Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal
César Duarte llegó a la gubernatura de Chihuahua de la mano de Emilio Gamboa, quien lo hizo presidente de la Cámara y luego gobernador. Gamboa, actual líder del Sector Popular del PRI, lo cargaba siempre como un apéndice político que lo ayudaba a blindarse. Duarte no ha podido engañar a nadie. En muy poco tiempo demostró que sus críticos tenían razón, y se ha venido sepultando por sus desatinos y conducción errática durante su primer año de gobierno.
La última genialidad del gobernador Duarte es su iniciativa para que todos aquellos hombres que no tengan trabajo ni escuela, llamados sociológicamente como “ni-nis”, entren al servicio militar durante tres años con una paga. También pretende meter a la cárcel a aquellos jóvenes en edad militar que deserten durante su tiempo de servicio. Con esa propuesta el gobernador, dicen sus colaboradores, les abre oportunidades de vida a los jóvenes, aunque en realidad sólo refleja su bajeza.
Su gran propuesta es el reconocimiento de que su administración es incompetente y él, como cabeza de gobierno, un cínico irresponsable. El problema de la violencia en Chihuahua, particularmente en Ciudad Juárez, tiene un filamento muy importante en la falta de secundarias y preparatorias, debido a lo cual hay miles de jóvenes que terminan sus cursos y no tienen más espacio a donde moverse que las calles, al no estar tampoco en edad de entrar al mercado laboral.
Los jóvenes quedan expuestos a las pandillas, que los reclutan y les dan un sentido (aunque letal) a sus vidas. El gobierno federal inyectó recursos a la construcción de escuelas, pero fueron ubicadas en territorios dominados por una pandilla, sin que las autoridades en el estado les advirtieran del error. Cómo pensaban resolver que miembros de pandillas rivales, o jóvenes ajenos a la violencia que viven en territorios controlados por esos grupos, iban a enrolarse en escuelas construidas en territorios enemigos, es un enigma tan complejo como el saber qué pasa por la cabeza de un gobernador como Duarte.
Su iniciativa es una transferencia del problema a la Secretaría de la Defensa. No sólo quiere que amplíen su infraestructura e incrementen su personal en Chihuahua, sino que además busquen presupuesto para que les paguen durante tres años su servicio. La responsabilidad de crear fuentes de trabajo y propiciar la educación, mandato ineludible de cualquier gobierno, es inexistente.
La iniciativa militar de Duarte es una de las perlas características de su gestión. Poco antes de su nueva ocurrencia se atrevió a declarar, en un contexto de crítica al gobierno federal para que realice un censo de automóviles y su eventual regularización, que “ni en Irak siquiera, o en zonas de guerra hay tantos vehículos sin identificación”. Frases ligeras, capacidad estrecha. El gobernador se refería, aunque no lo precisó, el enorme problema en su estado sobre autos sin matrícula, que en Ciudad Juárez alcanza al 40% del parque vehicular.
El fondo del problema es importante. Un automóvil sin placas es punto de partida para la ilegalidad. Duarte ocultó decir que el gobierno sí le autoriza la regularización de esos autos -la mayoría comprados en Estados Unidos-, siempre y cuando su administración asuma funciones aduaneras y detenga la entrada de autos de contrabando. Esa contrapropuesta de responsabilidad compartida, no la acepta.
Quiere, como en el primer caso, que el gobierno federal arregle sus problemas de en gestión, pero hay otros temas donde queda expuesta su falta de sensibilidad. Duarte tuvo la ocurrencia de descalificar a Marisol Valles García, la joven directora de Seguridad Pública del municipio de Praxedis G. Guerrero, que pidió licencia ante el riesgo que corría ella y su familia en esa comunidad, una de las más violentas del estado a su cargo y pidió asilo político en Estados Unidos.
Valles García, de 20 años de edad, había aceptado el cargo que nadie quería porque sus antecesores habían sido asesinados, hasta que vio que era imposible mantenerse con vida. Duarte dijo que sólo había utilizado ese trabajo para buscar vivir con su familia en Estados Unidos. Esas declaraciones provocaron una catarata de críticas al gobernador, que se reciclan ahora con la iniciativa para militarizar a los “ni-nis”. Duarte no parece tener llenadera. Cada semana sorprende con una nueva genialidad, con una ocurrencia, con una distracción para que los ojos volteen a ver a cualquier lado menos a lo que él está haciendo por Chihuahua. O sea, nada.
César Duarte llegó a la gubernatura de Chihuahua de la mano de Emilio Gamboa, quien lo hizo presidente de la Cámara y luego gobernador. Gamboa, actual líder del Sector Popular del PRI, lo cargaba siempre como un apéndice político que lo ayudaba a blindarse. Duarte no ha podido engañar a nadie. En muy poco tiempo demostró que sus críticos tenían razón, y se ha venido sepultando por sus desatinos y conducción errática durante su primer año de gobierno.
La última genialidad del gobernador Duarte es su iniciativa para que todos aquellos hombres que no tengan trabajo ni escuela, llamados sociológicamente como “ni-nis”, entren al servicio militar durante tres años con una paga. También pretende meter a la cárcel a aquellos jóvenes en edad militar que deserten durante su tiempo de servicio. Con esa propuesta el gobernador, dicen sus colaboradores, les abre oportunidades de vida a los jóvenes, aunque en realidad sólo refleja su bajeza.
Su gran propuesta es el reconocimiento de que su administración es incompetente y él, como cabeza de gobierno, un cínico irresponsable. El problema de la violencia en Chihuahua, particularmente en Ciudad Juárez, tiene un filamento muy importante en la falta de secundarias y preparatorias, debido a lo cual hay miles de jóvenes que terminan sus cursos y no tienen más espacio a donde moverse que las calles, al no estar tampoco en edad de entrar al mercado laboral.
Los jóvenes quedan expuestos a las pandillas, que los reclutan y les dan un sentido (aunque letal) a sus vidas. El gobierno federal inyectó recursos a la construcción de escuelas, pero fueron ubicadas en territorios dominados por una pandilla, sin que las autoridades en el estado les advirtieran del error. Cómo pensaban resolver que miembros de pandillas rivales, o jóvenes ajenos a la violencia que viven en territorios controlados por esos grupos, iban a enrolarse en escuelas construidas en territorios enemigos, es un enigma tan complejo como el saber qué pasa por la cabeza de un gobernador como Duarte.
Su iniciativa es una transferencia del problema a la Secretaría de la Defensa. No sólo quiere que amplíen su infraestructura e incrementen su personal en Chihuahua, sino que además busquen presupuesto para que les paguen durante tres años su servicio. La responsabilidad de crear fuentes de trabajo y propiciar la educación, mandato ineludible de cualquier gobierno, es inexistente.
La iniciativa militar de Duarte es una de las perlas características de su gestión. Poco antes de su nueva ocurrencia se atrevió a declarar, en un contexto de crítica al gobierno federal para que realice un censo de automóviles y su eventual regularización, que “ni en Irak siquiera, o en zonas de guerra hay tantos vehículos sin identificación”. Frases ligeras, capacidad estrecha. El gobernador se refería, aunque no lo precisó, el enorme problema en su estado sobre autos sin matrícula, que en Ciudad Juárez alcanza al 40% del parque vehicular.
El fondo del problema es importante. Un automóvil sin placas es punto de partida para la ilegalidad. Duarte ocultó decir que el gobierno sí le autoriza la regularización de esos autos -la mayoría comprados en Estados Unidos-, siempre y cuando su administración asuma funciones aduaneras y detenga la entrada de autos de contrabando. Esa contrapropuesta de responsabilidad compartida, no la acepta.
Quiere, como en el primer caso, que el gobierno federal arregle sus problemas de en gestión, pero hay otros temas donde queda expuesta su falta de sensibilidad. Duarte tuvo la ocurrencia de descalificar a Marisol Valles García, la joven directora de Seguridad Pública del municipio de Praxedis G. Guerrero, que pidió licencia ante el riesgo que corría ella y su familia en esa comunidad, una de las más violentas del estado a su cargo y pidió asilo político en Estados Unidos.
Valles García, de 20 años de edad, había aceptado el cargo que nadie quería porque sus antecesores habían sido asesinados, hasta que vio que era imposible mantenerse con vida. Duarte dijo que sólo había utilizado ese trabajo para buscar vivir con su familia en Estados Unidos. Esas declaraciones provocaron una catarata de críticas al gobernador, que se reciclan ahora con la iniciativa para militarizar a los “ni-nis”. Duarte no parece tener llenadera. Cada semana sorprende con una nueva genialidad, con una ocurrencia, con una distracción para que los ojos volteen a ver a cualquier lado menos a lo que él está haciendo por Chihuahua. O sea, nada.
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