Calderón al Vaticano para la canonización

Álvaro Cepeda Neri

La señora o señorita Alejandra Sota, nueva estrella de Los Pinos (síntesis de la triada: Mouriño-Nava-Bravo Mena), envió un boletín informativo para justificar el viaje de placer religioso del señor Calderón a la Ciudad del Vaticano, para asistir a la canonización de Juan Pablo II (de quien el abusador de niños Marcial Maciel fue asesor y gestor de fondos económicos). Quiso argumentar que el viaje VTP (viaje todo pagado, con dineros de un pueblo que apenas la mitad es católico), es por motivos de laicidad… ¿de laicidad? Se nota a leguas que la asistente presidencial no sabe ni jota lo que significa Estado laico y que es la convivencia de todas las iglesias sometidas al imperio de la ley y la reglamentaria del Art. 130, prohíbe a los funcionarios de todos los niveles acudir a ceremonias religiosas de cualquier iglesia.

Mal pretexto el de Calderón para ausentarse, precisamente, el Día del Trabajo en que por las calles de todo el país marcharán los trabajadores, mucho muy divididos, entre organizaciones venales y otras más o menos consecuentes con la tragedia obrera, para cuestionar las políticas públicas y privadas que tienen a casi 35 millones en empleos con alguna formalidad, pero la mayoría sin las prestaciones conquistadas. Si desde el priismo decadente de 1982, los trabajadores venían de mal en peor, en la década panista son esclavos de patrones que se frotan las manos con el capitalismo salvaje y la protección gubernamental.

La beatificación papal, para distraer a sus fieles respecto a los abusos de sus ministros, violando sexualmente a niños y jóvenes, ha sido el pretexto del PAN y los calderonistas para que su jefe e inquilino de Los Pinos se ausente del país, mientras éste se queda a cargo de algunos diputados del ala extrema de El Yunque, y de la facción que se reúne con la organización político-religiosa de la casa sobre la roca, cuyo presidente dirige el INAP. Facción a la que Calderón le ha dado manga ancha para infiltrarse en el gobierno federal y de los estados panistas.

Los trabajadores que se han ido de comerciantes-vendedores por las calles y que suman 24 millones (denominados informales) y los 35 que aún conservan sus plazas en empresas, fábricas, minas, etc., son suficientes como para que en una unión (no en una unidad, como en la antigüedad), podrían recurrir a la huelga general contra el mal gobierno calderonista y los abusos patronales. Y entonces ni con padresnuestros ni con idas al Vaticano para la bendición papal (el actual Papa militó en las juventudes nazis), sería suficiente para impedir los reclamos y demandas laborales. Los trabajadores, este uno de mayo, como los que protestaron y fueron sangrientamente reprimidos en 1886 en Chicago, no tienen más opción que exigir sus conquistas canceladas y demandar nuevas reivindicaciones sociales. Y más ahora cuando pende sobre ellos la amenaza de más contrarreformas a la ya sin vigencia Ley del Trabajo. La Nación no tiene más alternativa que: con los trabajadores o contra ellos.

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