Álvaro Cepeda Neri
Continúa el agarrón (que no ha llegado a las manos y mucho menos ha corrido sangre, pues mal que bien es un pleito pacífico por la disputa del botín de telecomunicaciones) de Azcárraga-Televisa y Slim-Telmex, en cuya disputa está de por medio ganarse el favor de Calderón (quien al parecer, con todo y sus apariciones en público con Slim, es obvio que se entiende con Azcárraga a quien le ha tocado no menos de la mitad de los 18 millones de pesos que el inquilino de Los Pinos se ha gastado en publicidad. Es un toma y daca del libre comercio dentro del capitalismo salvaje con careta de neoliberalismo económico, mientras el liberalismo político, con sus alas democrática y republicana, no logra volar por encima de las élites empresariales que hacen lo que les pega la gana, por la falta de un POLÍTICO –con mayúsculas– que sepa ejercer constitucionalmente el poder del gobierno federal, como intermediario y árbitro, e impedir que esos dos actores que se dan de puñetazos publicitarios dejen de dar un espectáculo mediático.
Televisa abusa imponiendo reglas en las telecomunicaciones, de a millones de pesos por la salida a cuadro de los politiquillos (uno de sus gallos para la presidencia es Peña Nieto, el despilfarrador número uno) y combatiendo a muerte a quienes considera sus enemigos (hay que darle una atenta lectura al libro del reportero Jenaro Villamil: El sexenio de Televisa, en editorial Grijalbo) y con ese doble y jugoso juego político-comercial, chantajea a diestra y siniestra. Además manipula a su antojo la información y la autocensura con motivo de su Acuerdo para dizque no exhibir la violencia entre militares-policías y narcotraficantes, mientras su programación (y la de su compañera de viaje: Tv-Azteca), es de mayor violencia de todo tipo.
A demás de un bombardeo de anuncios y recomendaciones médicas por medio de sus médicas Adela Micha y Lolita Ayala, quienes recetan a los teleadictos, con productos fuera del mínimo control sanitario. Hay que verlas, con su maquillaje televisivo, muy dueñas de sí (leyendo y asistidas por monitores y apuntadores) y no recomendando, sino totalmente asegurando que tales productos son “milagrosos” para resolver problemas ginecológicos, estomacales, intestinales y otros males que requieren, cuando menos, de un curandero.
Ellas la hacen de galenas (o sea intentan ser seguidoras del médico griego Galeno) y como hay, como nunca peste de males, quienes no se encomiendan a San Judas Tadeo, o a los yerberos, se dejan llevar por esas dos médicas y compran lo que les recomiendan. Para difundir pseudorrecetas farmacéuticas alópatas, no hay un Acuerdo entre las televisoras, por lo cual se requiere que se establezcan más controles contra la publicidad que anuncia falsedades, aunque monten en rabia los intelectuales que confunden libre comercio sin controles; pues en todos los capitalismos de libre mercado, los gobiernos intervienen. Basta con repasar las leyes y reglamentos que constituyen a los mercados, para ver que lo de libre mercado es fantasía de los neoliberales utópicos.
Continúa el agarrón (que no ha llegado a las manos y mucho menos ha corrido sangre, pues mal que bien es un pleito pacífico por la disputa del botín de telecomunicaciones) de Azcárraga-Televisa y Slim-Telmex, en cuya disputa está de por medio ganarse el favor de Calderón (quien al parecer, con todo y sus apariciones en público con Slim, es obvio que se entiende con Azcárraga a quien le ha tocado no menos de la mitad de los 18 millones de pesos que el inquilino de Los Pinos se ha gastado en publicidad. Es un toma y daca del libre comercio dentro del capitalismo salvaje con careta de neoliberalismo económico, mientras el liberalismo político, con sus alas democrática y republicana, no logra volar por encima de las élites empresariales que hacen lo que les pega la gana, por la falta de un POLÍTICO –con mayúsculas– que sepa ejercer constitucionalmente el poder del gobierno federal, como intermediario y árbitro, e impedir que esos dos actores que se dan de puñetazos publicitarios dejen de dar un espectáculo mediático.
Televisa abusa imponiendo reglas en las telecomunicaciones, de a millones de pesos por la salida a cuadro de los politiquillos (uno de sus gallos para la presidencia es Peña Nieto, el despilfarrador número uno) y combatiendo a muerte a quienes considera sus enemigos (hay que darle una atenta lectura al libro del reportero Jenaro Villamil: El sexenio de Televisa, en editorial Grijalbo) y con ese doble y jugoso juego político-comercial, chantajea a diestra y siniestra. Además manipula a su antojo la información y la autocensura con motivo de su Acuerdo para dizque no exhibir la violencia entre militares-policías y narcotraficantes, mientras su programación (y la de su compañera de viaje: Tv-Azteca), es de mayor violencia de todo tipo.
A demás de un bombardeo de anuncios y recomendaciones médicas por medio de sus médicas Adela Micha y Lolita Ayala, quienes recetan a los teleadictos, con productos fuera del mínimo control sanitario. Hay que verlas, con su maquillaje televisivo, muy dueñas de sí (leyendo y asistidas por monitores y apuntadores) y no recomendando, sino totalmente asegurando que tales productos son “milagrosos” para resolver problemas ginecológicos, estomacales, intestinales y otros males que requieren, cuando menos, de un curandero.
Ellas la hacen de galenas (o sea intentan ser seguidoras del médico griego Galeno) y como hay, como nunca peste de males, quienes no se encomiendan a San Judas Tadeo, o a los yerberos, se dejan llevar por esas dos médicas y compran lo que les recomiendan. Para difundir pseudorrecetas farmacéuticas alópatas, no hay un Acuerdo entre las televisoras, por lo cual se requiere que se establezcan más controles contra la publicidad que anuncia falsedades, aunque monten en rabia los intelectuales que confunden libre comercio sin controles; pues en todos los capitalismos de libre mercado, los gobiernos intervienen. Basta con repasar las leyes y reglamentos que constituyen a los mercados, para ver que lo de libre mercado es fantasía de los neoliberales utópicos.
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