El misterioso señor David Martínez

Wilbert Torre / El Universal | publicado el 13 de noviembre de 2006

Todo lo que rodea a David Martínez Guzmán parece estar cubierto por un velo insondable... Sin embargo, algo queda muy claro para los galeristas de arte, los corredores de bienes raíces y los anfitriones del restaurante Le Cirque en Nueva York: es multimillonario

NUEVA YORK. — En una ciudad en donde el arte y los bienes raíces son un espectáculo público, hay un personaje fantasmal que tiene de cabeza a muchos neoyorquinos, que tratan de desvelar el misterio, alimentado por su largo silencio, de si en efecto David Martínez Guzmán compró o no la pintura Número 5 de Jackson Pollock, un pintor abstracto influido por Siqueiros y Orozco.

Pero hay otros neoyorquinos no deslumbrados por la reciente adquisición de un cuadro que costó 140 millones de dólares, y que han conocido al financiero regiomontano hace tiempo, quien por cierto mandó un comunicado para desmentir la compra. Entre ellos se encuentran las galerías de arte de Manhattan, o los corredores de bienes raíces, o inclusive algunos de los legendarios restaurantes, como Le Cirque, donde contra su rígido protocolo es atendido, cuantas veces desee, sin la rigurosa corbata.

De hecho, este mexicano multimillonario da muy pocas señales de serlo. Aunque vive fundamentalmente en Londres, mantiene un par de pisos en Nueva York, sin ninguna ostentación de choferes o escoltas, pues suele utilizar el metro, y el personal sólo necesario para la logística casera. Tampoco tiene avión propio y para sus vuelos transatlánticos o a casa, donde siempre cena en Navidad con su madre en Monterrey, utiliza aerolíneas comerciales.

Martínez Guzmán es hoy una historia de éxito. Hijo de Manuel Martínez y María Guzmán, no nació en sábanas de seda. Su padre trabajaba en negocios de maderas y aceites que le permitía una vida nada fuera de lo normal, hasta que recibió una sustantiva herencia.

La cacería pasó a ser parte fundamental de los hombres de la familia, aunque quien siempre se destacó fue su hermano Manuel. Su poca destreza a la cacería y nada de afección por los deportes propició que siempre fuera maltratado por su padre, y comparado negativamente con su hermano.

En la escuela, era diferente. Toda su educación en el Instituto Irlandés de Monterrey fue un estudiante modelo, sin bajar jamás del segundo lugar, mínimo, de calificación. Tímido y sin ningún interés por formar pareja, decidió marcharse a Roma donde ingresó al seminario de los Legionarios de Cristo. Duró seis meses.

Esa vida no era la suya. Regresó a Monterrey e ingresó al Instituto Tecnológico de Estudios Superiores a estudiar ingeniería.

Quiso entrar a trabajar a varias empresas regiomontanas, donde fue sistemáticamente rechazado porque no consideraban que su personalidad estuviera lo suficientemente definida para las responsabilidades de las compañías en una sociedad conservadora. David Martínez, volvió a empacar su maleta.

Le solicitó al padre de un amigo un préstamo y con él se fue a estudiar la maestría en Negocios en la Universidad de Harvard, acumulando créditos académicos y construyendo el networking que después le sería de gran utilidad. Sin contemplar oportunidades reales para él en Monterrey, le solicitó entonces a su abuela 300 mil dólares para iniciar un negocio en Nueva York. Antes de cumplir medio año de residencia en Manhattan, comenzó a sorprender a sus familiares y allegados. Por principio de cuentas, le pagó a su abuela y al padre de su amigo los préstamos, con los intereses incluidos. Martínez Guzmán, ya sabían, había arrancado una vida en el sector financiero en la capital financiera del mundo.

Visión correcta
La carrera financiera de David Martínez Guzmán ha despertado mucha especulación.
“El origen del dinero que maneja, así como la operación de Martínez, son unos de los secretos mejor guardados”, escribió recientemente el especialista en negocios Lucio Di Matteo. “Bajo el nombre Fintech operan tres fondos distintos (Advisory, Media y Mobile), pero también aparece ligado Fimex International Limited. Ninguno de ellos tiene logo ni página web”.

Sin embargo, dentro de los más altos círculos financieros, es un hombre que, a sus 48 años, tiene una reputación muy bien cimentada.

Se especializó en la compra de empresas en quiebra que ponía a funcionar y luego vendía. Pero también comenzó a comprar pasivos de otras empresas, como la de Cydsa, donde actualmente es dueño de la mayoría de la deuda de esa empresa, una de las que lo despreció cuando más joven, y a la que vigila de cerca para evitar equivocaciones en su plan de negocios.

Pero lo que más le ha dado prestigio es la forma como ha logrado conjuntar inversionistas que rescatan a países en crisis financieras. En una ocasión fue el artífice de la renegociación de la deuda de Brasil, y en otro, de acuerdo con personas que lo conocen, realizó una operación de rescate urgente que le demoró dos horas, y por lo cual le pagaron una comisión de 40 millones de dólares.

Su nombre comenzó a salir al público cuando en el verano de 2003 adquirió dos departamentos en un piso completo de la fortaleza inmobiliaria más emergente de Manhattan: las Torres Warner, en la esquina suroeste del Central Park, frente a la glorieta de Cristóbal Colón, que es la sede del conglomerado America On Line, propietaria de Time Warner que, a su vez, es propietaria de la cadena CNN. Este doble rascacielos que tiene un exquisito centro comercial y una enorme escultura de Botero en su lobby, también es casa de millonarios que han pagado precios estrambóticos por poseer un apartamento y sede de los restaurantes más sofisticados y caros de Manhattan.

Ricky Martin, la estrella latina de la música más reconocida en el mundo anglosajón, pagó 7 millones de dólares por su propio departamento. Martínez Guzmán decidió comprar uno para él, y otro para su mayordomo, en 42.5 millones de dólares sin incluir las reformas a los pisos o los muebles, en el piso 76 de las torres que se levantan a 229 metros de altura.

Sin hacer ruido, Martínez se había hecho del departamento que en 2003 fue tasado como el más costoso en Nueva York, una ciudad en donde los precios de los bienes raíces pueden ser demenciales. Pero Martínez no paró ahí: contrató al afamado arquitecto Peter Marino para rediseñar sus apartamentos con ventanas panorámicas y otros lujos significativos. “Martínez tomó posesión del apartamento en agosto de 2003, pero hay personas que han visto la unidad en espacio crudo. Una persona entera da de los planes del financiero mexicano dijo que pretendía instalar una piscina reflejante en el centro de living room. Tenía planes para un acuario gigante, pero fue desechado ante las dificultades para reforzar el piso.

“El señor Martínez y su arquitecto no devolvieron llamadas para dar detalles del proyecto”, informó The New York Times en aquellos días.

Nadie ha podido confirmar si construyó esa piscina reflejante en su piso. Pero lo que sí han señalado quienes han visitado el departamento es que contiene una de las colecciones de cuadros más impresionantes que haya tenido un mexicano y que la pared que divide la zona social de la casa de las alcobas, es una hermosa pared de plata. La revelación de la compra de ese piso fue la primera noticia estridente que los neoyorquinos tuvieron sobre este hombre nacido en Monterrey.

“En ese tiempo el señor Martínez recibía llamadas y concedía entrevistas sobre sus negocios. Pero desde hace un par de años se acabaron las entrevistas. Su vida y sus negocios son un misterio”, dijo un escritor especializado en negocios que entrevistó una decena de ocasiones al financiero mexicano; las conversaciones siempre fueron telefónicas.

“Hable tantas veces con él que cada vez que lo hacía me imaginaba un rostro diferente”, dijo el periodista. Pero no sólo su rostro es desconocido.

El hombre invisible
Todo lo que rodea a Martínez parece estar en vuelto por un velo insondable: varios vecinos de las lujosas torres dicen que nunca lo han conocido. Un par de guardias de esos que visten traje y guantes blancos en Nueva York dicen que creen haberlo visto salir a caminar, en jeans y un saco sport.

Las élites de Nueva York tampoco reconocen a ese hombre con un estilo de vida envidiable, aun para los estándares neoyorquinos.

Tan sólo existe una fotografía que ha circulado después de que comenzó a especularse que era el personaje que había pagado 140 millones de dólares por una pintura de Pollock.

Pero esa fotografía ni siquiera llega a ser absoluta: Martínez Guzmán está de perfil, viste una camisa a cuadros obscura y un saco azul. Sus labios están ligeramente levantados, como si estuviera cantando. Su rostro es moreno, su cabello negro, ligeramente entrecano, y alcanza a apreciarse un mentón verdoso que anuncia una barba cerrada.
No es una novedad que David Martínez se conduzca con una secrecía casi obsesiva: en la primavera de 2005 visitó una afamada galería de Manhattan.

Era una de esas visitas a las que está habitúa do cuando se encuentra en Nueva York. Esa ocasión compró un cuadro que podría haber rebasado los 300 mil dólares y cuando descubrió en el mismo sitio a tres conocidos, de súbito se marchó.

“Diría que Martínez se puso nervioso. Resultaba claro que le incomodó ser visto”, dijo una de las personas que atestiguó el episodio.

Nada de gusto debe haberle dado que salieran detalles de la compra del óleo de Pollock. Tampoco debe haber gustado en Monterrey, cuando súbitamente la familia adquirió tal notoriedad.

De alguna manera habrá un cambio en la vida de este regio que cada año le cambia el auto a su madre, le paga viajes y la atiende, al igual que a sus hermanas, a quienes les envía una mesada. De su hermano Manuel, nada. Ni un peso.

Ni una atención. Quizás, todo esto será parte de una conversación renovada cuando el 24 de diciembre próximo, como cada año, David Martínez Guzmán llegue a Monterrey para la cena navideña.

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