Martha Anaya / Crónica de Política
Eran cerca de las doce del día. La sesión en el Senado de la República aún no comenzaba. El padre Alejandro Solalinde, fundador del albergue Hermanos en el Camino, aguardaba en el patio de Xicoténcatl a que Manlio Fabio Beltrones lo recibiera.
El defensor de los migrantes deseaba estar en el pleno, seguir con detalle la votación de la nueva Ley Migratoria porque señales ominosas asomaron en el dictamen que se presentó y perfilaba la criminalización de la migración.
Las protestas habían sido intensas entre los miembros de la Comisión de Población. El artículo 151 fue impugnado por unos y otros. Buscaba sancionar con multas a los indocumentados y a los empleadores que los contrataran.
El artículo 26 era otro. En él se otorgaban atribuciones a la Policía Federal para que realizara funciones que hoy sólo corresponden a los agentes del Instituto Nacional de Migración.
Múltiples ONG’s habían manifestado su preocupación. Las reservas de distintos legisladores en torno al dictamen llegaban a cien.
El misionero estaba preocupado. Bastante sufren los migrantes –decía el misionero que ofrece techo y comida de manera temporal a los migrantes que viajan en “La Bestia” rumbo al norte—como para golpearlos más.
A su lado, el senador perredista Rubén Velázquez intentaba tranquilizarlo. Le contaba que durante la noche y la madrugada habían logrado echar abajo las “terribles” disposiciones. Solalinde no parecía muy convencido.
¿Y si de una vez hablo con los periodistas?, preguntaba. A toro pasado ya no tendría sentido, pensaba.
En eso estaba cuando llegaron a buscarlo de la oficina de Beltrones. Volvió sobre sus pasos y enfiló hacia el despacho del Presidente de la Cámara Alta.
Entre tanto, cámaras y grabadoras alcanzaban a otros legisladores. Variados eran los temas noticiosos en las agendas de los periodistas. Las declaraciones del ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo sobre la manera en que los regímenes priistas controlaban el narcotráfico –al son de repartir rutas “tú por aquí, tú por allá”–, eran uno de ellos.
Pedro Joaquín Coldwell, ex gobernador de Quintana Roo (1981-1987), fue uno de los interrogados al respecto.: “Es una opinión personal que no comparto –diría–, no me consta que haya sucedido una cosa de esas; jamás tuve una percepción o vi algún hecho que pudiera ir en ese sentido”.
Fernando Baeza, quien fuera gobernador de Chihuahua de 1986 a 1992, demandó a su vez a Sócrates Rizzo “validar su dicho”. Según el chihuahuense, “no hubo tratos directos ni indirectos con los narcotraficantes para darles apoyo alguno”.
Pero los priistas no eran los únicos que se veían ayer en aprietos. En los pasillos del Senado seguían corriendo las bromas en torno a la declaración de los 6 mil pesos del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero.
Es más, corría de mano en mano la impresión de un “Nuevo Billete” de 6 mil pesos, emitido por el “Banco de la irrealidad” con la leyenda: “Gobierno con sensibilidad social” y un “Sí te alcanza” al calce del rostro de Ernesto Cordero.
Apenas cruzaba Francisco Labastida el patio y ya le ponían al oído desde un celular el ring tone de Cordero. La canción de Peso sobre peso de Chava Flores, mejor conocida como “La Bartola”, y las risas escapaban.
Tal era el ambiente ayer en Xicoténcatl. Preámbulo de una buena noticia que seguiría después en el salón de sesiones: se aprobaría por unanimidad la nueva Ley Migratoria, no sólo quitando los artículos que penalizaban a los migrantes sino con un agregado de última hora en el que establece que nadie podrá ser declarado ilegal por su condición migratoria.
Con decir que hasta Ricardo Monreal –uno de los principales opositores al contenido del dictamen—terminó aceptando: “Debo de reconocer que modificaron importantes artículos que hubiesen sido deleznables, ominosos para la tradición política exterior mexicana. No pasa muy seguido”.
Vinieron los aplausos y el propio padre Solalinde se sumó reconfortado a ellos.
Eran cerca de las doce del día. La sesión en el Senado de la República aún no comenzaba. El padre Alejandro Solalinde, fundador del albergue Hermanos en el Camino, aguardaba en el patio de Xicoténcatl a que Manlio Fabio Beltrones lo recibiera.
El defensor de los migrantes deseaba estar en el pleno, seguir con detalle la votación de la nueva Ley Migratoria porque señales ominosas asomaron en el dictamen que se presentó y perfilaba la criminalización de la migración.
Las protestas habían sido intensas entre los miembros de la Comisión de Población. El artículo 151 fue impugnado por unos y otros. Buscaba sancionar con multas a los indocumentados y a los empleadores que los contrataran.
El artículo 26 era otro. En él se otorgaban atribuciones a la Policía Federal para que realizara funciones que hoy sólo corresponden a los agentes del Instituto Nacional de Migración.
Múltiples ONG’s habían manifestado su preocupación. Las reservas de distintos legisladores en torno al dictamen llegaban a cien.
El misionero estaba preocupado. Bastante sufren los migrantes –decía el misionero que ofrece techo y comida de manera temporal a los migrantes que viajan en “La Bestia” rumbo al norte—como para golpearlos más.
A su lado, el senador perredista Rubén Velázquez intentaba tranquilizarlo. Le contaba que durante la noche y la madrugada habían logrado echar abajo las “terribles” disposiciones. Solalinde no parecía muy convencido.
¿Y si de una vez hablo con los periodistas?, preguntaba. A toro pasado ya no tendría sentido, pensaba.
En eso estaba cuando llegaron a buscarlo de la oficina de Beltrones. Volvió sobre sus pasos y enfiló hacia el despacho del Presidente de la Cámara Alta.
Entre tanto, cámaras y grabadoras alcanzaban a otros legisladores. Variados eran los temas noticiosos en las agendas de los periodistas. Las declaraciones del ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo sobre la manera en que los regímenes priistas controlaban el narcotráfico –al son de repartir rutas “tú por aquí, tú por allá”–, eran uno de ellos.
Pedro Joaquín Coldwell, ex gobernador de Quintana Roo (1981-1987), fue uno de los interrogados al respecto.: “Es una opinión personal que no comparto –diría–, no me consta que haya sucedido una cosa de esas; jamás tuve una percepción o vi algún hecho que pudiera ir en ese sentido”.
Fernando Baeza, quien fuera gobernador de Chihuahua de 1986 a 1992, demandó a su vez a Sócrates Rizzo “validar su dicho”. Según el chihuahuense, “no hubo tratos directos ni indirectos con los narcotraficantes para darles apoyo alguno”.
Pero los priistas no eran los únicos que se veían ayer en aprietos. En los pasillos del Senado seguían corriendo las bromas en torno a la declaración de los 6 mil pesos del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero.
Es más, corría de mano en mano la impresión de un “Nuevo Billete” de 6 mil pesos, emitido por el “Banco de la irrealidad” con la leyenda: “Gobierno con sensibilidad social” y un “Sí te alcanza” al calce del rostro de Ernesto Cordero.
Apenas cruzaba Francisco Labastida el patio y ya le ponían al oído desde un celular el ring tone de Cordero. La canción de Peso sobre peso de Chava Flores, mejor conocida como “La Bartola”, y las risas escapaban.
Tal era el ambiente ayer en Xicoténcatl. Preámbulo de una buena noticia que seguiría después en el salón de sesiones: se aprobaría por unanimidad la nueva Ley Migratoria, no sólo quitando los artículos que penalizaban a los migrantes sino con un agregado de última hora en el que establece que nadie podrá ser declarado ilegal por su condición migratoria.
Con decir que hasta Ricardo Monreal –uno de los principales opositores al contenido del dictamen—terminó aceptando: “Debo de reconocer que modificaron importantes artículos que hubiesen sido deleznables, ominosos para la tradición política exterior mexicana. No pasa muy seguido”.
Vinieron los aplausos y el propio padre Solalinde se sumó reconfortado a ellos.
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