Via Viceland Today
El 26 de marzo del 2011, sentó un precedente para la Gran Bretaña; medio millón de seres humanos, aunque fuera por solo 12 horas, tomaron el control de la capital, instalaron un muy temporal pero legítimo consejo ciudadano, y pidieron un cambio de régimen. Todo esto, sin una zona libre de vuelos sancionada por las Naciones Unidas. Los helicópteros sobrevolaban el lugar como moscas supervisando un pedazo de mierda, y muchos de nosotros nos preocupábamos por una colisión en el aire, mientras intentaban conseguir las mejores tomas para las noticias. Y otros, en cambio, eran helicópteros de la policía, que buscaban a personas como yo.
La asociación de sindicatos esperaba a 100,000 personas. Nosotros, la carne de cañón, acostumbrados al Londres de un sábado por la tarde, esperábamos medio millón. Y esas personas no estaban ahí para ir de compras. Yo llegué temprano; había cosas serias y no muy serias que hacer: desde unirme al guía psicodélico en Trafalgar para repartir flores y abrazos, hasta asegurarme que nuestros pasamontañas fueran usados antes de que el equipo de inteligencia llegara y nos grabara para sus nefastas bases de datos.
Mi primer probada de esta mega protesta fue afuera de Parliament Square a medio día; la policía (ya ladrando órdenes) nos dio direcciones kafkianas para que permaneciéramos a salvo, obligándonos a tomar largas desviaciones para llegar a una calle en la que ya casi estábamos.
Nos rodearon pronto mientras protestábamos en voz alta de que podíamos caminar por donde se nos diera la gana, aunque la verdad es que no podíamos. Estos sirvientes de chamarra fluorescente venían con juguetes para dañar; gas pimienta, bastones con plomadas, y pistolas inmobilizadoras. De anteriores experiencias, también sabíamos que estos policías están entrenados en “técnicas de coacción a través de dolor” (en otras palabras, tortura).
Para las 12:30, la masa principal de la protesta se fue de Victoria Embankment hacia Trafalgar. El ánimo era más jovial, y hasta las pancartas eran para toda la familia. Hasta que lleguó el Black Bloc.
No son un grupo específico per se, sino un grupo táctico (vestidos de negro de cabeza a los pies, para que sea más difícil identificarlos en las grabaciones). Solía odiar a estos anarquistas, incluso temía que fueran oposición controlada o provocadores, ya que se la pasan destruyendo bancos y restaurantes de comida rápida. Pero después de estudiar sus acciones, me identifico y estoy en completo acuerdo de sus acciones directas en contra de la esclavitud. Alguien tiene que hacer lo que ellos hacen; no hay que olvidar que todos somos humanos y que a veces un acto destructivo puede ser el más grande acto de amor.
Leí que la asociación de sindicatos ha condenado toda la violencia. Honestamente pienso que su portavoz está siendo políticamente correcto. En el fondo pienso que querían decir: “Nos gustaría agradecerle al Black Bloc por conseguirnos prensa mundial; mucho más que el ondear una bandera o algunos cantos nos hubieran conseguido”.
La policía del amor, mi propio ejército feudal, había estado planeando para este día. Nuestros intentos de restaurar un poco de sanidad a este país fueron recompensados con una cola policíaca de dos hombres durante todo el día. Un era medio gordito, y casi me sentía mal cuando corríamos por la calle Regent y el oxígeno de libertad llenaba nuestros pulmones, pero mi simpatía fue poca, ya que uno de mis muchos espías los escuchó comentando sobre mis mensajes de texto y llamadas más recientes. El pinche gordo estaba monitoreando mi teléfono. Supongo que estas son las nuevas tácticas que la policía había dicho que usaría en el evento.
A las 13:00, tomamos el McDonald’s de Leicester Square, en un intento por liberar a los volteadores de hamburguesas. Desafortunadamente, les “encantaba” mucho como para unirse a nosotros. Media hora después, hicimos que cerrara la principal tienda de calzado den Picadilly Circus. Me comenzaron a llegar mensajes de personas diciendo: “Te vimos en las noticias”. Esos malditos helicópteros.
Para las 15:00, el centro de Londres se había transformado y tuve flashbacks de mi tiempo no-muy-agradable en Toronto durante el G20 de 2010. La policía metropolitana perdió el control del área, mientras irrumpía y destruía Fortnum & Mason (¡Salí en la tele!) y los oficiales sacaron un formato Sección 60 (búsqueda de armas) para controlarnos.
Después, entre risas y aullidos, terminamos frente el Hotel Ritz. La gente lanzaba ladrillos a través de las ventanas y destruía las puertas con martillos. Para cuando nos retiramos, el hotel más famoso de Inglaterra, parecía que había sido invadido por hippies durante años.
De ahí, nos movimos a Downing Street, donde di un discurso por megáfono con una tetera en mi mano. Momentos después, fui lanzado al suelo por un grupo de oficiales. Me quitaron mi pasamontañas y revisaron mi mochila. Mis amigos trataron de luchar contra la policía, pero no lo lograron; nos atraparon y éramos menos, habíamos invitado a una emboscada. Le dije a la policía que lo único que encontrarían en mi mochila eran mis intenciones revolucionarias y mi cepillo de dientes. En otro aspecto muy surreal de las cosas, sentí una increíble ola de perdón por el hombre que vestía el uniforme. Nos abrazamos una vez que me regresó mis cosas, sus ojos estaban rojos con lágrimas de frustración.
Mientras el sol se ocultaba en una Trafalgar Square completamente ocupada, recibimos tweets de nuestros compañeros de Oxford Street, los anarquistas: los héroes de la insurrección del 26 de Marzo. Podía usar otras 880 palabras aplaudiendo sus acciones, pero probablemente es más económico solo decir que realmente hicieron mierda todo.
¿Quitamos a los psicópatas del poder? No. Pero lo que sí hicimos fue mandar un mensaje a esos que están tan a gusto con su poder patrocinado por el Estado. El mensaje leía:
“CUIDADO CON QUE TAN DURO NOS JODEN. PORQUE ESTA VÍCTIMA ESTA LISTA PARA VENGARSE”.
Y así continuamos. Hacia una Tierra libre. Nos vemos todo en la próxima. Por favor vistan de negro.
Texto: Charlie Veitch; Foto: Henry Langston
El 26 de marzo del 2011, sentó un precedente para la Gran Bretaña; medio millón de seres humanos, aunque fuera por solo 12 horas, tomaron el control de la capital, instalaron un muy temporal pero legítimo consejo ciudadano, y pidieron un cambio de régimen. Todo esto, sin una zona libre de vuelos sancionada por las Naciones Unidas. Los helicópteros sobrevolaban el lugar como moscas supervisando un pedazo de mierda, y muchos de nosotros nos preocupábamos por una colisión en el aire, mientras intentaban conseguir las mejores tomas para las noticias. Y otros, en cambio, eran helicópteros de la policía, que buscaban a personas como yo.
La asociación de sindicatos esperaba a 100,000 personas. Nosotros, la carne de cañón, acostumbrados al Londres de un sábado por la tarde, esperábamos medio millón. Y esas personas no estaban ahí para ir de compras. Yo llegué temprano; había cosas serias y no muy serias que hacer: desde unirme al guía psicodélico en Trafalgar para repartir flores y abrazos, hasta asegurarme que nuestros pasamontañas fueran usados antes de que el equipo de inteligencia llegara y nos grabara para sus nefastas bases de datos.
Mi primer probada de esta mega protesta fue afuera de Parliament Square a medio día; la policía (ya ladrando órdenes) nos dio direcciones kafkianas para que permaneciéramos a salvo, obligándonos a tomar largas desviaciones para llegar a una calle en la que ya casi estábamos.
Nos rodearon pronto mientras protestábamos en voz alta de que podíamos caminar por donde se nos diera la gana, aunque la verdad es que no podíamos. Estos sirvientes de chamarra fluorescente venían con juguetes para dañar; gas pimienta, bastones con plomadas, y pistolas inmobilizadoras. De anteriores experiencias, también sabíamos que estos policías están entrenados en “técnicas de coacción a través de dolor” (en otras palabras, tortura).
Para las 12:30, la masa principal de la protesta se fue de Victoria Embankment hacia Trafalgar. El ánimo era más jovial, y hasta las pancartas eran para toda la familia. Hasta que lleguó el Black Bloc.
No son un grupo específico per se, sino un grupo táctico (vestidos de negro de cabeza a los pies, para que sea más difícil identificarlos en las grabaciones). Solía odiar a estos anarquistas, incluso temía que fueran oposición controlada o provocadores, ya que se la pasan destruyendo bancos y restaurantes de comida rápida. Pero después de estudiar sus acciones, me identifico y estoy en completo acuerdo de sus acciones directas en contra de la esclavitud. Alguien tiene que hacer lo que ellos hacen; no hay que olvidar que todos somos humanos y que a veces un acto destructivo puede ser el más grande acto de amor.
Leí que la asociación de sindicatos ha condenado toda la violencia. Honestamente pienso que su portavoz está siendo políticamente correcto. En el fondo pienso que querían decir: “Nos gustaría agradecerle al Black Bloc por conseguirnos prensa mundial; mucho más que el ondear una bandera o algunos cantos nos hubieran conseguido”.
La policía del amor, mi propio ejército feudal, había estado planeando para este día. Nuestros intentos de restaurar un poco de sanidad a este país fueron recompensados con una cola policíaca de dos hombres durante todo el día. Un era medio gordito, y casi me sentía mal cuando corríamos por la calle Regent y el oxígeno de libertad llenaba nuestros pulmones, pero mi simpatía fue poca, ya que uno de mis muchos espías los escuchó comentando sobre mis mensajes de texto y llamadas más recientes. El pinche gordo estaba monitoreando mi teléfono. Supongo que estas son las nuevas tácticas que la policía había dicho que usaría en el evento.
A las 13:00, tomamos el McDonald’s de Leicester Square, en un intento por liberar a los volteadores de hamburguesas. Desafortunadamente, les “encantaba” mucho como para unirse a nosotros. Media hora después, hicimos que cerrara la principal tienda de calzado den Picadilly Circus. Me comenzaron a llegar mensajes de personas diciendo: “Te vimos en las noticias”. Esos malditos helicópteros.
Para las 15:00, el centro de Londres se había transformado y tuve flashbacks de mi tiempo no-muy-agradable en Toronto durante el G20 de 2010. La policía metropolitana perdió el control del área, mientras irrumpía y destruía Fortnum & Mason (¡Salí en la tele!) y los oficiales sacaron un formato Sección 60 (búsqueda de armas) para controlarnos.
Después, entre risas y aullidos, terminamos frente el Hotel Ritz. La gente lanzaba ladrillos a través de las ventanas y destruía las puertas con martillos. Para cuando nos retiramos, el hotel más famoso de Inglaterra, parecía que había sido invadido por hippies durante años.
De ahí, nos movimos a Downing Street, donde di un discurso por megáfono con una tetera en mi mano. Momentos después, fui lanzado al suelo por un grupo de oficiales. Me quitaron mi pasamontañas y revisaron mi mochila. Mis amigos trataron de luchar contra la policía, pero no lo lograron; nos atraparon y éramos menos, habíamos invitado a una emboscada. Le dije a la policía que lo único que encontrarían en mi mochila eran mis intenciones revolucionarias y mi cepillo de dientes. En otro aspecto muy surreal de las cosas, sentí una increíble ola de perdón por el hombre que vestía el uniforme. Nos abrazamos una vez que me regresó mis cosas, sus ojos estaban rojos con lágrimas de frustración.
Mientras el sol se ocultaba en una Trafalgar Square completamente ocupada, recibimos tweets de nuestros compañeros de Oxford Street, los anarquistas: los héroes de la insurrección del 26 de Marzo. Podía usar otras 880 palabras aplaudiendo sus acciones, pero probablemente es más económico solo decir que realmente hicieron mierda todo.
¿Quitamos a los psicópatas del poder? No. Pero lo que sí hicimos fue mandar un mensaje a esos que están tan a gusto con su poder patrocinado por el Estado. El mensaje leía:
“CUIDADO CON QUE TAN DURO NOS JODEN. PORQUE ESTA VÍCTIMA ESTA LISTA PARA VENGARSE”.
Y así continuamos. Hacia una Tierra libre. Nos vemos todo en la próxima. Por favor vistan de negro.
Texto: Charlie Veitch; Foto: Henry Langston
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