda con todo el frente de ese centro comercial, y la otra acera con su inmediato estacionamiento, es decir, la calle se interpone entre el aludido centro comercial y su estacionamiento. El argumento baladí de las autoridades para justificar su venta, entre otros, es que es poco usada.
Claro, era de esperarse que como respuesta inmediata los vecinos cercanos de la Delegación Benito Juárez no se quedarán de brazos cruzados, por lo que se aprestan a organizarse para dar la pelea al mercader Jefe de Gobierno, con el propósito de impedir o revertir lo que consideran un desatino, defender decididos e indignados la calle de Rébsamen, que como bien público, sienten que del todo les pertenece. Pero ese sentido de pertenencia no nada más se queda en ellos, sino que se extiende en sí a todos los habitantes del Distrito Federal, por ser esencialmente un bien de uso común, y más aún cuando en alguna ocasión todos hemos tenido la necesidad de transitar por esa vialidad, aunque sea pequeña.
Pero, ya se sabe, que el gobierno de Marcelo Ebrard con tal de salirse con la suya empleará la misma fórmula autoritaria y represiva, quizá aderezada con su expresión usual de que la venta “va”, y seguro primero dejará a los vecinos que protesten hasta que por si solos se agoten, como sí se dejara a un niño que llore hasta el cansancio mismo para que luego solito se calme. Aunque sí los inconformes resultan muy tozudos, pues entonces vendrá el forcejeo con los granaderos, los empujones hasta replegarlos, y porqué no los macanazos que surten eficacia inmediata, como lo han hecho con los vecinos opositores a la Supervía, o con los que se resistían a que se hicieran las adecuaciones técnicas para el retorno del metrobús en la terminal de Xola y Cuauhtémoc, por citar estos dos casos recientes. Este es un método utilizado al margen de todo dialogo, que al gobierno del Distrito Federal no le ha fallado y que tienen bien ensayado, por lo que es posible que en el caso de la vendida calle de Rébsamen lo vuelvan a poner en práctica con el uso de la fuerza pública por delante, sí es necesario.
Pero vayamos por partes, ¿qué acaso se puede vender una calle de la ciudad? Como respuesta se tiene que la Ley del Régimen Patrimonial del Distrito Federal, para empezar establece que se consideran bienes de uso común aquellos que pueden ser aprovechados por todos los habitantes del Distrito Federal, y en ese sentido considera bajo esa categoría a las plazas, las calles, las avenidas, viaductos, paseos, jardines y parques públicos.
Luego, el mismo ordenamiento legal señala que esos bienes de uso común son inalienables, imprescriptibles e inembargables. ¿Qué significan estos conceptos?
Que en primer término, lo de inalienable quiere decir que son bienes que no son susceptibles de enajenación. Es decir, no se pueden pasar o trasmitir a alguien en el dominio de algo o algún otro derecho sobre ello. En otras palabras, inalienable quiere decir que no se puede vender, regalar, donar o permutar un bien inmueble de ese carácter público. Pero además, dice la ley, que ese tipo de bienes también revisten la característica de ser imprescriptibles e inembargables. Qué se entiende por eso, que los derechos que el ciudadano tiene sobre ese bien público, es decir, el uso común, no se pierden aún con el paso del tiempo. Lo de inembargables, significa que ningún particular podría embargarlos por alguna deuda que el Gobierno del Distrito Federal tenga con ellos.
Pero, para Marcelo fueron irrelevantes todos esos principios jurídicos, no significaron impedimento alguno, tranquilamente los pasó por alto. Se vendió la calle Rébsamen sin importar su carácter de uso común, e indebidamente con ello se sometió el interés público al interés privado. Además, llama la atención el verdadero regalo que a la Comercial Mexicana les hizo el Jefe de Gobierno con esa compraventa, ya que al parecer remató la vialidad por la cantidad de 18 millones de pesos, cuando el valor real era de aproximadamente 52 millones. Bueno, pero se sabe que Marcelo tiende a favorecer a esta empresa, basta recordar que en otra oportunidad, de igual manera, los benefició con los vales que emite su gobierno cada fin de año, al haberlos condicionado para que en esa ocasión exclusivamente ahí fueran canjeables. Operación que se llevó a cabo sin la licitación correspondiente que para ese efecto prevé la ley de esta materia, lo cual, incluso, generó que otra empresa hiciera el reclamo mediante una acción jurídica.
No es posible que se actúe con ese abuso de poder, flagrantemente a espaldas de la ciudadanía, ya que lo menos que debió haber hecho el Jefe de Gobierno, es haber sometido el asunto a una consulta pública, para saber sí los habitantes del Distrito Federal estarían o no de acuerdo con la venta de una calle que es de uso común. Dada la relevancia del caso, la Asamblea Legislativa debió pronunciarse al respecto, pero al parecer se encuentra inmersa en un silencio cómplice.
Desde luego que guardando las debidas proporciones del caso, así como la distancia misma generada por el tiempo, y sin el afán de exagerar, ello no impide que se diga que Marcelo actúa como un moderno Santana, ya que los dos esencialmente coinciden en enajenar bienes de la nación, aquel haber vendido Texas e iniciar la entrega de medio país, y este vendió un bien público, aunque sea media calle.
Pálida tinta: No lo descarte, el Senador Pablo Gómez en su momento habrá de ser un prospecto con grandes posibilidades de convertirse en candidato a la Jefatura del Distrito Federal, ello en razón de que el próximo gobernante de la Ciudad, sin dudas y sin disfraces deberá de tener un auténtico perfil de izquierda, sí es que el PRD quiere seguir en el poder de esta gran metrópoli.
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