Martha Anaya / Crónica de Política
El calificativo de “traidores” ha ido y venido a todo lo largo del proceso electoral en Baja California Sur, y aún antes.
Vayamos desde el principio, el momento en que los perredistas habrían de elegir a su candidato a suceder en la gubernatura a su correligionario Narciso Agundiz.
La consulta programada para tal elección, se suspende abruptamente por decisión de la dirigencia nacional y del propio gobernador en funciones al ver que los números favorecerían a Marcos Alberto Covarrubias.
Esto ocurre en los últimos días de septiembre del año pasado.
Un día después, Leonel Cota Montaño, ex presidente del PRD, renuncia al sol azteca de anunciarse la suspensión de la consulta y acusa a Ortega como el “peor traidor para la política mexicana”, por cancelar la elección interna en Baja California Sur y buscar un acuerdo entre los precandidatos.
Poco después, César Nava –todavía presidente del PAN en ese entonces—invita a Covarrubias a ser su candidato y éste acepta.
Entonces, Ortega califica de “traidor” a Marcos Alberto Covarrubias por haber abandonado las filas del sol azteca y aceptar la candidatura de la gubernatura bajo las siglas del partido Acción Nacional.
Covarrubias, a su vez, responde que la “traición” fue de Ortega y sus congéneres por hacerlo a un lado cuando todas las encuestas mostraban que él era el favorito y no Luis Armando Díaz, por quien finalmente se inclinó la cúpula perredista, en aras de “la continuidad”.
Todavía unos días antes de la elección en Baja California Sur, Jesús Ortega declaró al diario “El Sudcaliforniano” que el paso de Marcos Covarrubias Villaseñor a las filas del PAN no obedeció a un plan B, sino a una “vulgar traición” del candidato a gobernador del Partido de Acción Nacional.
Agregó incluso que, como la mayoría de las traiciones, no tienen ninguna justificación ideológica, sino tienen razones monetarias… “ya verán ustedes en los próximos días cuál es la razón de esa vulgar traición, ya verán”.
Y todavía ayer, terminado el cómputo de la elección que registró la derrota del PRD en la gubernatura tras 11 años de llevar las riendas en ese estado de la República, sentenció: “En política no hay defensa contra las traiciones”.
Después de todos estas acusaciones de traición de uno y otro lado, bien vale la preguntarse –y preguntarle a Jesús Ortega—si los 97 785 ciudadanos sudcalifornianos que votaron por Marcos Alberto Covarrubias también son “traidores”.
Covarrubias –el ex perredista y hoy triunfador de la elección de gobernador por la Alianza es Contigo (PAN-PRS), de acuerdo al Programa de Resultados Preliminares—dice que la gente “ya va más allá de los partidos”, que cuando los partidos no toman decisiones serias en la elección de sus candidatos, éstos los abandonan y toman sus propias decisiones en base a la trayectoria de la persona y de quienes conforman su equipo.
Tal vez sea así –al menos en su caso y el de Baja California Sur–, y estemos ante un nuevo fenómeno donde ciertos personajes responden, más que a las siglas de los partidos que los llevan a una posición, a un cierto perfil que agrada a sus congéneres, y se convierten en algo así como “candidatos ciudadanos” aún y cuando contiendan bajo distintas siglas, puesto que no existen las candidaturas independientes.
Se podrá argüir que tales casos no responden a la idea que tenemos de las candidaturas ciudadanas, pero es probable que estemos cerca de esta figura –aunque no sea del todo pura—y que los locales hayan sido los primeros en darse cuenta de ello. Sus votos, al menos, hacen pensar en ello.
El calificativo de “traidores” ha ido y venido a todo lo largo del proceso electoral en Baja California Sur, y aún antes.
Vayamos desde el principio, el momento en que los perredistas habrían de elegir a su candidato a suceder en la gubernatura a su correligionario Narciso Agundiz.
La consulta programada para tal elección, se suspende abruptamente por decisión de la dirigencia nacional y del propio gobernador en funciones al ver que los números favorecerían a Marcos Alberto Covarrubias.
Esto ocurre en los últimos días de septiembre del año pasado.
Un día después, Leonel Cota Montaño, ex presidente del PRD, renuncia al sol azteca de anunciarse la suspensión de la consulta y acusa a Ortega como el “peor traidor para la política mexicana”, por cancelar la elección interna en Baja California Sur y buscar un acuerdo entre los precandidatos.
Poco después, César Nava –todavía presidente del PAN en ese entonces—invita a Covarrubias a ser su candidato y éste acepta.
Entonces, Ortega califica de “traidor” a Marcos Alberto Covarrubias por haber abandonado las filas del sol azteca y aceptar la candidatura de la gubernatura bajo las siglas del partido Acción Nacional.
Covarrubias, a su vez, responde que la “traición” fue de Ortega y sus congéneres por hacerlo a un lado cuando todas las encuestas mostraban que él era el favorito y no Luis Armando Díaz, por quien finalmente se inclinó la cúpula perredista, en aras de “la continuidad”.
Todavía unos días antes de la elección en Baja California Sur, Jesús Ortega declaró al diario “El Sudcaliforniano” que el paso de Marcos Covarrubias Villaseñor a las filas del PAN no obedeció a un plan B, sino a una “vulgar traición” del candidato a gobernador del Partido de Acción Nacional.
Agregó incluso que, como la mayoría de las traiciones, no tienen ninguna justificación ideológica, sino tienen razones monetarias… “ya verán ustedes en los próximos días cuál es la razón de esa vulgar traición, ya verán”.
Y todavía ayer, terminado el cómputo de la elección que registró la derrota del PRD en la gubernatura tras 11 años de llevar las riendas en ese estado de la República, sentenció: “En política no hay defensa contra las traiciones”.
Después de todos estas acusaciones de traición de uno y otro lado, bien vale la preguntarse –y preguntarle a Jesús Ortega—si los 97 785 ciudadanos sudcalifornianos que votaron por Marcos Alberto Covarrubias también son “traidores”.
Covarrubias –el ex perredista y hoy triunfador de la elección de gobernador por la Alianza es Contigo (PAN-PRS), de acuerdo al Programa de Resultados Preliminares—dice que la gente “ya va más allá de los partidos”, que cuando los partidos no toman decisiones serias en la elección de sus candidatos, éstos los abandonan y toman sus propias decisiones en base a la trayectoria de la persona y de quienes conforman su equipo.
Tal vez sea así –al menos en su caso y el de Baja California Sur–, y estemos ante un nuevo fenómeno donde ciertos personajes responden, más que a las siglas de los partidos que los llevan a una posición, a un cierto perfil que agrada a sus congéneres, y se convierten en algo así como “candidatos ciudadanos” aún y cuando contiendan bajo distintas siglas, puesto que no existen las candidaturas independientes.
Se podrá argüir que tales casos no responden a la idea que tenemos de las candidaturas ciudadanas, pero es probable que estemos cerca de esta figura –aunque no sea del todo pura—y que los locales hayan sido los primeros en darse cuenta de ello. Sus votos, al menos, hacen pensar en ello.
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