Expedientes y Chantajes

Francisco Rodríguez / Índice Político

¿Cederán los priístas al chantaje? ¿Se allanarán a los deseos del ocupante de Los Pinos y del sector duro de la Secretaría de la Defensa Nacional? ¿Cambiarán impunidad por una Ley de Seguridad Nacional –cuyo dictamen estaría por aprobarse en estas horas– que, entre otras linduras, facultaría a Felipe Calderón a declarar estados de sitio o excepción que suspenden las garantías individuales?

De ceder al chantaje –revelado por Jesusa Cervantes en la edición de la revista Proceso ahora en circulación–, los priístas no merecerían ni un solo voto de los mexicanos en los comicios por venir y, muy especialmente, en los federales del 2012. ¿Para qué sufragar por ellos si, por sus componendas con lo peor del panismo –representado por Calderón y sus secuaces– resultarían, a final de cuentas, la misma porquería?

Aprobada por el Senado de la República hace poco más de un año, la minuta de Ley de Seguridad Nacional se mantuvo en la congeladora de San Lázaro todo este tiempo porque a Calderón y a la cúpula militar no gustaron los términos en los que la iniciativa fuese aprobada en la llamada Cámara Alta. Esos términos se mantuvieron durante algunos meses, hasta que, de acuerdo con la información divulgada por el semanario, se dio un viraje al seno de las filas del PRI “provocado por la amenaza del Poder Ejecutivo de dar a conocer los llamados ‘expedientes negros’ que está elaborando en contra de actuales gobernadores priístas por su presunta participación en actividades ilícitas”.

Y hasta este momento, todo parece indicar que los diputados encabezados por Francisco Rojas –a quien se liga cual dependiente político del mexiquense Enrique Peña Nieto–, dieron su brazo a torcer. Que sí cedieron al chantaje. Que sí se allanaron. Que sí negociaron impunidad… a cambio de quién sabe qué cosa, pues más que sabido es que Calderón, en lo particular, y los panistas, en general, no cumplen sus compromisos ni sus pactos. El propio Peña Nieto lo ha sufrido en carne propia, con la firma de aquel documento en el que, a cambio de que los diputados del tricolor votaran el alza al IVA, él no tendría por qué preocuparse de alianzas PAN-PRD en su entidad, lo que al cabo no sucedió merced a la acción de Andrés Manuel López Obrador, no a la falta de ganas del fallido ocupante de Los Pinos.

¿“Expedientes negros”? Prácticamente todo México sabe que Calderón los ha armado y alimentado en los últimos años. Que, en los hechos, el CISEN, las secciones militar –incluida la del Estado Mayor Presidencial– y naval de “inteligencia”, lo mismo que los de Genaro García Luna y aún los de la SIEDO de la PGR, entre otras, han dedicado más tiempo y presupuesto a esta labor de espionaje político-electorero que a aquellas en contra de la delincuencia organizada, con la que muchas ocasiones mantienen inocultables lazos de complicidad.

Ceder al chantaje al que son sometidos muestra débiles, medrosos, pequeñitos a los priístas. Sobre todo, debe insistirse, porque ni siquiera están ciertos de que Calderón no usará en su contra esos “expedientes negros”.

Y a cambio de ello le confeccionan una manga ancha a Calderón para que continúe con su loca y disparatada guerra, en la que los civiles llevamos la peor de las partes.

¿Es este “el nuevo PRI”? ¿Un partido que nada tendría que temer por el comportamiento no criminal de quienes, salidos de sus filas, ejercen cargos de elección popular?

¿Vale la pena votar por este “nuevo PRI” que, además de lo consabido, resulta timorato y de antemano vencido por Calderón?

No actúan distinto Calderón y la cúpula militar a como lo hace su desprendimiento denominado Los Zetas. Igual usan la extorsión y el chantaje a los priístas para conseguir sus muy aviesos fines: mantener controlada y atemorizada a la población, un espectro donde las derechas de todo el mundo se mueven a su antojo.

¿Estado de excepción? ¿Por qué no el primero de todos en Michoacán, entidad a la que Calderón le trae ganas –¿revancha por su derrota en 1995?– y en donde busca entronizar a su hermana mayor como gobernadora?

Por ahí fue que empezó su guerra. ¿Ahí querrá cerrar el círculo?

Todo indica que sí. Y para ello contará, si los diputados votan este día a favor de la minuta de Ley de Seguridad Pública, con la aquiescencia de una bancada priísta disminuida por el peso de los intereses de quien, dicen, va a ser su candidato a la Presidencia. ¿Para qué? ¿Para lo mismo?

Índice Flamígero: Gobernabilidad, cuotas, negociaciones, acuerdos, consenso… son nada más que eufemismos en la terminología de nuestros políticos tradicionales para tratar de ocultar el verdadero nombre de su alevosa y grosera práctica del chantaje político. La acepción que define al chantaje como “presión que, mediante amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a obrar en determinado sentido”, es la más cercana descripción de los manejos de la mayoría de nuestra clase política, la cual opera ejerciendo presión para obtener y mantener beneficios para una élite de poder: una minoría de personas que detentan el poder para mantener el statu quo en nuestra sociedad. Como Il Gattopardo, de Lampedusa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

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