Los lastres del PRI y sus organizaciones fantasmas

Álvaro Cepeda Neri

Con motivo de los “mil” años de la CTM, un productor de tequila mandó publicar una felicitación al más viejo que Matusalém, Joaquín Gamboa Pascoe (sus ayudantes y guaruras lo llevan en vilo). Tras el ascenso de Moreira a la presidencia del PRI, los dueños de una lechería también pagaron un anuncio para desearle buena ventura. Son ellos los dos extremos del lastre que lleva el PRI a cuestas y que lo hacen ser un partido dinosáurico. Ya Zedillo, sobre todo, quería darle el tiro de gracia a este partido nacido en 1946 e hijo de la pareja PNR y PRM, cuyos padres fundadores fueron Calles y Cárdenas, respectivamente. Empero, ese viejo PRI, gracias al fracaso del PAN, con Fox y Calderón, sacó juventud de su pasado (parafraseando al clásico José Alfredo Jiménez) y de nuevo está de regreso a sus mejores días de gloria.

Sólo que las añejas organizaciones que tuvo: CNC, CTM y CNOP son cascarones vacíos. Ya no representan ni a las siglas que no hace mucho fueron domicilio de cientos de miles de campesinos: ejidatarios, comuneros y hasta pequeños propietarios. En la CMT militaban, a fuerza (voluntariamente a fuerza) todos los trabajadores del país. Y en la CNOP se agrupaban empleados, profesionistas y etc. Solamente así recibían beneficios sindicales y otorgamientos paternalistas de los llamados “regímenes revolucionarios”. Ya el PRI vive de su pasado. Fue el “partido casi único”, porque el PAN, institucionalmente, le hacía benigna sombra. Y en la clandestinidad de la ilegalidad otras organizaciones, como el Partido Comunista, al menos lo desafiaban no más allá del encarcelamiento de sus dirigentes.

La alternancia panista dibujó un nuevo panorama, que rápidamente se esfumó. La maniobra de Zedillo, favoreciendo una posible transición a la democracia electoral, fracasó. No supieron ni estaban preparados los del PAN para ejercer el poder. Postularon lo de “ganar el poder sin perder el partido”, y ya perdieron al PAN y el Gobierno, a tal grado que Calderón quiere de candidato del panismo a un advenedizo. No pudieron formar cuadros, como lo hizo el PRI y de lo que ahora se vale para el “regreso de los brujos”. Y están a punto de recobrar la Presidencia de la República (no con Peña Nieto, si es el candidato al que Calderón quiere para exhibirlo de corrupto).

Pero ese PRI resucitado por el fracaso del PAN y el desbarajuste del PRD, ya no tiene los millones de militantes que tuvo en sus organizaciones (las felicitaciones a Moreira y Gamboa Pascoe, más semejaban esquelas) y tendrá que ganarse a los electores que están decepcionados del panismo y del PRD (donde se salvan los lópezobradoristas). Sumarlos a sus simpatizantes. Deshacerse del lastre, presentando a políticos. Y para candidato presidencial a un auténtico político capaz de convencer a la mayoría. Un político con ideas y capacidad para ejecutar. Es la última oportunidad de ese viejo (“más sabe el diablo por viejo, que por diablo”), partido que ha resucitado de entre las cenizas del PAN y del PRD.

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