Jenaro Villamil
La noche del viernes 25, Enrique Peña Nieto convocó a los cinco principales precandidatos a sucederlo a una “cena de unidad” en la Casa de Gobierno de Toluca. Todos los signos emitidos desde el corazón del grupo Altacomulco indicaban que el “destape” beneficiaría a Alfredo del Mazo Maza, primo en tercer grado del actual mandatario, alcalde de Huixquilucan, joven y Golden Boy como Peña Nieto.
Horas antes, Luis Videgaray y Ernesto Némer, dos poderosos contendientes, habían declinado a sus aspiraciones. Sólo Eruviel Ávila, alcalde de Ecatepec, y Ricardo Aguilar, dirigente estatal del PRI, se mantenían en la ambigüedad.
En esa reunión, Peña Nieto llenó de halagos a la quinteta de sus sucesores. La alcaldesa de Naucalpan, Azucena Olivares, también fue convocada, además del secretario general de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, quien jugó un papel mucho más activo en la sucesión del que se vio públicamente.
Peña Nieto reiteró que en este proceso no debería haber “ni Malovas ni Aguirres” (en clara referencia a las defecciones priistas en Sinaloa y Guerrero) e indicó que “el partido” se inclinaba por el alcalde de Ecatepec, Eruviel Ávila, un hombre que representaba la antítesis del modelo de los Golden Boy y, por supuesto, ajeno a la dinastía Del Mazo, que buscaba en esta contienda su tercera gubernatura.
El secretario de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, sugirió en ese cónclave que fuera Del Mazo quien anunciara el “destape” de su homólogo de Ecatepec. Y así lo hizo el hijo de Alfredo del Mazo González, el mismo que en 1987 protagonizó un “falso destape” presidencial a favor del entonces procurador Sergio García Ramírez, en desafío a la nominación de Carlos Salinas, por quien finalmente se inclinó Miguel de la Madrid como su sucesor. El desafío de Del Mazo González le costó su exilio como embajador en Bélgica.
Del Mazo Maza cumplió con el guión adoptado entre Peña Nieto y Miranda Nava. En la mañana del sábado 26 ofreció una conferencia de prensa en la que anunció su declinación. Durante las largas horas de ese día lanzó varios mensajes en Twitter con estas palabras:
“Les comparto mi decisión de no registrarme como aspirante a la candidatura del Estado de México porque creo que la unidad del PRI es nuestra fortaleza.
“Agradezco mucho a quienes me apoyaron en este proceso y les pido que apoyemos con el mismo entusiasmo a mi amigo Eruviel Ávila”.
Para no pocos observadores locales pasó desapercibido que Del Mazo Maza no mencionara a Peña Nieto en su conferencia de prensa. Y que al día siguiente, en el acto de adhesión a Eruviel Ávila, su rostro fuera el menos cercano a la euforia por la unidad del PRI.
En el acto oficial priista, realizado el mismo día de la consulta que organizaron las direcciones estatales del PAN y del PRD, Eruviel Ávila apareció acompañado por un personaje que parecía ser el verdadero destinatario del mensaje de unidad de Peña Nieto: Manuel Cadena, poderoso ex secretario general de Gobierno de Arturo Montiel, cetemista de origen y hombre fuerte entre los políticos priistas del Valle de México.
Algunas versiones señalan que las verdaderas pláticas de Manuel Camacho, de representantes del PAN y de otros políticos perredistas, para operar una deserción priista a favor de una candidatura al estilo Malova, fueron con Manuel Cadena, ex contendiente de Peña Nieto en la sucesión de 2005 y conocedor de varios secretos que pueden descarrilar la bien cuidada imagen del cliente consentido de Televisa.
Cadena forma parte del núcleo de políticos cuya fuerza radica en el Valle de México, donde se asienta 70% de la población y del padrón electoral de casi 11 millones de ciudadanos.
De esta manera, la sucesión operada por Peña Nieto está llena de paradojas que van a marcar no sólo el derrotero de la contienda electoral más importante de este año, sino que alumbra algunos signos para el 2012:
1. La mayor paradoja es que la posibilidad de una alianza PAN-PRD no influyó en la consulta ciudadana del domingo 27, sino en los entretelones del PRI mexiquense. Peña Nieto decidió sacrificar –no sabemos si temporalmente– su origen dinástico, su parentesco y los negocios compartidos a favor de Eruviel Ávila, un político ortodoxo del priismo del Valle de México, quien ha gobernado dos veces el municipio más poblado del país.
Los signos previos generaron confusión. Algunos periodistas –entre los que me incluyo– confiamos en las versiones de la ortodoxia del Grupo Altacomulco. Todo parecía indicar que Del Mazo Maza sería el candidato a partir de los mensajes mediáticos, de los pactos realizados en Toluca y de sus poderosos padrinos y asesores, entre los que están el diputado local Enrique Jacob, la consultoría Primer Círculo, de Natividad González Parás y Fernando Lerdo de Tejada, y, por supuesto, el apoyo del ex gobernador que pretende erigirse en el eje de la dinastía: su padre Alfredo del Mazo González.
2. La segunda paradoja resultó ser que bajo el insistente discurso de la “unidad” se ha anidado una auténtica fractura entre las filas del priismo mexiquense. Es una fractura no sólo generacional, sino territorial. Políticos priistas del Valle de México (Naucalpan, Texcoco, Tlanepantla, Valle de Chalco, Ecatepec, Atizapán, Chicoloapan, entre otros) jugaron tanto al apoyo a la alianza PAN-PRD como al apoyo a Eruviel, como una forma de demostrarle al “Toluca Power” (la denominación del centro del poder de Atlacomulco) que el Estado de México no es de su propiedad y que para ganar una entidad tan compleja y contradictoria, es necesario contar con el respaldo de quienes operan en los municipios más habitados y con mayor peso en el padrón electoral.
No por nada, en su reciente discurso Eruviel Ávila tuvo que aclarar que “los priistas del Valle de Toluca y del Valle de México, todos, somos indispensables”. Ávila nombró como su coordinador de campaña a Luis Videgaray, el contendiente interno que se debilitó más en el proceso sucesorio, pero que mantiene la confianza de Peña Nieto y del poder financiero local y nacional.
3. La mayor paradoja es que Peña Nieto podrá cumplir su misión de mantener al PRI en el poder en el Estado de México tras las elecciones del 3 de julio, pero perder su verdadero objetivo: la candidatura presidencial priista para el 2012.
Esto dependerá de la “operación cicatriz” que deberá realizar al interior de la entidad. Evitó una deserción con altos costos electorales, pero engendró una tensión interna, sobre todo con su matriz política, familiar y de negocios: el Grupo Atlacomulco. La insistencia en negar la existencia de la trama corporativa y dinástica de este grupo sólo logra realzar su importancia.
Por el momento, la consulta del domingo 27 pasó sin pena ni gloria. Fueron más de 200 mil ciudadanos los que participaron con un 70% a favor del “sí” a la alianza. Los grupos más fuertes al interior del PRD nacional no modificaron lo que quedó claro desde enero de este año: el candidato de la “alianza de las izquierdas” (entiéndase López Obrador-Cuauhtémoc Cárdenas-Marcelo Ebrard) es Alejandro Encinas, el único político que ha colaborado con los tres, que no proviene del PRI y que ha negado aceptar la nominación del PAN. Por su parte, este partido optó por Luis Felipe Bravo Mena –el más doctrinario y apegado al voto duro de Acción Nacional– como su candidato. En el camino quedaron el senador Ulises Ramírez, amigo y cercano a Peña Nieto, y el ex alcalde de Naucalpan, José Luis Durán Reveles.
La noche del viernes 25, Enrique Peña Nieto convocó a los cinco principales precandidatos a sucederlo a una “cena de unidad” en la Casa de Gobierno de Toluca. Todos los signos emitidos desde el corazón del grupo Altacomulco indicaban que el “destape” beneficiaría a Alfredo del Mazo Maza, primo en tercer grado del actual mandatario, alcalde de Huixquilucan, joven y Golden Boy como Peña Nieto.
Horas antes, Luis Videgaray y Ernesto Némer, dos poderosos contendientes, habían declinado a sus aspiraciones. Sólo Eruviel Ávila, alcalde de Ecatepec, y Ricardo Aguilar, dirigente estatal del PRI, se mantenían en la ambigüedad.
En esa reunión, Peña Nieto llenó de halagos a la quinteta de sus sucesores. La alcaldesa de Naucalpan, Azucena Olivares, también fue convocada, además del secretario general de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, quien jugó un papel mucho más activo en la sucesión del que se vio públicamente.
Peña Nieto reiteró que en este proceso no debería haber “ni Malovas ni Aguirres” (en clara referencia a las defecciones priistas en Sinaloa y Guerrero) e indicó que “el partido” se inclinaba por el alcalde de Ecatepec, Eruviel Ávila, un hombre que representaba la antítesis del modelo de los Golden Boy y, por supuesto, ajeno a la dinastía Del Mazo, que buscaba en esta contienda su tercera gubernatura.
El secretario de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, sugirió en ese cónclave que fuera Del Mazo quien anunciara el “destape” de su homólogo de Ecatepec. Y así lo hizo el hijo de Alfredo del Mazo González, el mismo que en 1987 protagonizó un “falso destape” presidencial a favor del entonces procurador Sergio García Ramírez, en desafío a la nominación de Carlos Salinas, por quien finalmente se inclinó Miguel de la Madrid como su sucesor. El desafío de Del Mazo González le costó su exilio como embajador en Bélgica.
Del Mazo Maza cumplió con el guión adoptado entre Peña Nieto y Miranda Nava. En la mañana del sábado 26 ofreció una conferencia de prensa en la que anunció su declinación. Durante las largas horas de ese día lanzó varios mensajes en Twitter con estas palabras:
“Les comparto mi decisión de no registrarme como aspirante a la candidatura del Estado de México porque creo que la unidad del PRI es nuestra fortaleza.
“Agradezco mucho a quienes me apoyaron en este proceso y les pido que apoyemos con el mismo entusiasmo a mi amigo Eruviel Ávila”.
Para no pocos observadores locales pasó desapercibido que Del Mazo Maza no mencionara a Peña Nieto en su conferencia de prensa. Y que al día siguiente, en el acto de adhesión a Eruviel Ávila, su rostro fuera el menos cercano a la euforia por la unidad del PRI.
En el acto oficial priista, realizado el mismo día de la consulta que organizaron las direcciones estatales del PAN y del PRD, Eruviel Ávila apareció acompañado por un personaje que parecía ser el verdadero destinatario del mensaje de unidad de Peña Nieto: Manuel Cadena, poderoso ex secretario general de Gobierno de Arturo Montiel, cetemista de origen y hombre fuerte entre los políticos priistas del Valle de México.
Algunas versiones señalan que las verdaderas pláticas de Manuel Camacho, de representantes del PAN y de otros políticos perredistas, para operar una deserción priista a favor de una candidatura al estilo Malova, fueron con Manuel Cadena, ex contendiente de Peña Nieto en la sucesión de 2005 y conocedor de varios secretos que pueden descarrilar la bien cuidada imagen del cliente consentido de Televisa.
Cadena forma parte del núcleo de políticos cuya fuerza radica en el Valle de México, donde se asienta 70% de la población y del padrón electoral de casi 11 millones de ciudadanos.
De esta manera, la sucesión operada por Peña Nieto está llena de paradojas que van a marcar no sólo el derrotero de la contienda electoral más importante de este año, sino que alumbra algunos signos para el 2012:
1. La mayor paradoja es que la posibilidad de una alianza PAN-PRD no influyó en la consulta ciudadana del domingo 27, sino en los entretelones del PRI mexiquense. Peña Nieto decidió sacrificar –no sabemos si temporalmente– su origen dinástico, su parentesco y los negocios compartidos a favor de Eruviel Ávila, un político ortodoxo del priismo del Valle de México, quien ha gobernado dos veces el municipio más poblado del país.
Los signos previos generaron confusión. Algunos periodistas –entre los que me incluyo– confiamos en las versiones de la ortodoxia del Grupo Altacomulco. Todo parecía indicar que Del Mazo Maza sería el candidato a partir de los mensajes mediáticos, de los pactos realizados en Toluca y de sus poderosos padrinos y asesores, entre los que están el diputado local Enrique Jacob, la consultoría Primer Círculo, de Natividad González Parás y Fernando Lerdo de Tejada, y, por supuesto, el apoyo del ex gobernador que pretende erigirse en el eje de la dinastía: su padre Alfredo del Mazo González.
2. La segunda paradoja resultó ser que bajo el insistente discurso de la “unidad” se ha anidado una auténtica fractura entre las filas del priismo mexiquense. Es una fractura no sólo generacional, sino territorial. Políticos priistas del Valle de México (Naucalpan, Texcoco, Tlanepantla, Valle de Chalco, Ecatepec, Atizapán, Chicoloapan, entre otros) jugaron tanto al apoyo a la alianza PAN-PRD como al apoyo a Eruviel, como una forma de demostrarle al “Toluca Power” (la denominación del centro del poder de Atlacomulco) que el Estado de México no es de su propiedad y que para ganar una entidad tan compleja y contradictoria, es necesario contar con el respaldo de quienes operan en los municipios más habitados y con mayor peso en el padrón electoral.
No por nada, en su reciente discurso Eruviel Ávila tuvo que aclarar que “los priistas del Valle de Toluca y del Valle de México, todos, somos indispensables”. Ávila nombró como su coordinador de campaña a Luis Videgaray, el contendiente interno que se debilitó más en el proceso sucesorio, pero que mantiene la confianza de Peña Nieto y del poder financiero local y nacional.
3. La mayor paradoja es que Peña Nieto podrá cumplir su misión de mantener al PRI en el poder en el Estado de México tras las elecciones del 3 de julio, pero perder su verdadero objetivo: la candidatura presidencial priista para el 2012.
Esto dependerá de la “operación cicatriz” que deberá realizar al interior de la entidad. Evitó una deserción con altos costos electorales, pero engendró una tensión interna, sobre todo con su matriz política, familiar y de negocios: el Grupo Atlacomulco. La insistencia en negar la existencia de la trama corporativa y dinástica de este grupo sólo logra realzar su importancia.
Por el momento, la consulta del domingo 27 pasó sin pena ni gloria. Fueron más de 200 mil ciudadanos los que participaron con un 70% a favor del “sí” a la alianza. Los grupos más fuertes al interior del PRD nacional no modificaron lo que quedó claro desde enero de este año: el candidato de la “alianza de las izquierdas” (entiéndase López Obrador-Cuauhtémoc Cárdenas-Marcelo Ebrard) es Alejandro Encinas, el único político que ha colaborado con los tres, que no proviene del PRI y que ha negado aceptar la nominación del PAN. Por su parte, este partido optó por Luis Felipe Bravo Mena –el más doctrinario y apegado al voto duro de Acción Nacional– como su candidato. En el camino quedaron el senador Ulises Ramírez, amigo y cercano a Peña Nieto, y el ex alcalde de Naucalpan, José Luis Durán Reveles.
Comentarios