Slim: el millonario omnipresente

El empresario mexicano posee una fortuna equivalente al 7% del PIB de su país. Las ‘telecos’ son el plato fuerte de su imperio. Tras el Estado, es el principal empleador de México.

María Verza


El mexicano Carlos Slim Helú, el hombre más rico del mundo por segundo año consecutivo, según Forbes, es omnipresente en su país. Un habitante del centro histórico de la capital debe a Slim la restauración de su edificio, acude a desayunar al Sanborns de su barrio (propiedad de Slim), donde aprovecha y paga su factura de teléfono e Internet de Telmex (de Slim) y recarga el saldo de su móvil Telcel (de Slim). Si necesita ir de compras, se acerca a un Sears (de Slim) donde le atrae un anillo para su novia (quizás de las minas de oro o plata de Frisco, de Slim), pasa por las oficinas de Inbursa (de Slim) para renovar sus seguros o financiación, antes de visitar el Museo Soumaya (de Slim) y luego acudir a la universidad (becado por Slim) y allí consultar su email prodigy.mx (de Slim) fumándose un Marlboro (con acciones de Slim) antes de ir a trabajar por la noche en una de las 200 compañías que Slim o su familia poseen.

“La riqueza debe servir para crear más riqueza”, afirma este magnate de 71 años, hijo de emigrantes libaneses que siembra más expectación en cualquier acto que el propio presidente de México. Y no es para menos. Su poder económico y su influencia no sólo se deben a su fortuna, la mayor del mundo y valorada por Forbes en 74.000 millones de dólares (equivalente al 7% del PIB mexicano), sino a que, además, es el principal empleador del país tras el Estado.

Por delante de Gates

En el último año, su capital aumentó en 21.000 millones (casi la misma cifra que le separa del segundo más rico, el fundador de Microsoft, Bill Gates) gracias a la diversificación de sus actividades y su inversión en sectores estratégicos.

“Pero lo importante no son las cifras, sino lo que haces y cómo lo haces”, insistía en diciembre en el programa de Larry King. Y Slim, un ingeniero civil que antes de licenciarse ya daba clases en la principal universidad pública de México, la UNAM, hace bien todo lo que tenga que ver con números, tal vez porque de niño al recibir la paga del domingo su padre le obligaba a tener al día una libreta con sus gastos y ahorros, o quizás porque lleva invirtiendo desde los 12 años, cuando con su primera chequera compró acciones del Banco Nacional de México.

Industria, comercio, minería, alimentación, tabaco, hoteles, servicios financieros… su dinero llega a todas partes, sobre todo a través del Grupo Carso, cuyos pilares levantó con sólo 25 años. Pero son las telecomunicaciones su joya de la corona, “el sistema nervioso de la civilización actual” y en las que este año prevé invertir 8.300 millones de dólares.

Slim Helú, padre de seis hijos que han tomado las riendas de las principales empresas, devoto esposo de la fallecida Soumaya Domit, gran amigo del ex presidente Felipe González y defensor a ultranza de la familia, el esfuerzo y de que el dinero no da la felicidad, es a veces criticado por sus prácticas monopolísticas y le acusaron de recibir favores del Gobierno de Carlos Salinas de Gortari durante la privatización de Telmex.

Intocable

Pero Slim no está mal visto entre los mexicanos, tal vez por sus muchas acciones altruistas (en educación, salud o deportes), por sus discursos nacionalistas frente a los vecinos del norte, o porque los medios de comunicación le consideran intocable, algo que, a juzgar por sus palabras, también debe pensar el crimen organizado, porque dice que nunca tuvo problemas con ellos.

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