La ola "culpable"

Francisco Rodríguez / Índice Político

Hay que subirse a la ola a como dé lugar. Traiga su tabla de surf, y móntese antes de que esta onda se convierta en espuma.

¿Cómo hacerle?

Publique perogrulladas sobre la libertad de expresión, cual lo ha hecho apenas el encargado en turno de la paraestatal Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

O asista al show televisivo del payaso matutino –obvio: hay vespertinos, nocturnos, a toda hora– y anuncie que habrá cámaras de video en las agencias del ministerio público, como lo hizo ayer el sonrojado jefe de Gobierno de la capital nacional, cumpliendo al pie de la letra con la agenda de sus entrevistadores.

Amenace con invadir cámara de video al hombro cuanto juzgado encuentre en su camino –sobre todo aquél en el que se diriman asuntos de su personal incumbencia–, y anúncielo cual gesta en pro de la libertad de todas las libertades que, dicen –no me consta–, es la de expresión.

Haga su centrito de investigación y enseñanza de la aritmética, por ejemplo, y demande a cuanta autoridad –progresista, preferentemente—dé visos de iniciar hogueras al estilo Torquemada. Arguya que su centrito le metió “lana” al bisne y que ante tantos millones de pesos ganados, quiere también su tajadita.

Condene a la víctima de linchamiento mediático –luego de que lo manipularon los judiciales–, y de la furia de vecinos, conocidos y hasta extraños y, con toda propiedad, escriba una columna donde, mínimo, le diga pinche ojete.

Demonice a los abogados que ganaron la suspensión provisional. Diga que mo están a la altura de los grandes despachos panistas, y por tal “sorpréndase” de lo bien planteado de sus argumentos. Búrlese de sus aspiraciones salariales. ¡Ah, y claro! Líguelos con un partido fantasmagórico y conéctelos a toda costa con el creciente movimiento de López Obrador.

Tuiteé su indignación en contra de la censura. ¡Ujule…! ¡Hay tantas frases célebres que vienen al caso! Así que, haga a un lado el rebozo y busque sólo aquellas que tengan menos de 140 caracteres y, ahora sí, haga copy-paste sobre su TweetDeck.

Hay, en fin, mil y una formas de subirse a la ola que en nuestro mar de mediocridades han creado 1) la exhibición del documental Presunto Culpable, 2) el otorgamiento de una suspensión provisional a la explotación comercial del filme, y 3) la anulación del proceso anterior. Trépese a cualquier opción, pero trépese ya porque esta ola, más temprano que tarde, se convertirá en espuma. Como todo o casi todo en nuestro bienamado país.

Presunto Culpable se ha convertido en pila de agua bendita para opinadores que escuchan campanas pero no saben por dónde.

Es por ello necesario centrar el debate: en primer lugar, quien está sentado, semidesnudo, en el banquillo de los acusados (la cinta) es una parte del sistema judicial del Distrito Federal. La causa se originó por un homicidio (delito del fuero común), sucedido en la Ciudad de México, cuyas autoridades policiacas, de procuración de justicia y del Poder Judicial capitalino, fueron –en el estricto sentido de la palabra– los villanos de la película.

Pero tampoco es para exagerar: no siempre se enjuician chivos expiatorios; sí existe ineptitud y corrupción en los sistemas judiciales locales y federal, pero también hay funcionarios – tal vez los menos – rectos y eficientes.

Lo que hoy se necesita, por desgracia, está fuera del debate.

Lo que hoy se requiere es una contrarreforma judicial, pues la que se aprobó en 2008 quedó en un auténtico bodrio legislativo.

Intervinieron los gringos, a través de la USAID y muchas mexicanas manos – cerebros no – inexpertas en materia de derecho penal, como el caso del entonces, presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados, César Camacho Quiroz, cuya prosapia jurídica –no así la política– es más oscura que una catacumba.

Por lo pronto la ola sigue remontando con la cinta que llena las salas cinematográficas… ¡y qué bueno!

Índice Flamígero: Habrá que establecer la diferencia entre lo que es público y lo que es publicitado. A final de cuentas, todos han hecho el gran negocio con la película que costó no más de 600 mil pesos y ya ha recaudado casi 50 millones de pesos. El protagonista cobra por las entrevistas. Y hasta los distribuidores de piratería han elevado el precio por copia. Maldito capitalismo, sí. Pero, ¿qué gana el CIDE?

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