La otra etapa de Eruviel Ávila

Rubén Cortés

En Eruviel Ávila, pocos candidatos tan buenos ha tenido el PRI desde Luis Donaldo Colosio: el alcalde de Ecatepec, abanderado a la gubernatura del Estado de México en las elecciones de julio, es ejemplo de mexicano hecho a sí mismo a través de la cultura del esfuerzo.

Durante el proceso para la nominación, Ávila fue hábil para contrarrestar sus orígenes proletarios con los de Alfredo del Mazo, quien lo superaba en las encuestas, pero que por su estirpe de prosapia era visto como ejemplo de los “ricos y poderosos” que siempre ganan.

El problema de ese discurso es que puede desgastarse rápido y convertirse en cliché, como es su historia del niño cobrador de camión y vidriero que se superó y hoy es candidato a Gobernador.

Resultó eficaz frente a la imagen de nieto e hijo de gobernadores y junior que aparecía en revistas del corazón como galán de una de las chicas más deseadas de México, que prevaleció en el caso Del Mazo por encima de su condición de político moderno, talentoso.

Pero ya debe intercambiarlo con otra narrativa porque el perredista Alejandro Encinas y el panista Luis Felipe Bravo Mena, sus adversarios como candidato, no poseen las características de Del Mazo, sino otras que afortunadamente para él, le favorecen todavía más.

A diferencia de Eruviel, Encinas y Bravo Mena no han realizado carrera política en el estado, pese a que ambos fueron candidatos en las elecciones locales de 1993, cuando perdieron contra el priista Emilio Chuayffet.

Ellos son aves de paso en el estado, mientras Eruviel nació, se crió, estudió y trabaja allí: fue diputado, alcalde dos veces, presidente estatal del PRI y jefe de bancada en el Congreso local.

Encinas ni siquiera tiene residencia: vive en la delegación Coyoacán del DF, según la credencial de elector con la cual votó durante las elecciones de 2009, cuya clave es ENRDAL 540511309H300.

Por eso, el hilo conductor del discurso de Eruviel debe centrarse en que él sí es del Edomex, que él sí lo conoce, que él sí cuenta allí una trayectoria: tendría que girar alrededor de “yo soy uno de ustedes”.

Es cierto que lo enunció al registrarse como precandidato único del PRI, el pasado domingo, pero a lo largo la semana de precampaña (que la ley electoral le permite hacer con únicamente los miembros de su partido) prefirió darle prioridad al discurso de sus orígenes.

Una prédica que acaba siendo difusa. Haber sido humilde no garantiza ser buen gobernante y tampoco ser decente. No olvidemos precisamente a un priista mexiquense que empezó como modesto maestro de pueblo y llegó a ser multimillonario, heredando a nuestra política una frase insultante:

“Un político pobre, es un pobre político”.

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