Endeble unidad perredista

Jesús Cantú

Los perredistas lograron encontrar una fórmula para que sus dos principales corrientes cohabiten en la dirigencia del partido. Sin embargo, tienen frente a sí dos grandes escollos: primero, el resultado de la consulta del domingo en el Estado de México para determinar si PAN y PRD participan aliados en la contienda por la gubernatura, y, segundo –simplemente por cuestión temporal–, la designación del candidato a la Presidencia de la República.

Aunque desde 1996, casi ininterrumpidamente, Nueva Izquierda ha tenido un representante suyo en la presidencia o la secretaría general del PRD, ahora esa corriente, por sí sola, aglutina 34% de los consejeros, y con el apoyo de Alternativa Democrática Nacional e Izquierda Renovadora, 55%, mientras que los grupos cercanos a AMLO suman 32%. Esto se manifestó en las votaciones del pasado domingo, donde Zambrano obtuvo 50% de los votos contra 36% de Padierna. Antes la proporción entre ambos grupos era inversa, sus diferencias no eran tan manifiestas y todos tenían el mismo candidato presidencial. Las condiciones actuales conforman un coctel explosivo, y casi lo único que falta por determinar es cuándo estallará.

El pasado fin de semana se dio la primera confrontación de fuerzas entre los dos grupos, y aunque los afines a López Obrador lograron recuperar al menos la secretaría general y aseguraron que no habrá coalición con el PAN para la contienda electoral de 2012 (lo cual realmente nunca estuvo en discusión, pues nadie en el PRD se había pronunciado por ello), no pudieron romper con la idea de la alianza en el Estado de México ni garantizar, desde ahora, la candidatura de López Obrador, como ocurrió hace seis años, cuando AMLO colocó en la presidencia perredista a Leonel Cota.

Aunque Nueva Izquierda retuvo la presidencia, fue evidente que ni siquiera una eventual alianza con Marcelo Ebrard y Foro Nuevo Sol le permitirá alcanzar las dos terceras partes de los consejeros, lo que se vuelve indispensable para muchas de las decisiones tácticas y estratégicas que deberán tomar en el futuro, entre otras la relativa a la elección del próximo candidato a la Presidencia de la República. Y, obvio, dicha corriente tuvo que acceder a esta cohabitación, que absorberá una buena parte de las energías de Zambrano.

A su vez, Marcelo Ebrard logró mantener vivas sus esperanzas de ser candidato presidencial en 2012, aunque también conoció sus múltiples limitaciones. Él sabía que para mantenerse en la pelea tenía que evitar que llegara a la presidencia partidista uno de los afines a López Obrador, pero sin pelearse con ellos, pues eso pondría en riesgo la gobernabilidad en el Distrito Federal, ya que Izquierda Democrática Nacional, encabezada por René Bejarano y Dolores Padierna, agrupa a un buen número de asambleístas; y esto hizo manifiesto que sus votos leales no llegan siquiera al medio centenar. Así, hasta ahora nadie ganó; más bien, todos perdieron, incluso la misma izquierda, cuyas posibilidades de unidad para las dos próximas contiendas importantes (Edomex y 2012) lucen remotas.

Más allá de que existen claras y evidentes diferencias en el posicionamiento de los dos grupos que hoy cohabitan en la dirección del partido, se observan discrepancias en cuestiones tácticas o instrumentales, entre las cuales se encuentran su relación con el actual gobierno federal, la concreción o no de alianzas con el PAN, y, desde luego, la candidatura a la Presidencia de la República.

Dos de estos asuntos son precisamente los que pueden conducir finalmente a la ruptura del perredismo y, eventualmente, a la división de las izquierdas en la contienda electoral de 2012. El primero podría resolverse este domingo, si los mexiquenses rechazan la alianza, pero de acuerdo con una encuesta realizada por el periódico Reforma casi las dos terceras partes de los simpatizantes del PAN y el PRD se pronuncian a favor de la misma, con lo cual su aprobación estaría casi asegurada. Además, la encuesta anticipa que los simpatizantes de ambos partidos y los mexiquenses en general prefieren como candidato de esa alianza a Alejandro Encinas, sin olvidar que la diferencia entre él y Luis Felipe Bravo Mena está dentro del margen de error, por lo cual el resultado podría ser diferente.

Si el resultado de la consulta es el que adelanta la encuesta, el PRD estará en grandes problemas. Para empezar, el choque que puede producirse entre el presidente y la secretaria del Comité Ejecutivo Nacional sería de pronóstico reservado, mientras que por otra parte Encinas ha reiterado que no será candidato de una alianza, por lo que muy probablemente, ante ese escenario, tendrían que recurrir al segundo lugar, que es Luis Felipe Bravo Mena. Y esto generará asimismo conflictos dentro del PRD.

Además, de acuerdo con la referida encuesta las probabilidades de triunfo del PRI el 3 de julio son muy altas, con o sin alianza. Una victoria priista (contra Encinas o Bravo Mena, por separado o en alianza) permitiría a los enemigos de Nueva Izquierda lanzarse nuevamente en su contra y culparlos del resultado electoral, como si ellos fueran los únicos responsables del mismo.

Así que únicamente en este tema, si el resultado de la consulta y la elección es el que anticipa la encuesta de Reforma, habrá tres momentos en los cuales la tensión entre presidente y secretaria del PRD llegará a su máximo nivel, y es muy difícil predecir si en alguno de ellos finalmente se concrete la ruptura.

Incluso si logran superar esos tres momentos, no aseguran la unidad de las izquierdas para los comicios presidenciales de 2012, pues existe la posibilidad de que el PRD postule a un candidato distinto a López Obrador (lo más probable es que sería Ebrard, aunque habrá que ver si él está dispuesto a desafiar a quien lo llevó hasta la Jefatura de Gobierno del DF), pero tampoco sería descartable que hubiera un tercero, en caso de que Ebrard declinase y, en algún momento previo, se concretase la ruptura con López Obrador. En cualquiera de estos dos escenarios, al menos hasta hoy, todo indica que López Obrador sería postulado por el Partido del Trabajo y, eventualmente, en coalición con Convergencia.

En caso de que los perredistas lleguen unidos al momento de la selección de candidato a la Presidencia, difícilmente AMLO se sumaría a una campaña de Ebrard. Así que, de acuerdo con lo que se ha visto hasta hoy, la única posibilidad de que haya un solo candidato de las izquierdas es que fuera AMLO, y este es precisamente uno de los aspectos centrales de la lucha por el poder en el PRD.

Quizá el único caso de cohabitación comparable a la del perredismo es el de Roberto Madrazo, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, y Elba Esther Gordillo, secretaria del mismo, quienes en un matrimonio de conveniencia decidieron presentarse como fórmula y lograron un muy controvertido y discutible triunfo en la elección tricolor de 2002. La unión les permitió llegar a los cargos, pero no dirigir al partido, y las diferencias fueron cada día mayores, hasta conducir a que Gordillo formara el Partido Nueva Alianza y abandonara finalmente al priismo. La estrategia le permitió a Madrazo inclusive ser el abanderado priista a la Presidencia de la República en la elección de 2006, pero terminó relegado a un lejano tercer lugar con apenas 22% de los votos.

De no primar la cordura entre los perredistas (y, eventualmente, las izquierdas), en este caso el resultado todavía puede ser peor: la caída puede ser mayor y la reconstrucción todavía más complicada.

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