Cruzados por la corrupcion

Opinion Invitada / Felipe Diaz Garza

El Cardenal y Arzobispo de Monterrey, Francisco Robles Ortega, atribuyó la indiferencia política y ciudadana de los católicos regiomontanos al mal ejercicio del poder político y a la creciente percepción de corrupción gubernamental. Así lo diagnostica la Iglesia en su "Plan de Pastoral Orgánica 2011-2015", que fue dado a conocer el 9 de marzo y que el Vicario firmó como responsable.

"Por desgracia tenemos que admitir que algunos miembros de nuestra sociedad se encuentran decepcionados por el mal ejercicio de gobierno en algunas alternancias, de las que se esperaba mucho más, por lo que esto también ha contribuido a que hoy se genere indiferencia ciudadana, al no querer participar en la vida social y política", indica el texto.

En otro apartado, el plan, en cuya elaboración participaron cientos de asambleístas representantes de las distintas zonas de la Arquidiócesis, aborda la falta de confianza hacia los gobernantes y se indica que los fieles también sienten que han sido utilizados con fines electorales.

"Existe desesperación y falta de confianza ante la realidad política que se vive. Es notoria la deformación de una sociedad que se debería transformar a través de un adecuado ejercicio de gobierno... Se percibe el uso electoral de la población, la cual no es considerada en la búsqueda de soluciones y en las acciones que propician el desarrollo de la sociedad", indica el texto, según reportó EL NORTE el miércoles.

Tiene razón el prelado en lo que propone a nombre de la institución. Pero es simplista culpar sólo a los políticos de la depresión cívica del pueblo de Dios, al que otros pastores también han decepcionado. Si la gente desconfía de los pasados gobernantes que no han cumplido y de las recientes "alternancias" que han ofrecido cumplir lo incumplido y han incumplido de nuevo, con más razón desconfían de opciones espirituales de redención, presuntamente eternas, que resultaron perecederas y corruptoras.

Me refiero, por ejemplo, a la epidemia de pedofilia sacerdotal que ha mantenido infectada a la Iglesia durante décadas, de la que el caso de Marcial Maciel sólo fue el detonador mediático, dada la relevancia social y política del perverso legionario fundador. Sin duda que tanto este tema, como el de la corrupción y la incompetencia gubernamental impunes, dañaron la credibilidad de los políticos y agrietaron irreparablemente la fe del pueblo de Dios en su Iglesia. Pero la fe no se derrumba porque Maciel haya pecado. La credibilidad del Gobierno no se cae porque un gobernador o un alcalde o un presidente sean corruptos.

El pueblo deja de creer en el Gobierno cuando éste no castiga a los corruptos pescados con las manos en la masa y, no contentos con eso, los defiende y los premia con otros encargos públicos. El pueblo de Dios deja de creer en el gobierno de la Iglesia y, por ende, en la Iglesia y hasta en Dios, cuando éste, aquélla y aquél no castigan a los cientos de sacerdotes pedófilos pescados en todo el mundo con las manos en la masa y, no contentos con eso, los defienden y los premian con otras misiones apostólicas.

Y esta conducta depresiva del pueblo de Dios, de la ciudadanía, de los consumidores, de los grupos ciudadanos organizados, de los estudiantes y sus padres, que no confían en su gobierno, en sus iglesias, en sus empresarios, en sus comerciantes, en sus maestros, se va extendiendo como un cáncer fuera de control, contra toda la clase dirigente de este País, que no cumple lo que ofrece, que promete lo que no cumplirá, que se asocia interescuadras en perjuicio de los ciudadanos y del pueblo de Dios, como el millonario gastrónomo obispo "católico" de Ecatepec y sus amigos, compadres y cómplices del empresariado, la curia, los medios y el Gobierno.

Y no le entramos en profundidad a la batalla campal de jaurías de lobos sedientos de sangre que, a dentelladas, libran los empresarios de la telecomunicación Emilio Azcárraga y Carlos Slim, personajes alguna vez paradigmáticos, que hoy se desnudan ante nosotros como hermanos en la fe de Marcial Maciel y su pandilla de apólogos, defensores y semejantes.

Que les crean en su casa a todos ellos, políticos, curas, empresarios y demás cruzados de causas corruptas.

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