Martha Anaya / Crónica de Política
Los priistas la agarraron contra el diputado panista Javier Corral. Lo señalaron, lo acusaron, se mofaron de él y de Josefina Vázquez Mota y lo convirtieron en el “perro del mal”.
Según Alfonso Navarrete Prida –y cuanto priista tocaba el tema en la Cámara de Diputados–, era Corral el causante de que no se lograra sacar adelante la reforma a la Ley de Seguridad Nacional.
Que al no declinar el turno de la Comisión de Gobernación que preside el panista, entonces no había manera de dictaminarla en la sola Comisión de Defensa Nacional y no habría tiempo entonces para aprobarla en este periodo.
Tal era la razón, según Navarrete Prida, por la que no saldría la reforma a la Ley de Seguridad Nacional. Porque –¡figúrense!–, no podían pasar por encima del reglamento de la Cámara.
La verdad es que todo era una farsa de los priistas.
Lo que realmente ocurrió ayer en la Cámara de Diputados es que, durante la reunión privada que sostuvo la banca del PRI, buena parte de sus legisladores se manifestó en contra del dictamen preparado por el mexiquense Navarrete Prida –aún y cuando le hizo más de cincuenta cambios a la versión original—y porque hubo línea de Toluca.
¿Por qué el cambio de señales por parte de Enrique Peña Nieto para sacar adelante esa ley?
Las fuertes críticas que levantó el documento. La presencia en la mismísima Cámara de Diputados de líderes sociales –como el padre Solalinde y el escritor Javier Sicilia—y varias organizaciones civiles que se siguen sumando a su posición desde distintos rumbos– para rechazar esa “ley maldita y asesina”
El costo político que les significaría a los mexiquenses aprobar esta ley, y particularmente en estos momentos en que están por realizarse las elecciones para gobernador en el Edomex, sería altísimo.
Así que desde Toluca se decidió bajar el tema. Navarrete Prida y Francisco Rojas, hace unos días tan puestos y decididos a sacar adelante como fuere esta Ley, cambiaron su discurso y –para evitar mostrar las verdaderas razones del cambio de señales—buscaron su chivo expiatorio: Javier Corral.
¡Y a darle bien y bonito!.
No sólo por sor su oposición a declinar el turno de la Comisión preside, sino por abrirle las puertas a las organizaciones civiles para exponer sus puntos de vista sobre la reforma a la Ley de Seguridad Nacional que pretendían los mexiquenses, sino porque hasta les había colgado una enorme manta a las afueras del edificio principal de San Lázaro reclamándoles su letargo y sus tácticas dilatorias para aprobar la reforma laboral.
Fue tal el golpeteo en cuanta declaración hacían los priistas que Javier Corral tonó los micrófonos para decirle al coordinador de los diputados del PRI, el mexiquense Francisco Rojas que “la estrategia de hacerme perro del mal ante las Fuerzas Armadas no les va a resultar”.
Caído pues, por ahora, el intento por aprobar la Ley de Seguridad Nacional al estilo mexiquense –entre sus modificaciones incluían permitir que el Ejército y la Marina realizara labores de inteligencia y contrainteligencia, recabar información de la ciudadanía en retenes, espionaje telefónico con previa autorización judicial, y permanecer con operativos de combate al narcotráfico todo el tiempo que el presidente de la República lo considerara necesario—los priistas mandaron de paso a la congeladora la minuta sobre la Reforma Política enviada por la Cámara de Senadores.
El ambiente era tal en san Lázaro ayer –con el trasfondo en todo momento del golpeteo entre los seguidores de Peña Nieto y de Manlio Fabio Beltrones–, que un priista resumía lo que ahí se vivía como “ruindad política”.
Y como “víctima colateral”, Javier Corral terminaba convertido en “el perro del mal”.
Los priistas la agarraron contra el diputado panista Javier Corral. Lo señalaron, lo acusaron, se mofaron de él y de Josefina Vázquez Mota y lo convirtieron en el “perro del mal”.
Según Alfonso Navarrete Prida –y cuanto priista tocaba el tema en la Cámara de Diputados–, era Corral el causante de que no se lograra sacar adelante la reforma a la Ley de Seguridad Nacional.
Que al no declinar el turno de la Comisión de Gobernación que preside el panista, entonces no había manera de dictaminarla en la sola Comisión de Defensa Nacional y no habría tiempo entonces para aprobarla en este periodo.
Tal era la razón, según Navarrete Prida, por la que no saldría la reforma a la Ley de Seguridad Nacional. Porque –¡figúrense!–, no podían pasar por encima del reglamento de la Cámara.
La verdad es que todo era una farsa de los priistas.
Lo que realmente ocurrió ayer en la Cámara de Diputados es que, durante la reunión privada que sostuvo la banca del PRI, buena parte de sus legisladores se manifestó en contra del dictamen preparado por el mexiquense Navarrete Prida –aún y cuando le hizo más de cincuenta cambios a la versión original—y porque hubo línea de Toluca.
¿Por qué el cambio de señales por parte de Enrique Peña Nieto para sacar adelante esa ley?
Las fuertes críticas que levantó el documento. La presencia en la mismísima Cámara de Diputados de líderes sociales –como el padre Solalinde y el escritor Javier Sicilia—y varias organizaciones civiles que se siguen sumando a su posición desde distintos rumbos– para rechazar esa “ley maldita y asesina”
El costo político que les significaría a los mexiquenses aprobar esta ley, y particularmente en estos momentos en que están por realizarse las elecciones para gobernador en el Edomex, sería altísimo.
Así que desde Toluca se decidió bajar el tema. Navarrete Prida y Francisco Rojas, hace unos días tan puestos y decididos a sacar adelante como fuere esta Ley, cambiaron su discurso y –para evitar mostrar las verdaderas razones del cambio de señales—buscaron su chivo expiatorio: Javier Corral.
¡Y a darle bien y bonito!.
No sólo por sor su oposición a declinar el turno de la Comisión preside, sino por abrirle las puertas a las organizaciones civiles para exponer sus puntos de vista sobre la reforma a la Ley de Seguridad Nacional que pretendían los mexiquenses, sino porque hasta les había colgado una enorme manta a las afueras del edificio principal de San Lázaro reclamándoles su letargo y sus tácticas dilatorias para aprobar la reforma laboral.
Fue tal el golpeteo en cuanta declaración hacían los priistas que Javier Corral tonó los micrófonos para decirle al coordinador de los diputados del PRI, el mexiquense Francisco Rojas que “la estrategia de hacerme perro del mal ante las Fuerzas Armadas no les va a resultar”.
Caído pues, por ahora, el intento por aprobar la Ley de Seguridad Nacional al estilo mexiquense –entre sus modificaciones incluían permitir que el Ejército y la Marina realizara labores de inteligencia y contrainteligencia, recabar información de la ciudadanía en retenes, espionaje telefónico con previa autorización judicial, y permanecer con operativos de combate al narcotráfico todo el tiempo que el presidente de la República lo considerara necesario—los priistas mandaron de paso a la congeladora la minuta sobre la Reforma Política enviada por la Cámara de Senadores.
El ambiente era tal en san Lázaro ayer –con el trasfondo en todo momento del golpeteo entre los seguidores de Peña Nieto y de Manlio Fabio Beltrones–, que un priista resumía lo que ahí se vivía como “ruindad política”.
Y como “víctima colateral”, Javier Corral terminaba convertido en “el perro del mal”.
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