Ciudad de México— Después de tres años de conflictos internos, las corrientes del PRD están de acuerdo en algo: su partido está a punto de la ruptura.
Este semanario solicitó un balance sobre la dirigencia de Jesús Ortega Martínez a sus aliados de Nueva Izquierda (NI), Foro Nuevo Sol (FSN) y Alianza Democrática Nacional (ADN), así como a sus adversarios de Izquierda Social (IS), Izquierda Democrática Nacional (IDN) y Grupo de Acción Política (GAP); asimismo, pidió la opinión de integrantes de la Comisión Política Nacional.
Dirigentes de estos grupos ofrecieron su versión, pero el propio Ortega se negó a responder a la petición. En un intento de obtener la versión del coordinador nacional de Nueva Izquierda, Luis Miguel Barbosa, comenzó a declarar: “Es un balance exitoso. Porque llevó al partido… Bueno, hay diferentes formas… Mejor deja preparar la respuesta porque es muy complejo y sería más responsable…, así no comienzo a elucubrar cosas”, pidió. Y enseguida apagó su Nextel.
Prácticamente todos los entrevistados reconocen que la división interna comenzó en 2006, después de la controvertida elección presidencial, y afirman que se recrudeció en 2008, cuando Ortega asumió la dirigencia gracias a la igualmente cuestionada resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Durante la gestión de Ortega el PRD descendió a tercera fuerza política del Legislativo: bajó del 28.99% al 12.9% en las preferencias electorales durante 2008 y dejó de gobernar a 8 millones de mexicanos.
Como esta merma puso en peligro su registro en algunos estados y municipios, el coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México (Dia), Manuel Camacho Solís, le planteó a Ortega que la única salida era una alianza electoral con el PAN, su oponente ideológico y al que los perredistas acusaron de robarles la Presidencia en 2006.
En 2008, durante ocho meses los perredistas se enfrascaron en un jaloneo por el control del aparato partidista. El 12 de noviembre de 2008 Jesús Ortega fue declarado dirigente nacional por el TEPJF en su tercer intento de presidir el PRD.
Tal fue el encono de sus adversarios que el presidente nacional del PRD no podía pararse en el templete junto a Alejandro Encinas, su oponente que siempre acompaña a López Obrador en las concentraciones del zócalo capitalino para protestar por el alza de precios, la reforma petrolera, la corrupción de la mafia en el poder y otros temas.
La palabra “ruptura” comenzó a oírse con frecuencia en las discusiones de los perredistas y los dirigentes optaron por buscar una “salida negociada”, como llaman a sus acuerdos al margen de los estatutos. En ese entonces hablaron de “refundación” y hasta realizaron un congreso para realizarla, a fin de llegar a las elecciones intermedias de 2009 bajo la consigna de la unidad.
En consultas de opinión elaboradas por Consultoría Buendía & Laredo y Mitofsky se consideraba al partido “conflictivo, corrupto y populista”. Pero para recomponer esta imagen no bastó la estrategia electoral de Ortega, con sus spots donde la niña “Mariana” “cocinaba un nuevo PRD” y aquellos en que el dirigente pidió perdón a la ciudadanía por las disputas internas.
Pero Ortega decidió prescindir del Frente Amplio Progresista (FAP, formado por el PRD con el PT y Convergencia) en los comicios para renovar la Cámara de Diputados, alrededor de 14 gubernaturas y las correspondientes presidencias municipales y congresos locales.
El resultado fue desastroso. En julio de 2009 el PRD bajó del 28.99% al 12.9% de las preferencias electorales y dejó de gobernar a 8 millones de mexicanos. Volvieron a ser la tercera fuerza política del país tres años después de que con la coalición Por el Bien de Todos obtuvieran los mejores resultados de sus 20 años de existencia y llegaran al umbral de la Presidencia de la República.
En la Cámara de Diputados sólo ganó 39 curules de mayoría y 32 plurinominales; perdieron importantes distritos en el Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Tabasco e incluso en el Distrito Federal; y de julio de 2008 al mismo mes de 2009 el PRD pasó de encabezar 409 municipios a 346, y de gobernar a 25 millones 400 mil mexicanos a sólo 17 millones 855 mil.
En otros estados le fue peor: en Campeche cayó al sexto lugar, en Baja California, Colima, Chihuahua, Durango, Nuevo León y Sinaloa, al quinto; en Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Yucatán, al cuarto; en Chiapas, Guerrero, Nayarit y Tabasco quedó en segundo lugar. Sólo mantuvo el primer lugar en Michoacán, el Distrito Federal, Zacatecas y Baja California Sur. Estas dos últimas entidades dejó de gobernarlas en 2010 y 2011, respectivamente.
De acuerdo con la dirigencia nacional de Ortega, en 2010 su partido “ganó” en alianza con el PAN los gobiernos de Oaxaca, Sinaloa y Puebla; el problema es que ninguno de esos gobernadores es perredista. Ángel Aguirre, quien ganó la elección de Guerrero bajo el membrete del PRD en enero pasado, es un priista que suplió en el cargo a Rubén Figueroa, destituido del cargo por la masacre de campesinos en Aguas Blancas.
Frente a estos datos, Ortega presumió de un logro: que durante su gestión se afiliaron al PRD un millón 342 mil 902 personas. Así lo estableció
el informe de resultados de la Revisión del padrón de militantes del Partido de la Revolución Democrática en la base de datos del Padrón Electoral y Lista Nominal del Registro Federal de Electores. Según ese documento, en dicho padrón se registraron inconsistencias que después se subsanaron.
La mano de Calderón
Para Dolores Padierna, dirigente de la IDN, el PRD se encuentra en la “más grave crisis en 22 años de vida” y ésta es “definitoria”. La integrante de la Comisión Política Nacional reconoce que esta situación comenzó en 2006 y apunta que desembocó en la actual contraposición de NI y ADN, que negociaron con el gobierno “usurpador” de Calderón, y los lopezobradoristas que se mantienen al margen de esta relación, congregados en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Padierna recuerda que el senador perredista Héctor Bautista –aspirante a la gubernatura del Estado de México y miembro de ADN– se reunió con Felipe Calderón después de realizar una huelga de hambre para gestionar programas sociales, cuando los perredistas tenían un plantón en la avenida Reforma de la Ciudad de México. “Desde entonces el gobierno federal tiene metida la mano en el PRD y cada vez con mayor margen de maniobra”, señala Padierna.
David Cervantes, de IS, señala que “el resultado más grave (de la gestión de Jesús Ortega) es haber derechizado al partido, lo cual llevó al partido a una grave crisis”.
Admite que tras las elecciones de 2009 los perredistas querían refundar su organización, pero considera que las alianzas con la derecha profundizaron el conflicto interno y lo convirtieron en una de las crisis más graves de su historia. Culpa de esto a la dirigencia encabezada por Ortega, ya que en su opinión claudicó en los objetivos que dieron origen al partido y así “logró la división no sólo de las izquierdas que militan en el PRD sino de las izquierdas del país”.
El dirigente de GAP, Higinio Martínez, es contundente. Para él, Ortega deja a un PRD “dividido como jamás no había estado desde que se fundó” y postrado, porque no hay un solo perredista que en su gestión haya ganado una gubernatura.
Otro de sus “logros” –dice con ironía– es que “decidió tomar su camino para hacer alianzas con Felipe Calderón a fin de frenar las aspiraciones presidenciales de Andrés Manuel López Obrador, no para minar el camino del priista Enrique Peña Nieto a la Presidencia, como dicen Ortega y el coordinador del Dia, Manuel Camacho Solís”.
El expresidente municipal de Texcoco sostiene que tanto Ortega como Camacho eligieron el camino de la “traición”, desdibujando la izquierda del mapa electoral. Por ello, señala que para el GAP el PRD sí está a punto de la ruptura, pues no ve cómo se pueda lograr un entendimiento con Ortega y sus aliados.
En opinión de Martínez, si el próximo 19 de marzo, cuando se elija a la nueva dirigencia, Nueva Izquierda quiere seguir controlando al partido sin cambiar la política de alianzas con la derecha, “no hay futuro del PRD” y muchos militantes abandonarán este partido para avocarse al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) encabezado por López Obrador.
Ricardo Ruiz, quien también es miembro de la Comisión Política Nacional, sostiene que esta crisis deriva de que los acuerdos con el gobierno federal que asumió Jesús Ortega pesaron más que las decisiones de los órganos partidistas. “Otro punto fue el estilo: en las elecciones de 2009 confió demasiado en la visión mercadotécnica y se destiñó la plataforma de partido”.
A decir de Ruiz, la confianza de Ortega en la política de alianzas con el PAN se explica por su intención de entregar buenas cuentas. Sin embargo, apunta, el resultado fue el contrario: el PRD está viviendo momentos de escasa credibilidad y con la posibilidad de sufrir una ruptura.
Zambrano: “Me dan lástima”
A su vez Martha Dalia Gástelum, de IRM, opina que Ortega tuvo momentos negativos y positivos al frente del PRD, pero el solo hecho de que llegara a la dirigencia es un parteaguas: “Por primera vez el líder máximo o moral, o el caudillo o la personalidad del partido, no impuso al presidente, sino que las fuerzas del partido, las corrientes mayoritarias, lograron imponer como presidente a Ortega”. No menciona que su designación fue resultado de una resolución del TEPJF.
No obstante, reconoce que la designación de Ortega como dirigente detonó los problemas en el perredismo, los cuales se recrudecieron “cuando Andrés Manuel hizo campaña para otros partidos y el PRD cayó al 12% de las preferencias electorales”. Por eso, para ella López Obrador y Ortega son igualmente responsables de la crisis partidista.
“Hasta ahorita las elecciones que llevamos son un empate técnico, porque ganamos una y perdemos otra, pero la dirigencia será exitosa dependiendo de cómo se resuelva la elección en el Estado de México”, comenta.
Para el diputado federal perredista y compañero de Ortega en la corriente NI, Jesús Zambrano, Ortega está entregando buenas cuentas con elecciones ganadas en coalición en Guerrero, Oaxaca, Puebla y Sinaloa, aunque con la pérdida de Zacatecas y Baja California Sur. Con todo, afirma: “No tengo ninguna duda que el saldo es positivo”.
Dice que el PRD está en un escenario de necesaria definición sobre qué tipo de izquierda quieren los perredistas para el país.
–¿Considera que su partido enfrenta un riesgo de ruptura?
–Bueno, el riesgo ha estado desde que llegamos a la dirección del partido con Jesús Ortega, hace tres años, latente, como gotas de agua sobre una roca.
Zambrano sostiene que esta pelea interna tiene como trasfondo la candidatura presidencial para 2012, en la que, afirma, Andrés Manuel López Obrador está aferrado a encabezar la lucha por la presidencia a como dé lugar y por eso le “estorba” una dirigencia como la de Ortega, “que piensa con cabeza propia”.
No menciona que en 2009 le tocó a Jesús Ortega recibir las renuncias de dos de sus compañeros de NI a su militancia partidista: Ruth Zavaleta y René Arce. De todas formas afirma que si hay una ruptura no será porque la propicie NI: la “ruptura de facto” la planteó López Obrador al “pintar su raya” con el PRD y pretende regenerarlo con una campaña de odio porque sus dirigentes no piensan igual que él.
Añade que la dirigencia de ese partido tomó decisiones institucionales aunque NI, con ADN y FNS son mayoritarias en consejos, en congresos y en la Comisión Política Nacional. “Y si nos acusan de ser mayoría, ¡pues qué delito, qué culpa enorme En verdad me genera un sentimiento de lástima que alguien tenga vocación de minoría, para desde ahí chantajear a la mayoría con la amenaza de la ruptura si no se acata lo que dice”.
Este semanario solicitó un balance sobre la dirigencia de Jesús Ortega Martínez a sus aliados de Nueva Izquierda (NI), Foro Nuevo Sol (FSN) y Alianza Democrática Nacional (ADN), así como a sus adversarios de Izquierda Social (IS), Izquierda Democrática Nacional (IDN) y Grupo de Acción Política (GAP); asimismo, pidió la opinión de integrantes de la Comisión Política Nacional.
Dirigentes de estos grupos ofrecieron su versión, pero el propio Ortega se negó a responder a la petición. En un intento de obtener la versión del coordinador nacional de Nueva Izquierda, Luis Miguel Barbosa, comenzó a declarar: “Es un balance exitoso. Porque llevó al partido… Bueno, hay diferentes formas… Mejor deja preparar la respuesta porque es muy complejo y sería más responsable…, así no comienzo a elucubrar cosas”, pidió. Y enseguida apagó su Nextel.
Prácticamente todos los entrevistados reconocen que la división interna comenzó en 2006, después de la controvertida elección presidencial, y afirman que se recrudeció en 2008, cuando Ortega asumió la dirigencia gracias a la igualmente cuestionada resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
Durante la gestión de Ortega el PRD descendió a tercera fuerza política del Legislativo: bajó del 28.99% al 12.9% en las preferencias electorales durante 2008 y dejó de gobernar a 8 millones de mexicanos.
Como esta merma puso en peligro su registro en algunos estados y municipios, el coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México (Dia), Manuel Camacho Solís, le planteó a Ortega que la única salida era una alianza electoral con el PAN, su oponente ideológico y al que los perredistas acusaron de robarles la Presidencia en 2006.
En 2008, durante ocho meses los perredistas se enfrascaron en un jaloneo por el control del aparato partidista. El 12 de noviembre de 2008 Jesús Ortega fue declarado dirigente nacional por el TEPJF en su tercer intento de presidir el PRD.
Tal fue el encono de sus adversarios que el presidente nacional del PRD no podía pararse en el templete junto a Alejandro Encinas, su oponente que siempre acompaña a López Obrador en las concentraciones del zócalo capitalino para protestar por el alza de precios, la reforma petrolera, la corrupción de la mafia en el poder y otros temas.
La palabra “ruptura” comenzó a oírse con frecuencia en las discusiones de los perredistas y los dirigentes optaron por buscar una “salida negociada”, como llaman a sus acuerdos al margen de los estatutos. En ese entonces hablaron de “refundación” y hasta realizaron un congreso para realizarla, a fin de llegar a las elecciones intermedias de 2009 bajo la consigna de la unidad.
En consultas de opinión elaboradas por Consultoría Buendía & Laredo y Mitofsky se consideraba al partido “conflictivo, corrupto y populista”. Pero para recomponer esta imagen no bastó la estrategia electoral de Ortega, con sus spots donde la niña “Mariana” “cocinaba un nuevo PRD” y aquellos en que el dirigente pidió perdón a la ciudadanía por las disputas internas.
Pero Ortega decidió prescindir del Frente Amplio Progresista (FAP, formado por el PRD con el PT y Convergencia) en los comicios para renovar la Cámara de Diputados, alrededor de 14 gubernaturas y las correspondientes presidencias municipales y congresos locales.
El resultado fue desastroso. En julio de 2009 el PRD bajó del 28.99% al 12.9% de las preferencias electorales y dejó de gobernar a 8 millones de mexicanos. Volvieron a ser la tercera fuerza política del país tres años después de que con la coalición Por el Bien de Todos obtuvieran los mejores resultados de sus 20 años de existencia y llegaran al umbral de la Presidencia de la República.
En la Cámara de Diputados sólo ganó 39 curules de mayoría y 32 plurinominales; perdieron importantes distritos en el Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Tabasco e incluso en el Distrito Federal; y de julio de 2008 al mismo mes de 2009 el PRD pasó de encabezar 409 municipios a 346, y de gobernar a 25 millones 400 mil mexicanos a sólo 17 millones 855 mil.
En otros estados le fue peor: en Campeche cayó al sexto lugar, en Baja California, Colima, Chihuahua, Durango, Nuevo León y Sinaloa, al quinto; en Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Yucatán, al cuarto; en Chiapas, Guerrero, Nayarit y Tabasco quedó en segundo lugar. Sólo mantuvo el primer lugar en Michoacán, el Distrito Federal, Zacatecas y Baja California Sur. Estas dos últimas entidades dejó de gobernarlas en 2010 y 2011, respectivamente.
De acuerdo con la dirigencia nacional de Ortega, en 2010 su partido “ganó” en alianza con el PAN los gobiernos de Oaxaca, Sinaloa y Puebla; el problema es que ninguno de esos gobernadores es perredista. Ángel Aguirre, quien ganó la elección de Guerrero bajo el membrete del PRD en enero pasado, es un priista que suplió en el cargo a Rubén Figueroa, destituido del cargo por la masacre de campesinos en Aguas Blancas.
Frente a estos datos, Ortega presumió de un logro: que durante su gestión se afiliaron al PRD un millón 342 mil 902 personas. Así lo estableció
el informe de resultados de la Revisión del padrón de militantes del Partido de la Revolución Democrática en la base de datos del Padrón Electoral y Lista Nominal del Registro Federal de Electores. Según ese documento, en dicho padrón se registraron inconsistencias que después se subsanaron.
La mano de Calderón
Para Dolores Padierna, dirigente de la IDN, el PRD se encuentra en la “más grave crisis en 22 años de vida” y ésta es “definitoria”. La integrante de la Comisión Política Nacional reconoce que esta situación comenzó en 2006 y apunta que desembocó en la actual contraposición de NI y ADN, que negociaron con el gobierno “usurpador” de Calderón, y los lopezobradoristas que se mantienen al margen de esta relación, congregados en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Padierna recuerda que el senador perredista Héctor Bautista –aspirante a la gubernatura del Estado de México y miembro de ADN– se reunió con Felipe Calderón después de realizar una huelga de hambre para gestionar programas sociales, cuando los perredistas tenían un plantón en la avenida Reforma de la Ciudad de México. “Desde entonces el gobierno federal tiene metida la mano en el PRD y cada vez con mayor margen de maniobra”, señala Padierna.
David Cervantes, de IS, señala que “el resultado más grave (de la gestión de Jesús Ortega) es haber derechizado al partido, lo cual llevó al partido a una grave crisis”.
Admite que tras las elecciones de 2009 los perredistas querían refundar su organización, pero considera que las alianzas con la derecha profundizaron el conflicto interno y lo convirtieron en una de las crisis más graves de su historia. Culpa de esto a la dirigencia encabezada por Ortega, ya que en su opinión claudicó en los objetivos que dieron origen al partido y así “logró la división no sólo de las izquierdas que militan en el PRD sino de las izquierdas del país”.
El dirigente de GAP, Higinio Martínez, es contundente. Para él, Ortega deja a un PRD “dividido como jamás no había estado desde que se fundó” y postrado, porque no hay un solo perredista que en su gestión haya ganado una gubernatura.
Otro de sus “logros” –dice con ironía– es que “decidió tomar su camino para hacer alianzas con Felipe Calderón a fin de frenar las aspiraciones presidenciales de Andrés Manuel López Obrador, no para minar el camino del priista Enrique Peña Nieto a la Presidencia, como dicen Ortega y el coordinador del Dia, Manuel Camacho Solís”.
El expresidente municipal de Texcoco sostiene que tanto Ortega como Camacho eligieron el camino de la “traición”, desdibujando la izquierda del mapa electoral. Por ello, señala que para el GAP el PRD sí está a punto de la ruptura, pues no ve cómo se pueda lograr un entendimiento con Ortega y sus aliados.
En opinión de Martínez, si el próximo 19 de marzo, cuando se elija a la nueva dirigencia, Nueva Izquierda quiere seguir controlando al partido sin cambiar la política de alianzas con la derecha, “no hay futuro del PRD” y muchos militantes abandonarán este partido para avocarse al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) encabezado por López Obrador.
Ricardo Ruiz, quien también es miembro de la Comisión Política Nacional, sostiene que esta crisis deriva de que los acuerdos con el gobierno federal que asumió Jesús Ortega pesaron más que las decisiones de los órganos partidistas. “Otro punto fue el estilo: en las elecciones de 2009 confió demasiado en la visión mercadotécnica y se destiñó la plataforma de partido”.
A decir de Ruiz, la confianza de Ortega en la política de alianzas con el PAN se explica por su intención de entregar buenas cuentas. Sin embargo, apunta, el resultado fue el contrario: el PRD está viviendo momentos de escasa credibilidad y con la posibilidad de sufrir una ruptura.
Zambrano: “Me dan lástima”
A su vez Martha Dalia Gástelum, de IRM, opina que Ortega tuvo momentos negativos y positivos al frente del PRD, pero el solo hecho de que llegara a la dirigencia es un parteaguas: “Por primera vez el líder máximo o moral, o el caudillo o la personalidad del partido, no impuso al presidente, sino que las fuerzas del partido, las corrientes mayoritarias, lograron imponer como presidente a Ortega”. No menciona que su designación fue resultado de una resolución del TEPJF.
No obstante, reconoce que la designación de Ortega como dirigente detonó los problemas en el perredismo, los cuales se recrudecieron “cuando Andrés Manuel hizo campaña para otros partidos y el PRD cayó al 12% de las preferencias electorales”. Por eso, para ella López Obrador y Ortega son igualmente responsables de la crisis partidista.
“Hasta ahorita las elecciones que llevamos son un empate técnico, porque ganamos una y perdemos otra, pero la dirigencia será exitosa dependiendo de cómo se resuelva la elección en el Estado de México”, comenta.
Para el diputado federal perredista y compañero de Ortega en la corriente NI, Jesús Zambrano, Ortega está entregando buenas cuentas con elecciones ganadas en coalición en Guerrero, Oaxaca, Puebla y Sinaloa, aunque con la pérdida de Zacatecas y Baja California Sur. Con todo, afirma: “No tengo ninguna duda que el saldo es positivo”.
Dice que el PRD está en un escenario de necesaria definición sobre qué tipo de izquierda quieren los perredistas para el país.
–¿Considera que su partido enfrenta un riesgo de ruptura?
–Bueno, el riesgo ha estado desde que llegamos a la dirección del partido con Jesús Ortega, hace tres años, latente, como gotas de agua sobre una roca.
Zambrano sostiene que esta pelea interna tiene como trasfondo la candidatura presidencial para 2012, en la que, afirma, Andrés Manuel López Obrador está aferrado a encabezar la lucha por la presidencia a como dé lugar y por eso le “estorba” una dirigencia como la de Ortega, “que piensa con cabeza propia”.
No menciona que en 2009 le tocó a Jesús Ortega recibir las renuncias de dos de sus compañeros de NI a su militancia partidista: Ruth Zavaleta y René Arce. De todas formas afirma que si hay una ruptura no será porque la propicie NI: la “ruptura de facto” la planteó López Obrador al “pintar su raya” con el PRD y pretende regenerarlo con una campaña de odio porque sus dirigentes no piensan igual que él.
Añade que la dirigencia de ese partido tomó decisiones institucionales aunque NI, con ADN y FNS son mayoritarias en consejos, en congresos y en la Comisión Política Nacional. “Y si nos acusan de ser mayoría, ¡pues qué delito, qué culpa enorme En verdad me genera un sentimiento de lástima que alguien tenga vocación de minoría, para desde ahí chantajear a la mayoría con la amenaza de la ruptura si no se acata lo que dice”.
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