José Gil Olmos
El próximo 8 de mayo habrá una marcha que confluirá en el Zócalo de esta ciudad a la que los promotores han dado en llamar “Por la Paz y la Justicia”.
La idea, sin embargo, no es sólo protestar por las miles de muertes y desaparecidos que ha generado la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón, sino dar el primer paso hacia un movimiento nacional que proponga una ruta distinta para enfrentar este problema y otros que aquejan al país, y que hoy por hoy lo tienen sin rumbo, en medio de una crisis institucional.
En principio se plantea que sea una marcha silenciosa porque, explica Javier Sicilia, se trata de unirse no por el ruido y el estruendo de la protesta, sino por el dolor y la demanda de justicia de miles de familiares que han perdido a los suyos en una guerra absurda a la que nadie, salvo Calderón, convocó al sacar al Ejército a las calles sin tener una estrategia integral de empleo, salud, educación, etcétera.
“Lo único que nos puede unificar es el silencio, un caminar en paz en ese silencio de unidad que grita desde el fondo más profundo por la justicia”, preciso el poeta.
En segundo lugar la marcha no esta lanzada únicamente con el objetivo de manifestar la inconformidad y el repudio a las estrategias militar y policiaca de Calderón que ha generado muertes y violaciones a los derechos humanos, sino como el primer paso, el inicio de un movimiento nacional que de una luz de esperanza a una ciudadana cada vez más angustiada por el clima de terror y violencia que cerca de la vida cotidiana.
En tercer lugar se intenta trascender las manifestaciones que, como la del 2008, se realizó sólo en la ciudad de México, en contra de la inseguridad y los asaltos. No se trata, pues, de un ejercicio catártico para expresar sólo el enojo y el dolor de miles de deudos en medio del zócalo de la ciudad de México. En esta ocasión, se trata de dar los primeros pasos de un movimiento ciudadano que impulse nuevas formas de detener la ola de violencia en todo el país que se contabiliza en 40 mil muertos y cerca de 10 mil desaparecidos, se trata de hacer un alto en el camino y replantear el rumbo que ha perdido el país.
En este sentido, los organizadores plantean el establecimiento de un pacto nacional en el que empresarios, organizaciones sociales, iglesias, agrupaciones ciudadanas, sindicatos se sumen a la demanda de rehacer al país e iniciar un proceso de limpieza en todas aquellas instituciones, incluidos los partidos políticos, que han sido infiltrados por el crimen organizado.
Por eso la iniciativa va más allá de una marcha, la idea es empujar la firma de un pacto ciudadano por la paz en Ciudad Juárez que conlleve a la reconstrucción del país y del tejido social, algo que para muchos puede sonar romántico e idealista, pero que dadas las circunstancias en las que la violencia esta pegando a todos los sectores, ricos y pobres, poderosos y débiles, que el crimen organizado se esta apropiando de los jóvenes y de territorios del país, que esta cometiendo crímenes de los que no se tiene registro en la historia forense, resulta una necesidad apremiante la reconstrucción del estado, del gobierno y de sociedad en general.
La convocatoria lanzada por Javier Sicilia de realizar la movilización nacional y la firma de un pacto por la paz en Ciudad Juárez ha tenido resonancia entre distintos sectores y personajes.
Llama la atención que se haya sumado María Elena Morera, presidenta de Causa en Común y Eduardo Gallo, ex presidente de México Unido Contra la Delincuencia, porque se les había visto muy pegados al gobierno federal como Isabel Wallace, y ahora están del lado crítico a la estrategia militar calderonista.
Todos los días se adhieren empresarios que ha sido secuestrados o extorsionados, familias que ha perdido una hija, un hijo, un hermano, una hermana, primos, tíos, padres, madres y amigos que en esta guerra son mal llamados por el gobierno como “bajas colaterales” y que este movimiento quiere recuperar con nombre y apellido impresos en placas que habrán de fijarse en las plazas de pueblos y comunidades de todos el país para que sus nombres no sean borrados en la historia oficial.
Felipe Calderón ha dicho que estas manifestaciones deberían de ser contra los delincuentes porque son los causantes de la violencia y de las muertes, pero con eso sólo esta evadiendo su responsabilidad de que como primer mandatario y jefe de las fuerzas armadas declaró la guerra al crimen organizado sin estar preparado.
En su miopía no se da cuenta que esta manifestación es una oportunidad para dar un golpe de timón a su estrategia, de mirar y escuchar a la ciudadanía y, de algunas manera, comenzar a reparar los daños que ha ocasionado su obsesión por demostrar fuerza y legitimidad, cuando lo que necesita es mostrar inteligencia y humildad para aceptar que se equivocó y cambiar de decisión.
El próximo 8 de mayo habrá una marcha que confluirá en el Zócalo de esta ciudad a la que los promotores han dado en llamar “Por la Paz y la Justicia”.
La idea, sin embargo, no es sólo protestar por las miles de muertes y desaparecidos que ha generado la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón, sino dar el primer paso hacia un movimiento nacional que proponga una ruta distinta para enfrentar este problema y otros que aquejan al país, y que hoy por hoy lo tienen sin rumbo, en medio de una crisis institucional.
En principio se plantea que sea una marcha silenciosa porque, explica Javier Sicilia, se trata de unirse no por el ruido y el estruendo de la protesta, sino por el dolor y la demanda de justicia de miles de familiares que han perdido a los suyos en una guerra absurda a la que nadie, salvo Calderón, convocó al sacar al Ejército a las calles sin tener una estrategia integral de empleo, salud, educación, etcétera.
“Lo único que nos puede unificar es el silencio, un caminar en paz en ese silencio de unidad que grita desde el fondo más profundo por la justicia”, preciso el poeta.
En segundo lugar la marcha no esta lanzada únicamente con el objetivo de manifestar la inconformidad y el repudio a las estrategias militar y policiaca de Calderón que ha generado muertes y violaciones a los derechos humanos, sino como el primer paso, el inicio de un movimiento nacional que de una luz de esperanza a una ciudadana cada vez más angustiada por el clima de terror y violencia que cerca de la vida cotidiana.
En tercer lugar se intenta trascender las manifestaciones que, como la del 2008, se realizó sólo en la ciudad de México, en contra de la inseguridad y los asaltos. No se trata, pues, de un ejercicio catártico para expresar sólo el enojo y el dolor de miles de deudos en medio del zócalo de la ciudad de México. En esta ocasión, se trata de dar los primeros pasos de un movimiento ciudadano que impulse nuevas formas de detener la ola de violencia en todo el país que se contabiliza en 40 mil muertos y cerca de 10 mil desaparecidos, se trata de hacer un alto en el camino y replantear el rumbo que ha perdido el país.
En este sentido, los organizadores plantean el establecimiento de un pacto nacional en el que empresarios, organizaciones sociales, iglesias, agrupaciones ciudadanas, sindicatos se sumen a la demanda de rehacer al país e iniciar un proceso de limpieza en todas aquellas instituciones, incluidos los partidos políticos, que han sido infiltrados por el crimen organizado.
Por eso la iniciativa va más allá de una marcha, la idea es empujar la firma de un pacto ciudadano por la paz en Ciudad Juárez que conlleve a la reconstrucción del país y del tejido social, algo que para muchos puede sonar romántico e idealista, pero que dadas las circunstancias en las que la violencia esta pegando a todos los sectores, ricos y pobres, poderosos y débiles, que el crimen organizado se esta apropiando de los jóvenes y de territorios del país, que esta cometiendo crímenes de los que no se tiene registro en la historia forense, resulta una necesidad apremiante la reconstrucción del estado, del gobierno y de sociedad en general.
La convocatoria lanzada por Javier Sicilia de realizar la movilización nacional y la firma de un pacto por la paz en Ciudad Juárez ha tenido resonancia entre distintos sectores y personajes.
Llama la atención que se haya sumado María Elena Morera, presidenta de Causa en Común y Eduardo Gallo, ex presidente de México Unido Contra la Delincuencia, porque se les había visto muy pegados al gobierno federal como Isabel Wallace, y ahora están del lado crítico a la estrategia militar calderonista.
Todos los días se adhieren empresarios que ha sido secuestrados o extorsionados, familias que ha perdido una hija, un hijo, un hermano, una hermana, primos, tíos, padres, madres y amigos que en esta guerra son mal llamados por el gobierno como “bajas colaterales” y que este movimiento quiere recuperar con nombre y apellido impresos en placas que habrán de fijarse en las plazas de pueblos y comunidades de todos el país para que sus nombres no sean borrados en la historia oficial.
Felipe Calderón ha dicho que estas manifestaciones deberían de ser contra los delincuentes porque son los causantes de la violencia y de las muertes, pero con eso sólo esta evadiendo su responsabilidad de que como primer mandatario y jefe de las fuerzas armadas declaró la guerra al crimen organizado sin estar preparado.
En su miopía no se da cuenta que esta manifestación es una oportunidad para dar un golpe de timón a su estrategia, de mirar y escuchar a la ciudadanía y, de algunas manera, comenzar a reparar los daños que ha ocasionado su obsesión por demostrar fuerza y legitimidad, cuando lo que necesita es mostrar inteligencia y humildad para aceptar que se equivocó y cambiar de decisión.
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