Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Resulta inquietante el uso de adjetivos destinados a personalidades políticas, sobre todo cuando las palabras elegidas son colindantes con el ámbito de la medicina e incluso el de la psicología; inquietan más cuando son elegidos por el zar del imperio estadounidense para hablar de su par en un país emergente.
Como sea, en cuanto Barack Obama eligió la palabra frustrado, pensé de inmediato en mis diccionarios. En Vocabulaire technique et critique de la philosophie, leemos: “Frustración, propiamente acto o acontecimiento que priva a alguien de lo que le corresponde, de lo que espera o de lo que considera suyo; situación que define a la víctima de esta privación.
“Esta palabra tiende a entrar en el lenguaje técnico de la psicología y de la sociología, donde es aplicada en términos muy amplios: 'La frustración es definida por Dollard y sus asociados como esa condición que existe cuando la respuesta de un éxito es bloqueada; también es definida cuando en caso de agresión al éxito se responde con la injuria. Su tesis indica que la agresión siempre es consecuencia de la frustración'.
“Podrá distinguirse en esta palabra el equívoco que se da entre la privación a alguien de lo que es de él o le corresponde, o simplemente la privación de algo o de lo que se espera. Sin consecuencias en psicología y sociología puramente descriptivas, se convierte en un término 'grave' cuando se trata de un juicio axiológico”.
Desconozco la motivación de Barack Obama para elegir el adjetivo, de la misma manera que la información que posee para decantarse por esa palabra, pero creo que Patricia Espinosa ya se tardó para exigir, por la vía diplomática y no a través de los medios, una explicación al Departamento de Estado, porque me niego a creer que quepa tamaña irresponsabilidad en el mandatario estadounidense.
En política exterior norteamericana nada se deja al azar. Se eligió que la entrevista a CNN se diera en El Salvador, de idéntica manera que se decidió por ese canal de noticias, para que el presidente de Estados Unidos advirtiese que Felipe Calderón tiene una justa frustración por el fortalecimiento de los cárteles de las drogas, y por ello ha reclamado mayor participación en la lucha contra el crimen organizado.
Barack Obama debía contextualizar para justificar el uso del término. Textualmente dijo: “En conjunto, la relación con México es muy fuerte. El reto es que los cárteles de la droga se han fortalecido, y el presidente Calderón tiene justa frustración”, expuso al referirse a las recientes críticas del presidente Calderón Hinojosa a una supuesta falta de colaboración de Washington en el combate a la delincuencia organizada. “Pero tenemos que compartir los problemas y las cargas, debemos reducir la demanda de consumo en Estados Unidos”, puntualizó.
Todo indica que Felipe Calderón estaría frustrado por la percepción que de él deja constancia en su labor el embajador Carlos Pascual; porque espera una corresponsabilidad por parte de Estados Unidos que nunca se dará, pues para los estadounidenses el “negocio” del tráfico de armas es global e importante para su economía, de la misma manera que lo es para la de los países que exportan armas a México por otras vías; porque a pesar de su noble y legítimo esfuerzo por erradicar el narcotráfico en México, esto no ocurrirá, debido a que esa ilícita actividad económica también se ha globalizado y sirve a muchas naciones el uso de ese dinero negro, para financiar operaciones encubiertas, como rápido y furioso u otras de diferente calibre y con distintos objetivos, como en su momento lo fue Irán-Contras.
La voracidad de los barones de la droga, de los mandamases de los cárteles cuya residencia está en Estados Unidos, no podrá ser vencida en tanto no se acabe con la corrupción de los funcionarios públicos de ambos países -de diferente calibre e importancia-, cuya función extra curricular es garantizar las operaciones de la delincuencia organizada en sus diferentes campos de acción. Esa es la realidad: los de allá son tanto o más corruptos que los de acá, con una diferencia: discreción y poder.
Resulta inquietante el uso de adjetivos destinados a personalidades políticas, sobre todo cuando las palabras elegidas son colindantes con el ámbito de la medicina e incluso el de la psicología; inquietan más cuando son elegidos por el zar del imperio estadounidense para hablar de su par en un país emergente.
Como sea, en cuanto Barack Obama eligió la palabra frustrado, pensé de inmediato en mis diccionarios. En Vocabulaire technique et critique de la philosophie, leemos: “Frustración, propiamente acto o acontecimiento que priva a alguien de lo que le corresponde, de lo que espera o de lo que considera suyo; situación que define a la víctima de esta privación.
“Esta palabra tiende a entrar en el lenguaje técnico de la psicología y de la sociología, donde es aplicada en términos muy amplios: 'La frustración es definida por Dollard y sus asociados como esa condición que existe cuando la respuesta de un éxito es bloqueada; también es definida cuando en caso de agresión al éxito se responde con la injuria. Su tesis indica que la agresión siempre es consecuencia de la frustración'.
“Podrá distinguirse en esta palabra el equívoco que se da entre la privación a alguien de lo que es de él o le corresponde, o simplemente la privación de algo o de lo que se espera. Sin consecuencias en psicología y sociología puramente descriptivas, se convierte en un término 'grave' cuando se trata de un juicio axiológico”.
Desconozco la motivación de Barack Obama para elegir el adjetivo, de la misma manera que la información que posee para decantarse por esa palabra, pero creo que Patricia Espinosa ya se tardó para exigir, por la vía diplomática y no a través de los medios, una explicación al Departamento de Estado, porque me niego a creer que quepa tamaña irresponsabilidad en el mandatario estadounidense.
En política exterior norteamericana nada se deja al azar. Se eligió que la entrevista a CNN se diera en El Salvador, de idéntica manera que se decidió por ese canal de noticias, para que el presidente de Estados Unidos advirtiese que Felipe Calderón tiene una justa frustración por el fortalecimiento de los cárteles de las drogas, y por ello ha reclamado mayor participación en la lucha contra el crimen organizado.
Barack Obama debía contextualizar para justificar el uso del término. Textualmente dijo: “En conjunto, la relación con México es muy fuerte. El reto es que los cárteles de la droga se han fortalecido, y el presidente Calderón tiene justa frustración”, expuso al referirse a las recientes críticas del presidente Calderón Hinojosa a una supuesta falta de colaboración de Washington en el combate a la delincuencia organizada. “Pero tenemos que compartir los problemas y las cargas, debemos reducir la demanda de consumo en Estados Unidos”, puntualizó.
Todo indica que Felipe Calderón estaría frustrado por la percepción que de él deja constancia en su labor el embajador Carlos Pascual; porque espera una corresponsabilidad por parte de Estados Unidos que nunca se dará, pues para los estadounidenses el “negocio” del tráfico de armas es global e importante para su economía, de la misma manera que lo es para la de los países que exportan armas a México por otras vías; porque a pesar de su noble y legítimo esfuerzo por erradicar el narcotráfico en México, esto no ocurrirá, debido a que esa ilícita actividad económica también se ha globalizado y sirve a muchas naciones el uso de ese dinero negro, para financiar operaciones encubiertas, como rápido y furioso u otras de diferente calibre y con distintos objetivos, como en su momento lo fue Irán-Contras.
La voracidad de los barones de la droga, de los mandamases de los cárteles cuya residencia está en Estados Unidos, no podrá ser vencida en tanto no se acabe con la corrupción de los funcionarios públicos de ambos países -de diferente calibre e importancia-, cuya función extra curricular es garantizar las operaciones de la delincuencia organizada en sus diferentes campos de acción. Esa es la realidad: los de allá son tanto o más corruptos que los de acá, con una diferencia: discreción y poder.
Comentarios