Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Las consecuencias de la postulación de Eruviel Ávila como candidato del PRI al gobierno mexiquense son muchas, de desenlaces impredecibles, sobre todo por el origen de la decisión, que no fue impuesto por la realidad de las alianzas electorales, sino como parte del diseño de un proyecto para recuperar al Estado, evitar que se convierta en uno fallido, con el propósito de reencauzar al país a la transición que los panistas se negaron a instrumentar.
Me cuentan del entorno de Enrique Peña Nieto que Jesús Ortega, deseoso de cumplir con sus compromisos adquiridos con Felipe Calderón Hinojosa, presidente de todos los mexicanos, buscó afanosamente a Eruviel Ávila para tentarlo con el poder e inducirlo a romper con la disciplina y la lealtad. El entonces supuesto presidente del PRD le ofreció encabezar la alianza electoral, con el gancho de acabar con los rescoldos del grupo Atlacomulco.
Claro que el dos veces presidente municipal de Ecatepec se comportó como establecen el sentido común, lo bien nacido, la norma política y la práctica católica. Leal a su compromiso informó al gobernador Enrique Peña Nieto, quien lo instruyó para que diese largas a Jesús Ortega, para que mantuviese viva la esperanza en Felipe Calderón de que su estrategia política construida con las alianzas electorales funcionaría. Le dijo que él le avisaría del momento oportuno para negarse a aceptar convertirse en traidor.
Jesús Ortega y Felipe Calderón Hinojosa se enteraron de que no contarían con Eruviel Ávila para desplazar al PRI de la gubernatura mexiquense, en cuanto los otros precandidatos empezaron a declinar a favor del munícipe de Ecatepec. Estrategia, gambito que estuvo a punto de ocurrirle lo que al Titanic, porque Emilio Gamboa Patrón malinterpretó los hechos, y por allí declaró que Eruviel aceptaría ser candidato de la Alianza para implosionarla y dejar que ganase Alfredo del Mazo Maza. Así no estaba diseñado. O era parte del engaño. Diversas son las consecuencias políticas de esa inteligente postulación priista, diseñada más para 2012 que para julio del presente año.
Las primeras tienen relación directa con el aceleramiento de decisiones políticas y de carácter judicial asumidas desde Los Pinos. En cuanto el presidente de la República se enteró de la postulación de Eruviel Ávila, supo que las alianzas electorales no funcionarían y mantener en el poder al PAN se convertía en un desafío de alto riesgo, por lo que de inmediato decidió aceptar la renuncia de Arturo Chávez Chávez a la Procuraduría General de la República, quien la había presentado desde diciembre de 2010.
Decidió también presentar a Marisela Morales como su candidata a la PGR, con dos intenciones. La primera y de más altos vuelos, medir la aceptación de una mujer en ese cargo -no es turismo, la cancillería ni energía, se pretende evitar el control delincuencial de la política, de judicializar la elección presidencial-, en previsión de que Josefina Vázquez Mota llene las expectativas para mantener al PAN en la Presidencia de la República.
La segunda, la sentencia de 13 años a Jean Succar Kuri, pronunciada por el Juez Segundo de Distrito con sede en Quintana Roo. El pornógrafo y pederasta podría solicitar su libertad condicional, pues cumple los requisitos legales para hacerlo, al haber purgado ya más de la mitad de su sentencia, lo que podría ser útil en términos de guerra sucia durante la campaña presidencial, dadas las llamadas telefónicas grabadas entre Fidel Herrera Beltrán, Emilio Gamboa y el propio Succar Kuri.
Hacia el interior del PRI, la postulación de ese mexiquense al gobierno de su estado replantea las condiciones de la elección interna para el candidato a la Presidencia de la República. Lo que se pretende, o al menos lo que trasluce el actuar de Enrique Peña Nieto, es la necesidad de recuperar al Estado, de evitar que la nación se deshaga en las manos y quede sujeta al capricho de los poderes fácticos y de los barones de la delincuencia organizada, e impedir que la impericia administrativa y política de una década, conviertan a México en un Estado Asociado, como Puerto Rico, o peor, en un Haití.
Con Eruviel Ávila se acaba una época priista de hacer política; como advierte mi gurú, es posible, deseable que llegue el tiempo “de los hombres de honor, que exige dirigirse a ellos con cautela, sin arrogancia y sin presunción. Tiempo en el que el respeto debe pagarse con el respeto y los silencios deben interpretarse como señales. Con los modernos protagonistas todo tendrá un significado, y en su forma de comunicarse aplicarán la misma economía y eficacia que en sus métodos de administrar el poder y hacer uso constitucional de la legítima violencia del Estado.
“Los hombres de honor hablarán sólo de lo que les ataña de forma directa, responderán únicamente a preguntas específicas y preferirán guardar silencio a mentir. Un hombre de honor está absolutamente obligado a decir la verdad, y no quebrantará sus normas sino cuando lo exija el comportamiento anómalo de los demás”. Claro, la historia está por escribirse.
Las consecuencias de la postulación de Eruviel Ávila como candidato del PRI al gobierno mexiquense son muchas, de desenlaces impredecibles, sobre todo por el origen de la decisión, que no fue impuesto por la realidad de las alianzas electorales, sino como parte del diseño de un proyecto para recuperar al Estado, evitar que se convierta en uno fallido, con el propósito de reencauzar al país a la transición que los panistas se negaron a instrumentar.
Me cuentan del entorno de Enrique Peña Nieto que Jesús Ortega, deseoso de cumplir con sus compromisos adquiridos con Felipe Calderón Hinojosa, presidente de todos los mexicanos, buscó afanosamente a Eruviel Ávila para tentarlo con el poder e inducirlo a romper con la disciplina y la lealtad. El entonces supuesto presidente del PRD le ofreció encabezar la alianza electoral, con el gancho de acabar con los rescoldos del grupo Atlacomulco.
Claro que el dos veces presidente municipal de Ecatepec se comportó como establecen el sentido común, lo bien nacido, la norma política y la práctica católica. Leal a su compromiso informó al gobernador Enrique Peña Nieto, quien lo instruyó para que diese largas a Jesús Ortega, para que mantuviese viva la esperanza en Felipe Calderón de que su estrategia política construida con las alianzas electorales funcionaría. Le dijo que él le avisaría del momento oportuno para negarse a aceptar convertirse en traidor.
Jesús Ortega y Felipe Calderón Hinojosa se enteraron de que no contarían con Eruviel Ávila para desplazar al PRI de la gubernatura mexiquense, en cuanto los otros precandidatos empezaron a declinar a favor del munícipe de Ecatepec. Estrategia, gambito que estuvo a punto de ocurrirle lo que al Titanic, porque Emilio Gamboa Patrón malinterpretó los hechos, y por allí declaró que Eruviel aceptaría ser candidato de la Alianza para implosionarla y dejar que ganase Alfredo del Mazo Maza. Así no estaba diseñado. O era parte del engaño. Diversas son las consecuencias políticas de esa inteligente postulación priista, diseñada más para 2012 que para julio del presente año.
Las primeras tienen relación directa con el aceleramiento de decisiones políticas y de carácter judicial asumidas desde Los Pinos. En cuanto el presidente de la República se enteró de la postulación de Eruviel Ávila, supo que las alianzas electorales no funcionarían y mantener en el poder al PAN se convertía en un desafío de alto riesgo, por lo que de inmediato decidió aceptar la renuncia de Arturo Chávez Chávez a la Procuraduría General de la República, quien la había presentado desde diciembre de 2010.
Decidió también presentar a Marisela Morales como su candidata a la PGR, con dos intenciones. La primera y de más altos vuelos, medir la aceptación de una mujer en ese cargo -no es turismo, la cancillería ni energía, se pretende evitar el control delincuencial de la política, de judicializar la elección presidencial-, en previsión de que Josefina Vázquez Mota llene las expectativas para mantener al PAN en la Presidencia de la República.
La segunda, la sentencia de 13 años a Jean Succar Kuri, pronunciada por el Juez Segundo de Distrito con sede en Quintana Roo. El pornógrafo y pederasta podría solicitar su libertad condicional, pues cumple los requisitos legales para hacerlo, al haber purgado ya más de la mitad de su sentencia, lo que podría ser útil en términos de guerra sucia durante la campaña presidencial, dadas las llamadas telefónicas grabadas entre Fidel Herrera Beltrán, Emilio Gamboa y el propio Succar Kuri.
Hacia el interior del PRI, la postulación de ese mexiquense al gobierno de su estado replantea las condiciones de la elección interna para el candidato a la Presidencia de la República. Lo que se pretende, o al menos lo que trasluce el actuar de Enrique Peña Nieto, es la necesidad de recuperar al Estado, de evitar que la nación se deshaga en las manos y quede sujeta al capricho de los poderes fácticos y de los barones de la delincuencia organizada, e impedir que la impericia administrativa y política de una década, conviertan a México en un Estado Asociado, como Puerto Rico, o peor, en un Haití.
Con Eruviel Ávila se acaba una época priista de hacer política; como advierte mi gurú, es posible, deseable que llegue el tiempo “de los hombres de honor, que exige dirigirse a ellos con cautela, sin arrogancia y sin presunción. Tiempo en el que el respeto debe pagarse con el respeto y los silencios deben interpretarse como señales. Con los modernos protagonistas todo tendrá un significado, y en su forma de comunicarse aplicarán la misma economía y eficacia que en sus métodos de administrar el poder y hacer uso constitucional de la legítima violencia del Estado.
“Los hombres de honor hablarán sólo de lo que les ataña de forma directa, responderán únicamente a preguntas específicas y preferirán guardar silencio a mentir. Un hombre de honor está absolutamente obligado a decir la verdad, y no quebrantará sus normas sino cuando lo exija el comportamiento anómalo de los demás”. Claro, la historia está por escribirse.
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