Mario Vargas Llosa y el humanismo

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Mario Vargas Llosa estuvo en México. Mucha agua corrió desde el desaguisado de la dictadura perfecta. Hoy los temas son otros, vino a hablarnos de educación, palabra que cambiaría por una más adecuada, como formación profesional, porque lo educativo está más cerca del cultivo y florecimiento de ciertos valores que son garantía de un sano ámbito de convivencia, ajeno a la degollina que hoy se vive con el pretexto de perseguir a los barones de la droga.

El problema de la pérdida de esos valores tiene varios frentes, quizá el mejor percibido es el de la incertidumbre propiciada por el modelo político y económico que sólo garantizan humillación. Incertidumbre ante el desempleo, ante la ambigua respuesta del Estado a la inseguridad pública, el secuestro, la trata, la extorsión y el crecimiento desbordado del consumo de estupefacientes y la violencia. Incertidumbre ante la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) -mediante la cual eliminaron el área de humanidades y las materias filosóficas, decisión que la SEP rectificó ante el rechazo de la comunidad-, porque es parte de una “educación” con la que se pretende destruir cualquier sentido de pertenencia. Se trata de un proyecto estrecho, con una visión de la enseñanza que, en lugar de crear conciencia moral, crítica e histórica, fortalece la capacitación de empleados y la formación de personas obedientes a los lineamientos del mercado

De allí que resulte importante la presencia del Nobel de Literatura, quien sostiene que la función más importante de la enseñanza es ayudar a los jóvenes a descubrir su vocación, “y convencerlos de que si esa es su vocación deben entregarse a ella porque es la mejor manera de defenderse contra la futura infelicidad, esa infelicidad que forma parte de la condición humana. Los programas de educación que formulan los gobiernos promueven cada vez más la especialización en la que las humanidades aparecen como saberes prescindibles. Esa no puede ser la tarea de la universidad, crear un mundo de seres especializados y autómatas.

“El objetivo fundamental en la vida no puede ser exclusivamente el éxito en términos económicos o de poder, el verdadero éxito en una sociedad es haber reducido al máximo la infelicidad humana”, insiste.

Se trata, entonces, de la conquista de la felicidad, la que no es gratuita, pero no puede lograrse, buscarse, obtenerse en el contexto en que crecen y viven la mayoría de los mexicanos, en el que la pobreza alimentaria puede ser el menor de los males, pues lo que se persigue es la mediatización de los jóvenes para que no piensen ni tengan la capacidad intelectual de oponerse críticamente a un gobierno que los sujeta y humilla; en el que la inseguridad quedó determinada por las políticas públicas de seguridad y de combate a la delincuencia organizada.

Se ha colocado a los jóvenes en igual ubicación a la que Antonio Muñoz Molina colocó a su personaje, sin conocer del momento en que se traspasó el límite y ya no hay remedio, 'ya no puede borrarse la vileza'; pero continúa el personaje en su reflexión: 'Otra ráfaga ahora, no de pistolas, sino de fusiles. En qué momento el oído empezó a acostumbrarse, a distinguir. Mejor actuar como si no se hubiera escuchado nada: no levantar la cabeza del escritorio, del tablero de dibujo, mantener ocupado cada minuto de la mañana…”

Tiene razón Vargas Llosa, como lo anota el gurú de la filosofía: 'La noción de valor es la noción central de la filosofía. Toda reflexión sobre la noción de valor, sobre una jerarquía de valores, es una reflexión filosófica; aparece así que la filosofía no consiste en una adquisición de conocimientos, sino en un cambio de toda la razón, todo el hálito de vida, todo comportamiento”.

Es lo que no quieren. Necesitan una sociedad de agachados, idénticos a los concebidos por Rius para advertirnos.

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