Jesús Cantú
Por tercera ocasión, Andrés Manuel López Obrador adopta posiciones extremas para obligar a sus enemigos políticos a definirse. La primera, en 2005, motivó que Vicente Fox retrocediera ante el apoyo popular concitado por el entonces jefe de Gobierno capitalino, en tanto que la segunda, en 2009, hizo que Los Chuchos tomaran el desafío y perdieran Iztapalapa, uno de sus principales bastiones.
Marzo es crucial para el PRD. El día 19, su Consejo Nacional deberá elegir al próximo presidente nacional. Lázaro Cárdenas Batel, quien tenía el consenso de los distintos grupos, declinó la invitación “por compromisos previamente adquiridos”. Además, el partido deberá resolver las solicitudes de permisos temporales de López Obrador y otros, que según el presidente del Consejo, Camilo Valenzuela, han llegado desde que el primero anunció la suya el domingo 20.
Y el próximo 27 de marzo se realizará la controvertida consulta en el Estado de México para conocer la opinión de los ciudadanos respecto a la alianza entre el PAN y el PRD en esa entidad.
Con estos eventos en mente, López Obrador lanza su reto a la actual dirigencia del PRD, con la intención de modificar la correlación de fuerzas en este instituto político ante dos temas fundamentales.
De acuerdo con el resultado de las últimas elecciones internas del partido, los grupos afines a Los Chuchos y contrarios a López Obrador son mayoría en el Consejo Nacional. Por ello tienen bajo su control la elección del próximo presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRD. En este aspecto, el objetivo del excandidato presidencial es debilitar o, de preferencia, romper esa mayoría, para lo cual busca incidir en aquellos grupos cuyos nexos son más débiles.
En lo tocante a la consulta en el Edomex, el exjefe de Gobierno pretende influir en su resultado, que es a todas luces incierto. Si la auscultación se hubiese efectuado antes de que se declararan abiertamente los precandidatos del PAN y PRD, las probabilidades de que ganara el aliancismo hubieran sido mayores ya que la expectativa era encontrar un aspirante que no militara en ninguno de los dos partidos y que pudiese derrotar al delfín del gobernador Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, hoy se sabe que el candidato por necesidad será un militante de cualquiera de las dos fuerzas políticas, lo cual eleva la incertidumbre, pues los integrantes de ambos partidos no desean abanderar a un candidato ajeno.
Por si esto fuera poco, los precandidatos de los dos partidos han manifestado sus reservas ante la consulta, sobre todo Alejandro Encinas, quien ya había señalado que no aceptaría una candidatura en alianza con el PAN. Esta posición abre el camino para que el candidato de una eventual alianza sea un panista y, desde luego, ello influiría en el sentido del voto perredista.
Ante esta complicada circunstancia, López Obrador ha dejado en claro que en caso de haber coalición surgiría un tercer aspirante, pues ya es un hecho que el PT y Convergencia postularían un candidato por su cuenta, lo cual de inmediato disminuiría las probabilidades de triunfo de una coalición PAN-PRD.
Por su parte, Encinas aprovecha la coyuntura para posicionarse. Además de que no tendría la candidatura de una alianza PAN-PRD, tampoco estaría dispuesto a ser abanderado de la fórmula PT-Convergencia, postura con la cual se muestra institucional y gana más reconocimiento entre los perredistas. Así, a pesar de su evidente cercanía y lealtad para con López Obrador, Encinas define sus coincidencias y diferencias y establece su independencia de criterio para tomar decisiones sobre temas cruciales para el PRD y la izquierda.
La relevancia de las elecciones del Estado de México de cara a las elecciones presidenciales de 2012 trasciende el hecho de que el más importante precandidato priista a la Presidencia de la República sea el actual gobernador Enrique Peña Nieto; ello, debido a que la pérdida de su sucesión sepultaría sus aspiraciones presidenciales, en tanto que ganarla le puede asegurar la candidatura de 2012, aunque no el triunfo en la contienda.
El Estado de México por sí solo representa 13% del total del padrón electoral nacional, y al menos en las elecciones presidenciales de 2000 y 2006 aportó casi 14% de los votos totales del candidato que ganó las elecciones en dicha entidad. En 2000, Fox obtuvo en el Edomex 2.24 millones de los casi 16 millones de sufragios que reunió a nivel nacional; y en 2006, López Obrador captó en esa entidad 2.03 millones de los 14.76 millones de boletas que cosechó en el país.
Por esta razón, López Obrador sabe que es importante su presencia en dicho estado, y el proceso electoral que allí se avecina es la ocasión ideal. No es casualidad que en una entrevista con Carmen Aristegui, el miércoles 23, AMLO anunciara que dedicará “la mitad o más” de su tiempo a recorrer la entidad.
Pero además, López Obrador, nuevamente –como en 2009 en Iztapalapa–, desafía a sus opositores internos en sus propios bastiones, pues sabe que los actuales dirigentes perredistas en el estado tienen su fuerza en el llamado corredor amarillo ubicado en el oriente de la entidad.
También sabe que ese estado lo gana el partido que se impone en cinco municipios, de los 125 que lo conforman; a saber: Ecatepec, Nezahualcóyotl, Naucalpan, Toluca y Tlalnepantla (en estricto orden de mayor a menor participación en el padrón electoral). Estas demarcaciones concentran casi 40% del padrón electoral del estado y, como puede verse, se trata de dos municipios pertenecientes al corredor amarillo, mientras que otros tres corresponden al azul.
A pesar de ello, en los comicios de 2009, Peña Nieto logró barrer a sus opositores y ganar las alcaldías en tales municipios, con lo cual está muy bien pertrechado para la próxima contienda por la gubernatura. Eso es precisamente lo que disminuye las posibilidades de vencer al PRI, pues si todo fuera en función de los antecedentes, las probabilidades estarían muy parejas, ya que la máxima votación que ha obtenido el PAN fue de 2 millones 239 mil 750 votos en la elección presidencial de 2000; el PRD, 2 millones 31 mil 389, en los comicios presidenciales del 2006, y el PRI, 2 millones 22 mil 420 en la contienda intermedia de 2009.
En estas circunstancias, el mejor escenario para López Obrador es el siguiente: logra que el próximo dirigente nacional perredista no sea un integrante de la corriente de Los Chuchos; consigue que se rompa –por cualquier vía– la alianza PAN-PRD en el Estado de México; el candidato de la coalición de izquierda es Alejandro Encinas y gana la elección para la gubernatura, el cual es un sueño que, sin embargo, pudiera cumplirse.
En la peor prospectiva, AMLO pierde todo, e incluso la alianza opositora PAN-PRD gana la gubernatura, pero logra hacer presencia en el Estado de México e integrar su grupo de 600 mil “protagonistas del cambio”. Este sería su equipo de movilización para las elecciones de 2012, en las que López Obrador estará en la boleta, al margen de lo que suceda en estos momentos y de la posible configuración o rompimiento de una coalición de izquierda.
En el bando contrario, para los opositores a López Obrador el mejor escenario es el siguiente: colocan a un afín a ellos como nuevo dirigente nacional perredista, ganan la consulta, van en alianza con el PAN y, a pesar de la presencia del candidato lopezobradorista, triunfan en la elección para la gubernatura del Estado de México. Este también es un sueño, pero podría convertirse en realidad. En el peor de los escenarios, pierden todo y ni siquiera fortalecen sus redes partidistas.
En medio de estos cuatro escenarios hay muchas combinaciones posibles, pero es evidente que López Obrador tensa al máximo la situación porque hasta ahora sus movimientos audaces le han redituado; aunque en este caso, como en 2009, sus acciones pueden debilitar a la izquierda y evaporar sus posibilidades de triunfo en 2012, o por lo menos impedirle una participación competitiva si hubiese dos candidatos de izquierda en ese proceso.
Por tercera ocasión, Andrés Manuel López Obrador adopta posiciones extremas para obligar a sus enemigos políticos a definirse. La primera, en 2005, motivó que Vicente Fox retrocediera ante el apoyo popular concitado por el entonces jefe de Gobierno capitalino, en tanto que la segunda, en 2009, hizo que Los Chuchos tomaran el desafío y perdieran Iztapalapa, uno de sus principales bastiones.
Marzo es crucial para el PRD. El día 19, su Consejo Nacional deberá elegir al próximo presidente nacional. Lázaro Cárdenas Batel, quien tenía el consenso de los distintos grupos, declinó la invitación “por compromisos previamente adquiridos”. Además, el partido deberá resolver las solicitudes de permisos temporales de López Obrador y otros, que según el presidente del Consejo, Camilo Valenzuela, han llegado desde que el primero anunció la suya el domingo 20.
Y el próximo 27 de marzo se realizará la controvertida consulta en el Estado de México para conocer la opinión de los ciudadanos respecto a la alianza entre el PAN y el PRD en esa entidad.
Con estos eventos en mente, López Obrador lanza su reto a la actual dirigencia del PRD, con la intención de modificar la correlación de fuerzas en este instituto político ante dos temas fundamentales.
De acuerdo con el resultado de las últimas elecciones internas del partido, los grupos afines a Los Chuchos y contrarios a López Obrador son mayoría en el Consejo Nacional. Por ello tienen bajo su control la elección del próximo presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRD. En este aspecto, el objetivo del excandidato presidencial es debilitar o, de preferencia, romper esa mayoría, para lo cual busca incidir en aquellos grupos cuyos nexos son más débiles.
En lo tocante a la consulta en el Edomex, el exjefe de Gobierno pretende influir en su resultado, que es a todas luces incierto. Si la auscultación se hubiese efectuado antes de que se declararan abiertamente los precandidatos del PAN y PRD, las probabilidades de que ganara el aliancismo hubieran sido mayores ya que la expectativa era encontrar un aspirante que no militara en ninguno de los dos partidos y que pudiese derrotar al delfín del gobernador Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, hoy se sabe que el candidato por necesidad será un militante de cualquiera de las dos fuerzas políticas, lo cual eleva la incertidumbre, pues los integrantes de ambos partidos no desean abanderar a un candidato ajeno.
Por si esto fuera poco, los precandidatos de los dos partidos han manifestado sus reservas ante la consulta, sobre todo Alejandro Encinas, quien ya había señalado que no aceptaría una candidatura en alianza con el PAN. Esta posición abre el camino para que el candidato de una eventual alianza sea un panista y, desde luego, ello influiría en el sentido del voto perredista.
Ante esta complicada circunstancia, López Obrador ha dejado en claro que en caso de haber coalición surgiría un tercer aspirante, pues ya es un hecho que el PT y Convergencia postularían un candidato por su cuenta, lo cual de inmediato disminuiría las probabilidades de triunfo de una coalición PAN-PRD.
Por su parte, Encinas aprovecha la coyuntura para posicionarse. Además de que no tendría la candidatura de una alianza PAN-PRD, tampoco estaría dispuesto a ser abanderado de la fórmula PT-Convergencia, postura con la cual se muestra institucional y gana más reconocimiento entre los perredistas. Así, a pesar de su evidente cercanía y lealtad para con López Obrador, Encinas define sus coincidencias y diferencias y establece su independencia de criterio para tomar decisiones sobre temas cruciales para el PRD y la izquierda.
La relevancia de las elecciones del Estado de México de cara a las elecciones presidenciales de 2012 trasciende el hecho de que el más importante precandidato priista a la Presidencia de la República sea el actual gobernador Enrique Peña Nieto; ello, debido a que la pérdida de su sucesión sepultaría sus aspiraciones presidenciales, en tanto que ganarla le puede asegurar la candidatura de 2012, aunque no el triunfo en la contienda.
El Estado de México por sí solo representa 13% del total del padrón electoral nacional, y al menos en las elecciones presidenciales de 2000 y 2006 aportó casi 14% de los votos totales del candidato que ganó las elecciones en dicha entidad. En 2000, Fox obtuvo en el Edomex 2.24 millones de los casi 16 millones de sufragios que reunió a nivel nacional; y en 2006, López Obrador captó en esa entidad 2.03 millones de los 14.76 millones de boletas que cosechó en el país.
Por esta razón, López Obrador sabe que es importante su presencia en dicho estado, y el proceso electoral que allí se avecina es la ocasión ideal. No es casualidad que en una entrevista con Carmen Aristegui, el miércoles 23, AMLO anunciara que dedicará “la mitad o más” de su tiempo a recorrer la entidad.
Pero además, López Obrador, nuevamente –como en 2009 en Iztapalapa–, desafía a sus opositores internos en sus propios bastiones, pues sabe que los actuales dirigentes perredistas en el estado tienen su fuerza en el llamado corredor amarillo ubicado en el oriente de la entidad.
También sabe que ese estado lo gana el partido que se impone en cinco municipios, de los 125 que lo conforman; a saber: Ecatepec, Nezahualcóyotl, Naucalpan, Toluca y Tlalnepantla (en estricto orden de mayor a menor participación en el padrón electoral). Estas demarcaciones concentran casi 40% del padrón electoral del estado y, como puede verse, se trata de dos municipios pertenecientes al corredor amarillo, mientras que otros tres corresponden al azul.
A pesar de ello, en los comicios de 2009, Peña Nieto logró barrer a sus opositores y ganar las alcaldías en tales municipios, con lo cual está muy bien pertrechado para la próxima contienda por la gubernatura. Eso es precisamente lo que disminuye las posibilidades de vencer al PRI, pues si todo fuera en función de los antecedentes, las probabilidades estarían muy parejas, ya que la máxima votación que ha obtenido el PAN fue de 2 millones 239 mil 750 votos en la elección presidencial de 2000; el PRD, 2 millones 31 mil 389, en los comicios presidenciales del 2006, y el PRI, 2 millones 22 mil 420 en la contienda intermedia de 2009.
En estas circunstancias, el mejor escenario para López Obrador es el siguiente: logra que el próximo dirigente nacional perredista no sea un integrante de la corriente de Los Chuchos; consigue que se rompa –por cualquier vía– la alianza PAN-PRD en el Estado de México; el candidato de la coalición de izquierda es Alejandro Encinas y gana la elección para la gubernatura, el cual es un sueño que, sin embargo, pudiera cumplirse.
En la peor prospectiva, AMLO pierde todo, e incluso la alianza opositora PAN-PRD gana la gubernatura, pero logra hacer presencia en el Estado de México e integrar su grupo de 600 mil “protagonistas del cambio”. Este sería su equipo de movilización para las elecciones de 2012, en las que López Obrador estará en la boleta, al margen de lo que suceda en estos momentos y de la posible configuración o rompimiento de una coalición de izquierda.
En el bando contrario, para los opositores a López Obrador el mejor escenario es el siguiente: colocan a un afín a ellos como nuevo dirigente nacional perredista, ganan la consulta, van en alianza con el PAN y, a pesar de la presencia del candidato lopezobradorista, triunfan en la elección para la gubernatura del Estado de México. Este también es un sueño, pero podría convertirse en realidad. En el peor de los escenarios, pierden todo y ni siquiera fortalecen sus redes partidistas.
En medio de estos cuatro escenarios hay muchas combinaciones posibles, pero es evidente que López Obrador tensa al máximo la situación porque hasta ahora sus movimientos audaces le han redituado; aunque en este caso, como en 2009, sus acciones pueden debilitar a la izquierda y evaporar sus posibilidades de triunfo en 2012, o por lo menos impedirle una participación competitiva si hubiese dos candidatos de izquierda en ese proceso.
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