Jesús Cantú
Casi 80% de los más de 250 mil mexiquenses que acudieron a la consulta sobre la alianza entre el PAN y el PRD para disputar la gubernatura del Estado de México apoyaron la realización de la misma; sin embargo, la suerte de dicha alianza todavía no está sellada, y en estos momentos parece muy difícil que se concrete por las manifiestas diferencias entre los grupos perredistas.
Haber hecho que 250 mil 985 ciudadanos participaran en la consulta no es un logro menor. Para dar una idea de la magnitud de la tarea, probablemente la comparación más precisa debe hacerse con la elección de la dirigencia priista el 24 de febrero de 2002, cuando el entonces gobernador Arturo Montiel operó con todo el aparato gubernamental en favor de Beatriz Paredes para derrotar a Roberto Madrazo, y pudo movilizar a 431 mil 927 mexiquenses a las urnas.
No hace falta analizar detalladamente el desequilibrio de los recursos que Montiel utilizó en aquel momento y los que ahora tenían a su alcance las organizaciones ciudadanas que prepararon la consulta, ni siquiera si se suman los que pudieron aportar los panistas y perredistas desplazados de sus bastiones en las elecciones de 2009, pues aun así la diferencia entre uno y otro ejercicio no es desproporcionada. Sin embargo, aunque no puede minimizarse la expresión de un cuarto de millón de mexiquenses, tampoco significa obtener el triunfo en la elección del próximo 3 de julio.
Mientras tanto, es un hecho que el Consejo Estatal del Partido de la Revolución Democrática en el Estado de México refrendará su apoyo a la alianza con el Partido Acción Nacional. Luis Sánchez, el dirigente estatal del PRD, declaró el miércoles 30 de marzo que llevarán al Consejo Estatal la propuesta de alianza con el blanquiazul y aseguró que lograrían más de 70% de votos aprobatorios. Pero aun si no consiguen ese porcentaje, dicho órgano ratificará la decisión que ya tomó en el pasado, en virtud de que los estatutos del PRD no establecen que en dicha instancia se requiera de una mayoría calificada de las dos terceras partes. Pero la decisión final recaerá en el Consejo Nacional perredista, cuyo estatuto señala en su artículo 307: “Los Consejos Estatales, una vez aprobada la propuesta de política de alianzas, coaliciones y candidaturas comunes, deberán remitirla al Comité Ejecutivo Nacional para su aprobación por un mínimo de dos terceras partes…”.
Es decir, en este caso tienen que obtener el voto aprobatorio de las dos terceras partes de los consejeros. Y aquí es casi imposible que lo logren, pues en el Consejo del 19 de febrero de este año, cuando autorizaron la realización de la consulta, lo hicieron con 129 votos a favor y 72 en contra, lo que significa 64% de los votos favorables, es decir, les faltaron cinco para alcanzar las dos terceras partes.
Por lo que se refiere a la elección de la dirigencia nacional, Jesús Zambrano logró 154 votos, que representaron 50% de los consejeros presentes; Dolores Padierna, 111, 36%; y Armando Ríos Piter, 43, el restante 14%. Y si el análisis se hace a través de los consejeros afines a cada una de las corrientes, los votos se reparten así: 55% a favor de las alianzas; 32% abiertamente en contra, y el restante 13% sería el que puede moverse para uno u otro lado. No obstante, dado el respaldo público que Marcelo Ebrard le brindó a Alejandro Encinas, quien ya reiteró que no aceptará ser postulado en una alianza con el PAN, no parece viable que apoyen la alianza.
Además de este obstáculo, los tiempos apremian, pues el Consejo Estatal perredista está citado para el 10 de abril, y una vez que esta instancia tome la decisión deberá remitirse al Consejo Nacional para que haga lo propio, lo cual amplía el plazo para la decisión final. Con estos tiempos, el PRD tendrá los resultados a mediados de abril, cuando, de acuerdo con el Código Electoral, ya no se pueden realizar precampañas. Y aunque todavía tienen hasta la primera decena de mayo para hacer el registro del candidato, se complica el proceso de selección, pues no puede trascender a la comunidad.
De hecho, en estos momentos, tanto el PAN como el PRD tienen en marcha sus procedimientos internos de selección. El PAN ya decidió ir con Luis Felipe Bravo Mena, mientras que en el PRD se inscribieron cinco precandidatos, entre ellos Encinas, y están en precampaña. No resultará fácil, en consecuencia, lograr un acuerdo para definir quién de los dos candidatos abandera una alianza, sobre todo cuando no puede hacerse en forma abierta.
El PAN estaría listo en estos momentos para concretar la alianza e iniciar un proceso de selección abierto, pero el PRD todavía tiene que desahogar sus procedimientos internos que, más allá de que difícilmente conducirían a la aprobación de la alianza, representan obstáculos para cumplir con los tiempos estipulados tras la reforma al Código Electoral del Estado de México.
Además de que todo indica que la alianza no se concretará, cualquiera que sea su desenlace, el procedimiento dejará múltiples daños en el interior del PRD, si no la franca ruptura entre los dos grupos. Por lo mismo, sus posibilidades de triunfo se verán reducidas. La precampaña de Encinas ya dejó claro que su confianza y apoyo se encuentra en el Grupo de Acción Política, el cual disputa el poder en el Estado de México al de Alternativa Democrática Nacional, que actualmente tiene la presidencia estatal.
Contrasta esta lucha interna con el consenso que, en la víspera de la consulta de la alianza, impuso el gobernador Enrique Peña Nieto para definir la candidatura priista: cinco precandidatos (Luis Videgaray, Ernesto Nemer, Azucena Olivares y Alfredo del Mazo Maza, quienes abiertamente habían manifestado su interés en ser los abanderados; y Ricardo Aguilar, quien aspiraba calladamente) aceptaron dicha decisión, se disciplinaron y manifestaron su apoyo a Eruviel Ávila, alcalde con licencia de Ecatepec. La decisión de Peña Nieto significó desplazar al llamado Grupo Atlacomulco, e incluso a su primo Del Mazo, pero garantizó la unidad partidista, que estaba en riesgo de no haber sido Ávila el ungido.
El resultado de la consulta ciudadana colocó al PRD frente a su primera encrucijada, y hasta hoy, aunque nuevamente evite la ruptura, todo indica que no saldrá bien librado, ya que las distancias entre los grupos siguen ensanchándose y, al menos en el Estado de México, no es previsible un resultado electoral favorable.
Casi 80% de los más de 250 mil mexiquenses que acudieron a la consulta sobre la alianza entre el PAN y el PRD para disputar la gubernatura del Estado de México apoyaron la realización de la misma; sin embargo, la suerte de dicha alianza todavía no está sellada, y en estos momentos parece muy difícil que se concrete por las manifiestas diferencias entre los grupos perredistas.
Haber hecho que 250 mil 985 ciudadanos participaran en la consulta no es un logro menor. Para dar una idea de la magnitud de la tarea, probablemente la comparación más precisa debe hacerse con la elección de la dirigencia priista el 24 de febrero de 2002, cuando el entonces gobernador Arturo Montiel operó con todo el aparato gubernamental en favor de Beatriz Paredes para derrotar a Roberto Madrazo, y pudo movilizar a 431 mil 927 mexiquenses a las urnas.
No hace falta analizar detalladamente el desequilibrio de los recursos que Montiel utilizó en aquel momento y los que ahora tenían a su alcance las organizaciones ciudadanas que prepararon la consulta, ni siquiera si se suman los que pudieron aportar los panistas y perredistas desplazados de sus bastiones en las elecciones de 2009, pues aun así la diferencia entre uno y otro ejercicio no es desproporcionada. Sin embargo, aunque no puede minimizarse la expresión de un cuarto de millón de mexiquenses, tampoco significa obtener el triunfo en la elección del próximo 3 de julio.
Mientras tanto, es un hecho que el Consejo Estatal del Partido de la Revolución Democrática en el Estado de México refrendará su apoyo a la alianza con el Partido Acción Nacional. Luis Sánchez, el dirigente estatal del PRD, declaró el miércoles 30 de marzo que llevarán al Consejo Estatal la propuesta de alianza con el blanquiazul y aseguró que lograrían más de 70% de votos aprobatorios. Pero aun si no consiguen ese porcentaje, dicho órgano ratificará la decisión que ya tomó en el pasado, en virtud de que los estatutos del PRD no establecen que en dicha instancia se requiera de una mayoría calificada de las dos terceras partes. Pero la decisión final recaerá en el Consejo Nacional perredista, cuyo estatuto señala en su artículo 307: “Los Consejos Estatales, una vez aprobada la propuesta de política de alianzas, coaliciones y candidaturas comunes, deberán remitirla al Comité Ejecutivo Nacional para su aprobación por un mínimo de dos terceras partes…”.
Es decir, en este caso tienen que obtener el voto aprobatorio de las dos terceras partes de los consejeros. Y aquí es casi imposible que lo logren, pues en el Consejo del 19 de febrero de este año, cuando autorizaron la realización de la consulta, lo hicieron con 129 votos a favor y 72 en contra, lo que significa 64% de los votos favorables, es decir, les faltaron cinco para alcanzar las dos terceras partes.
Por lo que se refiere a la elección de la dirigencia nacional, Jesús Zambrano logró 154 votos, que representaron 50% de los consejeros presentes; Dolores Padierna, 111, 36%; y Armando Ríos Piter, 43, el restante 14%. Y si el análisis se hace a través de los consejeros afines a cada una de las corrientes, los votos se reparten así: 55% a favor de las alianzas; 32% abiertamente en contra, y el restante 13% sería el que puede moverse para uno u otro lado. No obstante, dado el respaldo público que Marcelo Ebrard le brindó a Alejandro Encinas, quien ya reiteró que no aceptará ser postulado en una alianza con el PAN, no parece viable que apoyen la alianza.
Además de este obstáculo, los tiempos apremian, pues el Consejo Estatal perredista está citado para el 10 de abril, y una vez que esta instancia tome la decisión deberá remitirse al Consejo Nacional para que haga lo propio, lo cual amplía el plazo para la decisión final. Con estos tiempos, el PRD tendrá los resultados a mediados de abril, cuando, de acuerdo con el Código Electoral, ya no se pueden realizar precampañas. Y aunque todavía tienen hasta la primera decena de mayo para hacer el registro del candidato, se complica el proceso de selección, pues no puede trascender a la comunidad.
De hecho, en estos momentos, tanto el PAN como el PRD tienen en marcha sus procedimientos internos de selección. El PAN ya decidió ir con Luis Felipe Bravo Mena, mientras que en el PRD se inscribieron cinco precandidatos, entre ellos Encinas, y están en precampaña. No resultará fácil, en consecuencia, lograr un acuerdo para definir quién de los dos candidatos abandera una alianza, sobre todo cuando no puede hacerse en forma abierta.
El PAN estaría listo en estos momentos para concretar la alianza e iniciar un proceso de selección abierto, pero el PRD todavía tiene que desahogar sus procedimientos internos que, más allá de que difícilmente conducirían a la aprobación de la alianza, representan obstáculos para cumplir con los tiempos estipulados tras la reforma al Código Electoral del Estado de México.
Además de que todo indica que la alianza no se concretará, cualquiera que sea su desenlace, el procedimiento dejará múltiples daños en el interior del PRD, si no la franca ruptura entre los dos grupos. Por lo mismo, sus posibilidades de triunfo se verán reducidas. La precampaña de Encinas ya dejó claro que su confianza y apoyo se encuentra en el Grupo de Acción Política, el cual disputa el poder en el Estado de México al de Alternativa Democrática Nacional, que actualmente tiene la presidencia estatal.
Contrasta esta lucha interna con el consenso que, en la víspera de la consulta de la alianza, impuso el gobernador Enrique Peña Nieto para definir la candidatura priista: cinco precandidatos (Luis Videgaray, Ernesto Nemer, Azucena Olivares y Alfredo del Mazo Maza, quienes abiertamente habían manifestado su interés en ser los abanderados; y Ricardo Aguilar, quien aspiraba calladamente) aceptaron dicha decisión, se disciplinaron y manifestaron su apoyo a Eruviel Ávila, alcalde con licencia de Ecatepec. La decisión de Peña Nieto significó desplazar al llamado Grupo Atlacomulco, e incluso a su primo Del Mazo, pero garantizó la unidad partidista, que estaba en riesgo de no haber sido Ávila el ungido.
El resultado de la consulta ciudadana colocó al PRD frente a su primera encrucijada, y hasta hoy, aunque nuevamente evite la ruptura, todo indica que no saldrá bien librado, ya que las distancias entre los grupos siguen ensanchándose y, al menos en el Estado de México, no es previsible un resultado electoral favorable.
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