Por Ximena Vega
“Se veía venir” podrían decir los pocos mexicanos que apoyaban a John McCain en las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Es bien sabido que la agenda internacional estadounidense de la administración de Obama no ha favorecido mucho a México o ¿acaso se ha tomado en serio el tema de la reforma migratoria?
Esta actitud de relativo abandono podía ser predicha desde las campañas pre-electorales; mientras que McCain visitaba México y demás países latinoamericanos, parecía que Obama tenía sus prioridades en otros lados. En lo que a esto se refiere, Hillary Clinton, titular del Departamento de Estado de Estados Unidos, declaró ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, respondiendo a la pregunta de un congresista:
“Gracias por hablar del tema de México, congresista, es un área que no recibe suficiente atención y está allí en nuestra frontera. Las complejidades, negociaciones, requerimientos técnicos con México, lo que esperamos a cambio de nuestro dinero, lo que esperamos cuando les damos nuestro dinero y la necesidad de aumentar nuestro personal para un programa de esta magnitud, han tomado tiempo.”
En esta reunión previa a la visita de Felipe Calderón a Estados Unidos se dio prioridad a Medio Oriente, en especial a la transición política que se vive en Egipto y los disturbios que ocurren en Libia. Y fue por ello que Clinton escogió esas palabras.
Nos guste o no, México y Estados Unidos enfrentan juntos muchos temas, el del combate al narcotráfico siendo uno de los principales. Por ello, el abandono que ha sufrido México por parte de los legisladores no sólo nos afecta a nosotros, también los afecta a ellos. Tanto para mexicanos como para estadounidenses –sean ciudadanos o gobernantes- es momento de dejar de buscar responsables: mientras más se debate sobre el origen de las armas largas ilegales, más artículos de este tipo se cuelan por la frontera. Mientras más nos echamos la culpa mutuamente, menos actuamos y, mientras más se enfrascan ambos congresos –el mexicano y el estadounidense- sobre los términos de la ayuda, menos se logra hacer con ella.
“Se veía venir” podrían decir los pocos mexicanos que apoyaban a John McCain en las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Es bien sabido que la agenda internacional estadounidense de la administración de Obama no ha favorecido mucho a México o ¿acaso se ha tomado en serio el tema de la reforma migratoria?
Esta actitud de relativo abandono podía ser predicha desde las campañas pre-electorales; mientras que McCain visitaba México y demás países latinoamericanos, parecía que Obama tenía sus prioridades en otros lados. En lo que a esto se refiere, Hillary Clinton, titular del Departamento de Estado de Estados Unidos, declaró ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, respondiendo a la pregunta de un congresista:
“Gracias por hablar del tema de México, congresista, es un área que no recibe suficiente atención y está allí en nuestra frontera. Las complejidades, negociaciones, requerimientos técnicos con México, lo que esperamos a cambio de nuestro dinero, lo que esperamos cuando les damos nuestro dinero y la necesidad de aumentar nuestro personal para un programa de esta magnitud, han tomado tiempo.”
En esta reunión previa a la visita de Felipe Calderón a Estados Unidos se dio prioridad a Medio Oriente, en especial a la transición política que se vive en Egipto y los disturbios que ocurren en Libia. Y fue por ello que Clinton escogió esas palabras.
Nos guste o no, México y Estados Unidos enfrentan juntos muchos temas, el del combate al narcotráfico siendo uno de los principales. Por ello, el abandono que ha sufrido México por parte de los legisladores no sólo nos afecta a nosotros, también los afecta a ellos. Tanto para mexicanos como para estadounidenses –sean ciudadanos o gobernantes- es momento de dejar de buscar responsables: mientras más se debate sobre el origen de las armas largas ilegales, más artículos de este tipo se cuelan por la frontera. Mientras más nos echamos la culpa mutuamente, menos actuamos y, mientras más se enfrascan ambos congresos –el mexicano y el estadounidense- sobre los términos de la ayuda, menos se logra hacer con ella.
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