Los generales tenían razón

Jorge Alejandro Medellín

1.- El affaire Fast and Furious orquestado por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos a través de la Agencia para el Control de Tabaco, Alcohol y Armas de Fuego (ATF), es útil para confirmar la doble cara de la Casa Banca y del Pentágono en materia de combate antidrogas y colaboración a toda prueba, a fondo, para que México salga adelante del problema del narco.

2.- El asunto, que en realidad apenas comienza a conocerse, demuestra que en el fondo las políticas de México y Estados Unidos para atacar el narcotráfico como problema de seguridad y tema de salud pública, van por caminos muy diferentes que en ocasiones se superponen y se contrapuntean.

3.- El caso de la operación Fast and Furious es el ejemplo más reciente y sólido de ello. La actuación del Departamento de Justicia norteamericano y de la ATF se explica no solo por la enorme desconfianza de dicho organismo hacia sus pares mexicanas, sino por el estrecho margen para operar con el que cuentan las agencias estadunidenses en territorio mexicano. Esto ha creado un recelo inevitable en la relación bilateral encaminada a combatir a los cárteles de la droga.

4.- Las presiones y constantes amagos de intervención de agentes de la ATF, del ICE, del FBI y de la DEA que están acreditados en México ante la cancillería han marcado las ríspidas relaciones entre estas instancias norteamericanas y la PGR (SIEDO, AFI), así como con la Sedena y en menor medida con la Marina.

5.- En Michoacán, por ejemplo, tras el estallido de las granadas presuntamente lanzadas por gente contratada por los Zetas frente a la oficina del gobierno estatal en Morelia, se convirtió en un escenario de confrontaciones entre agentes del ICE y de la SIEDO para acelerar las investigaciones en torno al ataque que le costó la vida a ocho personas.

6.- Los agentes norteamericanos, respaldados por elementos de la ATF y la DEA, presionaron con todo a la PGR y amenazaron con denunciar cierto encubrimiento y lentitud en las pesquisas si éstas no se aceleraban y se les incluía a la par de quienes llevaban el mando de la investigación.

Las discusiones subieron de tono e incluso los agentes de la DEA y del ICE llegaron a estropear operativos de reacción de la SIEDO y de la Sedena para dar con una células en Pátzcuaro. Al no ser incluidos en la caravana que ya avanzaba hacia la carretera para circular hacia el lago, los estadunidenses filtraron el operativo a varios medios de comunicación michoacanos.

En minutos la prensa local alcanzó a las camionetas que salían de Morelia y se unieron al operativo, que fue cancelado porque ya había perdido toda secrecía y oportunidad.

7.- Algo similar sucede con la Sedena. Los agentes norteamericanos llevan una buena colaboración con la Defensa Nacional, pero solo en niveles de intercambio de información y a través de la cancillería y de enlaces con la Embajada de los Estados Unidos. Otros contactos se dan de manera más estrecha con las áreas de la PGR a cargo de militares en retiro o con licencia.

El último tramo de coordinación y colaboración es con la Marina, con la que por momentos existe una dinámica de interoperabilidad bueno y que ha redundado en cateos y apoyo en enfrentamientos para detener a capos de la droga. Los casos de Cuernavaca (Arturo Beltrán Leyva) y de Tamaulipas (Ezequiel Cárdenas Guillén) son ilustrativos.

8.- En realidad, este esquema de coordinación entre organismos nacionales para combatir al narco también presenta dificultades para alcanzar metas mediante dinámicas y acciones consensadas. Los militares son cerrados y desconfían de los civiles del CISEN y de la PGR. Con los primeros el intercambio de información sensible se da a cuentagotas. Con la PGR se da cuando los elementos para actuar son coincidentes y sólo en un esquema de control de datos que esté bajo control de la Sedena.

9.- Con la Marina y con la Policía Federal (léase Secretaría de Seguridad Pública Federal) la competencia es más cerrada dado el nivel operativo y la naturaleza de ambas fuerzas. La SSP Federal sólo intercambia datos con la Sedena para completar o afianzar detalles de sus investigaciones de gabinete y tecnológicas. La Marina sigue su dinámica y se apoya en sus recursos de inteligencia y en la relación positiva que sostiene con sus pares de los Estados Unidos para actuar en operaciones herméticas y sobre blancos acordados con los norteamericanos.

10.- El panorama, así, queda completo y a la vez seccionado, como en un rompecabezas, dejando a cada una de las instancias con sus propias sinergias de actuación y de obtención de metas. El escenario es perfectamente extrapolable a lo que sucede con las agencias norteamericanas y su labor antidrogas a partir de su relación con la comunidad de inteligencia mexicana (sean civil o militar).

11.- Todo cae en su lugar. La ATF, la DEA, el ICE o cualquier otra agencia se sabe rechazada o al menos vista con bastante recelo por sus pares mexicanas. La arrogancia y el doble discurso de las instancias norteamericanas nunca ha sido sorpresa o secreto para la Sedena, para la Marina, para la PGR o para el CISEN y hasta para la polémica SSP Federal.

12.- Las calificaciones reprobatorias del consulado estadunidense en Monterrey y de la Embajada norteamericana en el Distrito Federal hacia la Sedena, y las loas y comentarios positivos hacia la Marina en el combate al narco adquieren entonces su verdadera dimensión.

13.- La operación Fast and Furious es, para los generales, otro botón de muestra de la verdadera cara de Washington y del Pentágono en esta guerra que al final sigue siendo peleada por un solo lado.

Antonio Riviello, Enrique Cervantes, Clemente Vega y Guillermo Galván representan a generaciones de militares cuyo nacionalismo ha sido severamente criticado por la Casa Blanca y por el Pentágono como símbolo de cerrazón y atraso.

Estos generales y muchos otros más han advertido en su momento sobre el doble discurso de sus contrapartes norteamericanas y sobre las limitadas y ventajosas estrategias de colaboración para atacar a la delincuencia organizada en México.

Los generales tenían razón. Con un socio así es muy difícil llegar a algún lado sin sufrir “daños colaterales” como los causados por las 1,988 armas de fuego que la ATF dejó pasar para que llegaran a manos de sicarios y delincuentes comunes.

Los generales no se equivocaron, pero tampoco han encontrado ni la estrategia ni los medios ni los resultados para responder con hechos a la doble cara del Pentágono y de la gente de Barack Obama.

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