Neoliberalismo, narcotráfico y humillación

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

He releído múltiples veces, con distinto estado de ánimo y buscando diferentes respuestas a mis inquietudes, el último texto público de Leonardo Boff, cuyo título en español es Crisis neoliberal y sufrimiento. Las diversas conclusiones a las que llegué no pueden ser intercambiables, por lo que hube de conciliar y obtener una, sólo una.

Es cierto, estamos en una crisis neoliberal, pero ésta no nada más fue propiciada por la avidez, sino que en primer lugar está la pérdida de valores, de ese humanismo que recobró fuerza desde que pareció haber desaparecido ese siniestro mundo narrado por Charles Dickens. Esos valores dejaron de existir; los niños que perdieron su infancia en las fábricas de la Revolución Industrial, hoy la desperdician en inesperados escenarios de guerra, como los descritos por Roberto Saviano, o en las crónicas cotidianas de lo que sucede en México.

El punto de quiebre de lo que hoy ocurre en el mundo es la suma de narcotráfico y trata -en sus diversas modalidades-; no entender que ambas actividades son piedra axilar de la economía para responder a los estragos de la globalización, es cerrar los ojos a la realidad. Combatirlas como se hace en México, a sangre y fuego, es como ponerse lanza en ristre en contra de los molinos de viento, con una deficiencia adicional: los ejércitos continúan siendo los mismos borregos que acompañaron al Quijote, porque su vida es prescindible, mientras que el producto económico del narcotráfico y la esclavitud es amplia y ferozmente disputado.

Considero que el diagnóstico del teólogo de mis preferencias es tibio, por decir lo menos. Él sostiene: “El inmenso sufrimiento humano, la desestructuración subjetiva, especialmente de los asalariados, se debe a la reorganización económico-financiera mundial.

“Hace mucho de la 'gran transformación' (Polanyi) que colocó la economía como el eje articulador de toda la vida social, subordinando la política y anulando la ética. Cuando la economía entra en crisis se sacrifica todo para salvarla. Se penaliza a toda la sociedad, como en Grecia, Irlanda, Portugal, España e incluso en EU, en nombre de su saneamiento.

“No se trata de las humillaciones persistentes y prolongadas de los trabajadores y las trabajadoras para subordinarlos, atemorizarlos y llevarlos a dejar el trabajo. El sufrimiento ahora es más generalizado y difuso: una especie de 'malestar de la globalización' en proceso de erosión humanística. Se expresa por una especie de depresión colectiva, destrucción del horizonte de esperanza, pérdida de la alegría de vivir, deseo de desaparecer del mapa y, en muchos, por el de quitarse la vida. Por causa de la crisis, las empresas y sus gestores llevan la competitividad hasta límites extremos, estipulan metas casi inalcanzables, infunden en los trabajadores angustias, miedo y, a veces, síndrome de pánico.

“En los análisis de la crisis actual es importante incorporar el océano de sufrimiento que está siendo impuesto a la población, sobre todo a los pobres, para salvar el sistema económico, controlado por pocas fuerzas, de lo más fuertes, pero deshumanizadas y sin piedad”.

¿De qué se trata, entonces? Lo que necesitan es que si te ocurre lo que al personaje de Presunto culpable no puedas chistar ni protestar, porque pones en entredicho todo el sistema de administración de justicia (del fuero común, como es el caso, y por añadidura al federal, pues la población difícilmente distingue entre uno y otro), que en esta ocasión se convierte en juez y parte, por más que el Consejo de la Judicatura Federal se haya deslindado del amparo concedido por la juez XII de Distrito en Materia Administrativa, Blanca Lobo Domínguez, a uno de los supuestos testigos porque se dispuso de su imagen sin él autorizarlo.

Amparo que convirtió un conflicto entre particulares en un diferendo con la autoridad sin sustento alguno, con el único propósito de distraer la atención del fracaso del viaje de Felipe Calderón a Washington, o porque existe la posibilidad de que la juzgadora fuese sobornada.

¡Vamos!, si se requiere que el narcotráfico y la trata funcionen para engrasar y hasta favorecer la economía, pues lo que se necesita es que el humillado no levante la cabeza, que la impunidad continúe siendo una garantía del funcionamiento del sistema, como le aseguró Miguel De la Madrid a Carmen Aristegui, por lo que es impensable que pueda mostrarse, hacer público que el modelito de administración de justicia puede romperse, tiene fisuras, tantas como las mostradas por WikiLeaks y las exigencias estadounidenses para reformar el sistema procesal y cambiarlo por uno oral, como si eso fuese garantía de que lo ocurrido a Ferdinando Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti no volverá a ocurrir.

Leonardo Boff nos aproxima al verdadero, auténtico problema: la humillación, la que en determinado momento puede convertirse en algo imposible de continuar soportando; desterrarla, erradicarla se manifiesta con un grito de desesperación y libertad ciego, sin conducción política alguna, como si fuese una algarada o el principio de La Comuna, y en un estallido de fiesta libertaria salieran los cuchillos y las armas de fuego, siempre alentadas por esa violencia que llevó a los anarquistas españoles a gritar ¡viva la muerte!

Comentarios