Arturo Loría
Algunos de los principales periódicos de la capital del país (El Universal y el Reforma incluidos) y del resto del país amanecieron con una interesante declaración en primera plana: “Todo México habla de Telcel”. Curiosa modificación a la anterior frase publicitaria de la compañía de telefonía móvil que aseguraba que todo México era territorio suyo.
Éste es tan sólo un paso más en la ya declarada guerra entre el empresario Carlos Slim y sus distintas empresas contra el duopolio televisivo conformado por Televisa y TV Azteca.
Desde el primero de febrero de este año que se hizo público que toda empresa relacionada con Grupo Carso y Slim retiraba su publicidad de Televisa, se comenzaron a ver los indicios de una guerra sucia, misma que podría considerarse declarada con el retiro, semanas después, de la publicidad de esta empresa de los canales de TV Azteca.
El primer paso por parte del Duopolio fue comenzar a transmitir un spot televisivo en el que, tras atestiguar los avatares de una mujer en cuanto a telefonía tanto fija como móvil, nos informaban que las tarifas tanto de Telcel como Telmex, comparadas con las de otros países, eran injustas para los mexicanos.
El spot era adjudicado a la Cámara Nacional de la Industria de la Televisión por Cable, sin embargo, algo nos decía que no sólo la Canitec estaba detrás de esto.
Slim decidió responder con una serie de cintillos de escueto diseño que rezaban: “Duopolio televisivo ataca para evitar competencia en TV: Telmex” publicados en periódicos como Reforma, El Universal y La Jornada. Esta acción se vio acompañada por las cuatro denuncias que, por esos días, Telmex presentó ante la Comisión Federal de Competencia (CFC) en contra de Televisa, Televisión Azteca y diversas cableras, bajo la acusación de prácticas monopólicas, colusión y exclusión, entre muchas faltas a la Ley Federal de Competencia.
Para terminar de formalizar estas acusaciones, el miércoles 9 de marzo, Telmex y Televisa presentaron una denuncia ante la Comisión Federal de Competencia (CFC) que acusaba a la empresa de Telefonía móvil de lo mismo: prácticas monopólicas.
Resulta interesante, pues, que tres gigantes de las telecomunicaciones se acusen entre sí de una misma práctica que llevan años haciendo, de las que todos estamos al tanto y que, hasta ahora, han decidido reconocer: los monopolios.
Hay que analizar también los medios que cada uno ha elegido: mientras Televisa y TV Azteca se sirven de sus propias herramientas, así como de desplegados periodísticos, ante la falta de una pantalla televisiva Slim ha tenido que recurrir tanto a los medios más antiguos como a los más actuales: los periódicos y el Internet.
Esta guerra sucia que recuerda al “López Obrador, un peligro para México” de hace unos años o a las acusaciones de Televisa contra Reforma y Proceso del año pasado, parece que no tendrá un final próximo. Y mucho menos, con la afirmación hecha hoy por Telcel.
Será interesante ver qué pasa en los siguientes meses en esta guerra de estatutos y declaraciones que, más que defender la causa de cada uno de sus acusadores, sólo consigue evidenciar una verdad por todos conocida.
Algunos de los principales periódicos de la capital del país (El Universal y el Reforma incluidos) y del resto del país amanecieron con una interesante declaración en primera plana: “Todo México habla de Telcel”. Curiosa modificación a la anterior frase publicitaria de la compañía de telefonía móvil que aseguraba que todo México era territorio suyo.
Éste es tan sólo un paso más en la ya declarada guerra entre el empresario Carlos Slim y sus distintas empresas contra el duopolio televisivo conformado por Televisa y TV Azteca.
Desde el primero de febrero de este año que se hizo público que toda empresa relacionada con Grupo Carso y Slim retiraba su publicidad de Televisa, se comenzaron a ver los indicios de una guerra sucia, misma que podría considerarse declarada con el retiro, semanas después, de la publicidad de esta empresa de los canales de TV Azteca.
El primer paso por parte del Duopolio fue comenzar a transmitir un spot televisivo en el que, tras atestiguar los avatares de una mujer en cuanto a telefonía tanto fija como móvil, nos informaban que las tarifas tanto de Telcel como Telmex, comparadas con las de otros países, eran injustas para los mexicanos.
El spot era adjudicado a la Cámara Nacional de la Industria de la Televisión por Cable, sin embargo, algo nos decía que no sólo la Canitec estaba detrás de esto.
Slim decidió responder con una serie de cintillos de escueto diseño que rezaban: “Duopolio televisivo ataca para evitar competencia en TV: Telmex” publicados en periódicos como Reforma, El Universal y La Jornada. Esta acción se vio acompañada por las cuatro denuncias que, por esos días, Telmex presentó ante la Comisión Federal de Competencia (CFC) en contra de Televisa, Televisión Azteca y diversas cableras, bajo la acusación de prácticas monopólicas, colusión y exclusión, entre muchas faltas a la Ley Federal de Competencia.
Para terminar de formalizar estas acusaciones, el miércoles 9 de marzo, Telmex y Televisa presentaron una denuncia ante la Comisión Federal de Competencia (CFC) que acusaba a la empresa de Telefonía móvil de lo mismo: prácticas monopólicas.
Resulta interesante, pues, que tres gigantes de las telecomunicaciones se acusen entre sí de una misma práctica que llevan años haciendo, de las que todos estamos al tanto y que, hasta ahora, han decidido reconocer: los monopolios.
Hay que analizar también los medios que cada uno ha elegido: mientras Televisa y TV Azteca se sirven de sus propias herramientas, así como de desplegados periodísticos, ante la falta de una pantalla televisiva Slim ha tenido que recurrir tanto a los medios más antiguos como a los más actuales: los periódicos y el Internet.
Esta guerra sucia que recuerda al “López Obrador, un peligro para México” de hace unos años o a las acusaciones de Televisa contra Reforma y Proceso del año pasado, parece que no tendrá un final próximo. Y mucho menos, con la afirmación hecha hoy por Telcel.
Será interesante ver qué pasa en los siguientes meses en esta guerra de estatutos y declaraciones que, más que defender la causa de cada uno de sus acusadores, sólo consigue evidenciar una verdad por todos conocida.
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