La papa caliente de Roberto Borge

Rubén Cortés

Al tomar posesión como Gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge adquirió una responsabilidad histórica en nuestra vida pública: demostrar que la Generación X de la política mexicana está capacitada para gobernar un país donde tiene 26 años la media de sus 112 millones de habitantes.

Porque Borge, a sus recién cumplidos 31 años, es el Gobernador más joven de México, no sólo en el momento actual, sino de cualquier época. Es el mejor ejemplo del acceso al poder de la Generación X, término usado para referirse a las personas nacidas a finales de los años 60’ y todos los 70’.

Por lo mismo, este joven clasemediero, nacido en Cozumel y egresado en Administración de Empresas por el TEC de Monterrey, representa a una clase política diferente y producida genuinamente por nuestra transición democrática.

Una clase política que ha viajado más que sus antecesoras; conocedora del mundo globalizado, que domina la Era Digital y es cosmopolita, universitaria, que habla idiomas, contestataria, rebelde, mediática y, en especial, menos anclada en el pasado y es mucho menos ideologizada.

Borge dejo en claro esto último con una frescura digna de su edad: no tuvo empacho en invitar a su toma de posesión al ex presidente Carlos Salinas, villano favorito de medio país, pero en quien Borge prefiere observar la innegable calidad de sus herencias como mandatario y no los errores.

Incluyente, ajeno a dogmas y liderazgos tradicionales, llamó “amigo” en su discurso al apenas ungido Gobernador de Puebla, el panista Rafael Moreno Valle, y reconoció el trabajo realizado hace 11 años como gobernador de Quintana Roo por Mario Villanueva, pese a que está preso en Estados Unidos por vínculos con el narcotráfico.

Pero no todo es discurso, ahora Borge tiene en la mano una papa caliente: mostrar a esa media de jóvenes de 26 años que según el INEGI predomina en nuestra población, que no sólo sí puede llegar a gobernar en la democracia, sino que puede ser bien gobernada por sus propios coetáneos.

Sí, una papa caliente: debe demostrar que aunque la juventud es ciertamente un divino tesoro, de cualquier manera no garantiza el talento, porque el talento no tiene edad, sino Miguel Ángel no habría podido pintar la Capilla Sixtina a los 79 años, cuando el promedio de vida en su época era de 50 años.

Por lo pronto, Borge gobierna un estado que representa un compendio de las desigualdades del país: un notorio potencial económico dado por atraer a la mitad de los 30 millones de turistas que vienen al año, y por registrar casi medio millón de habitantes en algún tipo de pobreza.

¿Pueden los jóvenes de 30 años hacerse cargo de esta situación y cambiarla?
Roberto Borge tiene la palabra.

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