Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
El destino de los desaparecidos y las consecuencias de que hayan sido 'borrados' de la sociedad, son temas que causan insomnio, que desequilibran el estado de ánimo de la gente común, pero para nada conmueven a las autoridades de este país ni a los integrantes de la misión de la ONU que visitaron México para conocer de ese problema y otras violaciones a los derechos humanos. Desconocen causas del hecho y futuro de los 'levantados' para no regresar. No saben la verdad, o en sus declaraciones públicas la escamotean.
A cargo de los visitadores estuvieron Jasminka Dzumhur, Osman El-Hajjé y Ariel Dulitzky; dicha misión incluyó visitar varias ciudades del país, para reunirse con funcionarios del gobierno, tanto a nivel nacional como estatal, organizaciones de la sociedad civil, familiares de desaparecidos, representantes de las agencias de la ONU y otras organizaciones internacionales. El informe final será presentado al Consejo de Derechos Humanos en 2012, cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa y los miembros de su gabinete de seguridad hayan dejado el poder o estén a punto de saltar al futuro sin red de protección, lo que de cualquier manera manchará la imagen del país.
Sostengo que no entienden, o por entender demasiado bien esconden la verdad, porque insisten en dar a las desapariciones que hoy ocurren en México, el carácter político de antaño. Persisten en su error de culpar a las mismas autoridades: las fuerzas armadas mexicanas, o las policías. Es posible que algunos de los 'borrados' hayan sido levantados por alguna autoridad, pero son los menos. Sólo toleran el tráfico de esclavos.
Los levantones de hoy no son motivados por la ideología, no se requiere de 'borrarlos' para reprimir a la oposición, no son llevados a las zonas militares ni son enterrados en casas de seguridad o cárceles administradas por el Estado; no, algunos de los levantados van de inmediato a las 'narcofosas' porque así se decidió, con el propósito de infundir miedo, desinformar y calentar la guerra entre cárteles o contra ellos. Los otros, también de inmediato, se destinan al mercado de esclavos en sus diferentes variantes: sexuales, pederastia, laborales, 'mulas' e incluso asesinos de uno u otro grupo de sicarios.
Por más que las autoridades de la secretaría de Gobernación se empeñen en desmentir la cifra dada por la misión de la ONU, hay posibilidades de sostener que tanto los mexicanos como los integrantes de dicha misión no dicen la verdad, porque los números de las organizaciones civiles de familiares de desaparecidos, notoriamente las de Nuevo León, Coahuila, Durango y Tamaulipas, suman más que los tres mil supuestamente 'borrados' por quítame estas pajas.
Lo cierto es que, como lo escribe John Connolly, las autoridades y muchos de los integrantes de la sociedad ya no 'creen en el mal, sino sólo en actos malvados que pueden explicarse mediante las ciencias de la mente. El mal no existe, y creer en él es sucumbir a la superstición, como cuando uno mira debajo de la cama por la noche o tiene miedo a la oscuridad. Pero hay individuos para quienes no encontramos respuestas fáciles, que hacen el mal porque son así, porque son malvados.
'Es fácil extraviarse en la oscuridad cuando se vive en los márgenes de la vida moderna, y una vez estamos perdidos y solos, hay cosas que nos aguardan donde no hay luz. Nuestros antepasados no se equivocaban en sus supersticiones: hay motivos para temer la oscuridad.
'… La maldad se remontaba a los orígenes de nuestra especie. Una tradición de maldad discurría bajo toda la existencia humana igual que las cloacas bajo una ciudad, y esa maldad proseguía incluso después de destruirse uno de los elementos que la constituían…>
Allí está también esa oscuridad referida por Hannah Arendt, idéntica a la que determina la toma de decisiones políticas, a la que impuso la guerra presidencial contra los cárteles, a la que hizo del consumo de estupefacientes un mercado imprescindible para la economía 'formal' de muchas naciones, entre ellas la nuestra. Oscuridad similar a la manera de administrar Pemex y la corrupción e impunidad que ese recurso no renovable impuso en México, o a la que determina los levantones para alimentar el tráfico de esclavos en todas sus modalidades. No es trata, es mercado de seres humanos, es mercado de esclavos, y a él están destinados muchos de los desaparecidos.
El destino de los desaparecidos y las consecuencias de que hayan sido 'borrados' de la sociedad, son temas que causan insomnio, que desequilibran el estado de ánimo de la gente común, pero para nada conmueven a las autoridades de este país ni a los integrantes de la misión de la ONU que visitaron México para conocer de ese problema y otras violaciones a los derechos humanos. Desconocen causas del hecho y futuro de los 'levantados' para no regresar. No saben la verdad, o en sus declaraciones públicas la escamotean.
A cargo de los visitadores estuvieron Jasminka Dzumhur, Osman El-Hajjé y Ariel Dulitzky; dicha misión incluyó visitar varias ciudades del país, para reunirse con funcionarios del gobierno, tanto a nivel nacional como estatal, organizaciones de la sociedad civil, familiares de desaparecidos, representantes de las agencias de la ONU y otras organizaciones internacionales. El informe final será presentado al Consejo de Derechos Humanos en 2012, cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa y los miembros de su gabinete de seguridad hayan dejado el poder o estén a punto de saltar al futuro sin red de protección, lo que de cualquier manera manchará la imagen del país.
Sostengo que no entienden, o por entender demasiado bien esconden la verdad, porque insisten en dar a las desapariciones que hoy ocurren en México, el carácter político de antaño. Persisten en su error de culpar a las mismas autoridades: las fuerzas armadas mexicanas, o las policías. Es posible que algunos de los 'borrados' hayan sido levantados por alguna autoridad, pero son los menos. Sólo toleran el tráfico de esclavos.
Los levantones de hoy no son motivados por la ideología, no se requiere de 'borrarlos' para reprimir a la oposición, no son llevados a las zonas militares ni son enterrados en casas de seguridad o cárceles administradas por el Estado; no, algunos de los levantados van de inmediato a las 'narcofosas' porque así se decidió, con el propósito de infundir miedo, desinformar y calentar la guerra entre cárteles o contra ellos. Los otros, también de inmediato, se destinan al mercado de esclavos en sus diferentes variantes: sexuales, pederastia, laborales, 'mulas' e incluso asesinos de uno u otro grupo de sicarios.
Por más que las autoridades de la secretaría de Gobernación se empeñen en desmentir la cifra dada por la misión de la ONU, hay posibilidades de sostener que tanto los mexicanos como los integrantes de dicha misión no dicen la verdad, porque los números de las organizaciones civiles de familiares de desaparecidos, notoriamente las de Nuevo León, Coahuila, Durango y Tamaulipas, suman más que los tres mil supuestamente 'borrados' por quítame estas pajas.
Lo cierto es que, como lo escribe John Connolly, las autoridades y muchos de los integrantes de la sociedad ya no 'creen en el mal, sino sólo en actos malvados que pueden explicarse mediante las ciencias de la mente. El mal no existe, y creer en él es sucumbir a la superstición, como cuando uno mira debajo de la cama por la noche o tiene miedo a la oscuridad. Pero hay individuos para quienes no encontramos respuestas fáciles, que hacen el mal porque son así, porque son malvados.
'Es fácil extraviarse en la oscuridad cuando se vive en los márgenes de la vida moderna, y una vez estamos perdidos y solos, hay cosas que nos aguardan donde no hay luz. Nuestros antepasados no se equivocaban en sus supersticiones: hay motivos para temer la oscuridad.
'… La maldad se remontaba a los orígenes de nuestra especie. Una tradición de maldad discurría bajo toda la existencia humana igual que las cloacas bajo una ciudad, y esa maldad proseguía incluso después de destruirse uno de los elementos que la constituían…>
Allí está también esa oscuridad referida por Hannah Arendt, idéntica a la que determina la toma de decisiones políticas, a la que impuso la guerra presidencial contra los cárteles, a la que hizo del consumo de estupefacientes un mercado imprescindible para la economía 'formal' de muchas naciones, entre ellas la nuestra. Oscuridad similar a la manera de administrar Pemex y la corrupción e impunidad que ese recurso no renovable impuso en México, o a la que determina los levantones para alimentar el tráfico de esclavos en todas sus modalidades. No es trata, es mercado de seres humanos, es mercado de esclavos, y a él están destinados muchos de los desaparecidos.
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