La ira contra Carlos Pascual

Martha Anaya / Crónica de Política

Sigo sin entender la ira del presidente Felipe Calderón contra el embajador estadounidense Carlos Pascual, cuando uno de sus antecesores, Jeffrey Davidow, no sólo apreció la situación en México y la de sus instituciones de manera muy semejante (en ese momento no hubo necesidad de WikiLeaks para conocerlas, pues las publicó él mismo).

Según le dijo Calderón al Washington Post, una de las cosas que más le molestó fue ver plasmado en los cables que en el Ejército Mexicano le tenían “aversión al riesgo”, o que no son suficientemente valientes, cuando han perdido probablemente unos 300 soldados.

¿Qué escribió Davidow al respecto en su libro “El oso y el puercoespín” (Grijalbo 2003)? Va un párrafo (las negritas y subrayados van por mi cuenta):

“Todos los días, oficiales policiacos, agentes del ministerio público y jueces son amenazados e incluso asesinado. Zonas enteras de ciertos estados están dominadas por los narcotraficantes donde el imperio de la ley no las afecta y las fuerzas del orden temen entrar en ellas.”

El Presidente de México se quejó también de que se hablara de descoordinación entre las distintas dependencias que enfrentan el crimen organizado y que incluso las agencias norteamericanas los pongan a competir (en uno de los cables firmado por Pascual se elogiaba la labor de la Marina frente al Ejército).

Va otro párrafo de Davidow:

“La feroz competencia entre las diferentes organizaciones policiales federales, así como entre las autoridades federales y estatales había bloqueado diferentes iniciativas. Para empeorar las cosas, las fuerzas del orden arrastraban una larga historia de corrupción (…) La falta de confianza y cooperación entre las diferentes corporaciones siguió siendo un problema”.

Y para que quede más claro:

“La Marina, sin dejar de estar casi en total oposición con el ejército, tuvo un avance enorme al fortalecer sus tareas antidroga e incrementar la cooperación con la Marina y la Guardia Costera norteamericanas”.

Pero Davidow , quien fue embajador de Estados Unidos en nuestro país de 1998 al 2002 –le tocó trabajar tanto con Ernesto Zedillo como con Vicente Fox–, da más detalles de la relación entre las distintas dependencias y la forma en que se desacreditaban unas a otras. Cuenta:

“Los policías norteamericanos obtenían la mayoría de la información de las fuerzas policiacas y de los agentes del ministerio público. Ningún organismo mexicano confiaba en los demás, así que a menudo se sentían justificados para desacreditarse entre sí. Los cargos más escandalosos acerca de la corrupción en el ejército, provenían de la oficina del procurador general, y viceversa”.

Explica también en su libro el hoy Embajador Vitalicio el por qué –desde hace ocho años– le resulta difícil a México combatir el narcotráfico:

“El país está invadido por la corrupción, cuenta con una legislación insuficiente y la policía y las estructuras judiciales son débiles. Las dependencias mexicanas encargadas del combate sospechan unas de otras, y existe una amplia red de complicidad derivada de motivos políticos.

Davidow refiere también cómo se utilizaba tramposamente la información para desprestigiar:

“Los traficantes de drogas descubrieron que propagar malas noticias sobre policías o políticos honestos era una manera efectiva de neutralizarlos o eliminarlos”. (Le faltó mencionar al embajador que también los gobiernos en turnos utilizan ese tema para descarrilar elecciones o a posibles candidatos, entre otras cosas)

El libro no tiene desperdicio. Compite en grande con lo que hoy sabemos de lo que piensan los diplomáticos sobre nuestros gobiernos y funcionarios vía WikiLeaks.

Estos solos párrafos publicados de lo que pensaba Davidow –y que seguramente transmitía al Departamento de Estado en su momento, con añadidos seguramente aún más confidenciales—, pintan un panorama muy semejante al que remite el hoy embajador Carlos Pascual a su país.

Y, hasta la fecha, no ha habido –ni hubo en su momento– ningún escándalo por parte del gobierno mexicano por lo que escribió el embajador Jeffrey Davidow

¿Por qué ahora sí? ¿Por qué la ira de Felipe Calderón contra Carlos Pascual?

Vuelvo a citar a Davidow:

“Para los políticos mexicanos ha sido tradicionalmente benéfico que los vean infligir cierto daño a Estados Unidos. Por lo general, la agresión –que suele ser muy retórica y rara vez real—se controla; hay un puñetazo contundente en el ojo, más que un golpe en el cuerpo”.

Pedirle al Presidente Obama que retirara a su Embajador en México no cae precisamente en el campo de la “retórica”, pero sí resulta contraproducente en términos diplomáticos.

Así que sigo sin entender la ira de Calderón hacia Pascual. Al menos, no por las razones que esgrimió ante el Post.

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