Los Muertos sin Nombre, el Escándalo de las Narcofosas en México

Jenaro Villamil

“No puedo decir con precisión cuánta gente fue ejecutada…Es imposible saberlo. Yo estuve una vez en la ejecución de 100 personas. Todas fueron enterradas en un lugar específico; pudieron ser miles de ejecuciones”.

Este es el testimonio de El Sicario, libro y documental del mismo título realizados por los periodistas Charles Bowden y Molly Molloy, cuyo adelanto se publica en la edición de Proceso, este 17 de abril. Las palabras de este asesino a sueldo, de Ciudad Juárez, sólo confirman el horror que está por venir tras el descubrimiento de fosas clandestinas en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, que hasta ahora suman casi 150 cuerpos, la mayoría sin identificar.

El protagonista del documental insiste: “Bueno, digamos que hay por lo menos 100 narcofosas, de las cuales, posiblemente sólo cinco o seis han sido descubiertas”.

El menciona tan sólo las fosas existentes en la frontera de Ciudad Juárez y Estados Unidos. Además de estos cementerios clandestinos, en Tamaulipas, en Nuevo León, en Durango y en Coahuila se calcula que pueden existir decenas o cientos de estos sitios.

El país apenas entrará a las compuertas de este horror, uno de los verdaderos rostros de la espiral de brutalidad, violencia, impunidad y miedo que ha acarreado la guerra entre los cárteles, la persecución contra migrantes y contra la gente humilde, sin rostro, sin nombre.

Para documentar lo que viene, el Blog del Narco publicó en su edición del sábado 16 de abril que en el municipio Escobedo, de Nuevo León, se encontraron tres narcofosas, en las faldas del Cerro de Topo Chico, en la colonia Santa Lucía. Y este lunes, Milenio TV confirmó que en el municipio de Pesquerías, en Santa Catarina, Nuevo León, también se encontraron otras fosas clandestinas.

En la misma edición de la revista Proceso, la reportera Gloria Leticia Díaz cita el cálculo del Grupo de Trabajo sobre la Desaparición Forzosa o Involuntaria (GTDFI) de las Naciones Unidas en México. En su informe preliminar del 31 de marzo de 2011, este organismo advierte que “más de 3 mil personas habrían desaparecido desde 2006” en todo el país.

El recuento hemerográfico realizado por Proceso señala que se han descubierto 718 cadáveres en 47 fosas clandestinas en Guerrero, Nuevo León, Tamaulipas, Michoacán, Chihuahua, Oaxaca, Coahuila, Guanajuato, Zacatecas, Durango, Sinaloa, Sonora, Baja California, Campeche, Quintana Roo, Jalisco e Hidalgo.

El caso que ha dado la vuelta al mundo es, sin duda, el municipio de San Fernando, en Tamaulipas. En ese mismo sitio se encontraron en 2010 los cuerpos de 72 migrantes centroamericanos y ahí mismo, las autoridades han desenterrado, hasta ahora, 145 cuerpos.

La reportera Marcela Turati, en su recorrido por la morgue de Matamoros, Tamaulipas, relata en la misma edición de Proceso que el Servicio Médico Forense está desbordado y más de 400 personas han acudido a este sitio –provenientes del mismo estado y de otros como Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Distrito Federal, Zacatecas, Michoacán y Jalisco- en busca de sus familiares desaparecidos.

Un investigador, entrevistado por Turati, describe así el perfil de las víctimas:

“Algunos de los muertos tienen ropa de invierno. Casi todos eran pobres (‘no tenían para pagar casetas, para vías más rápidas y nadie quiso enterarse porque no eran hijos de ningún famoso’, dice la fuente).

“-¿Por qué los habrían matado? –se pregunta al investigador.

“-A todos los hombres, jóvenes, en edad de enrolarse, los ven como potenciales enemigos. Podría ser que están tan desesperados que los matan previniendo que se hagan sicarios del Golfo. Además, así se les impiden llegar a Matamoros y Reynosa, que controlan los sicarios”.

Esos son los muertos sin nombre. Sus cuerpos apenas comienzan a descubrirse. Y será una conmoción internacional.

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