El parto de Peña Nieto

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Enrique Peña Nieto decidió el año pasado que el proceso de sucesión del PRI en el estado de México lo iba a manejar él. En octubre admitió que había cuatro precandidatos, pero en reuniones estratégicas con las cúpulas del PRI, llevaba al presidente municipal de Huixquilucan, su primo, Alfredo del Mazo. Después subió a un quinto, el diputado Luis Videgaray, quien lo acompañaba a informes de gobierno. Dijo que esperaría hasta el último momento para que el PRI definiera su candidato y la semana pasada operó el parto en medio de presiones inesperadas.

El resultado de la candidatura de Eruviel Ávila no era parte del script original. Desde Toluca habían volado a los medios las encuestas electorales donde Del Mazo superaba siempre a todos los aspirantes del PRI. El fin de semana antepasado, el primo de Peña Nieto se guardó. Pospuso 69 entrevistas de prensa e informó que otorgaría una sola más a Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula. El miércoles por la noche comenzó su celebración. Tenía la candidatura amarrada, pero en tres días se descarriló su designación.

El alcalde tuvo un déjà vu. Hace casi 30 años, su padre era finalista en la contienda por la candidatura presidencial, pero Miguel de la Madrid, el Presidente que también era su compadre, cuando habló con él una semana antes del destape, nunca le dijo que él no sería candidato, pero tampoco que sería otro. Del Mazo, entendió que sería el elegido, como su padre lo pensó también en octubre de 1987 y corrió más de la cuenta, provocando la acción de anticuerpos.

Funcionarios del PRI que conocen de las reuniones que sostuvieron el viernes Peña Nieto, los aspirantes y jerarcas del partido, reconocen que la celebración temprana y que colaboradores de Del Mazo empezaran a hablar públicamente de la unción del alcalde, desató dos presiones que no habían sido previstas.

Una fue de la maestra Elba Esther Gordillo, que negoció con Peña Nieto una alianza estatal y nacional con el Panal, y que se opuso –hay quien define su postura como “veto”- a que su candidatura por un viejo problema con su padre, a quien le adjudica buena parte del golpeteo que sufrió en 2003 cuando encabezaba al PRI en el Congreso. La otra provino de Televisa, que maneja la mercadotecnia política a Peña Nieto, que desde mediados de la semana expresó su malestar con Del Mazo y su respaldo a Ávila.

Hay evidencias que las dudas asaltaron a Peña Nieto el jueves por la tarde, cuando se pensaba que todo había terminado de cocinarse. La designación del candidato tendría que ser unánime –de acuerdo con el libreto-, y que los diferentes grupos de interés en el estado de México la respaldaran. Al no cuadrar la ecuación, Peña Nieto habló el viernes con Del Mazo para finalmente decirle que él no sería y salvar el proceso. Ávila, que había dicho que el sábado por la noche decidiría si se registraba o no, recibió la luz verde de pedir licencia al cabildo de Ecatepec ese mismo día.

El gambito político fue monumental. Ávila era el único de los aspirantes priístas que no le debía su carrera política a Peña Nieto y, además, un producto del Valle de México, que no había producido un gobernador desde Isidro Fabela, salvo un año de terror para Mario Ramón Beteta, a quien el Grupo Atlacomulco, cuyo hijo más visible es el actual gobernador, lo agredió tan salvajemente que fue destituido. Peña Nieto tuvo que maniobrar la ruptura de la hegemonía de su grupo político para evitar el quiebre de la escalera hacia la candidatura presidencial.

Peña Nieto estaba muy impregnado por las recientes experiencias en Guerrero y Sinaloa –donde una mala selección de candidato provocó la ruptura del PRI y su derrota-, y siempre decía que la decisión final sobre el candidato recaería en “quién podría ganar”. En la segunda parte de la semana, el costo de esa posibilidad se elevó enormemente con Del Mazo.

Insistir en él iba a poner en alto riesgo su alianza con Gordillo –estratégica en 2012- y entrar en conflicto con Televisa –también vital en la sucesión presidencial-. La conclusión del proceso lo pinta como un político pragmático, que le da fuerza, pero vulnerable a presiones, que lo debilita. Al final mantuvo las alianzas externas al partido que, cuando menos por ahora, le salieron bastante caras.

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