Sergio Valls, el ministro incómodo

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Crecer -en política- sin lastimar a nadie, es harto difícil; hacerlo desde una posición en que es condición del oficio administrar justicia desde la ley y desde la conciencia, pudiera decirse que es imposible, pero Sergio Valls Hernández padece de una enfermedad bíblica que le impide no solazarse en el daño causado a quienes hace a un lado mientras él se encumbra, o cree encumbrarse.

Salvador Rocha Díaz puede contar cómo cabildeó la segunda postulación de Sergio Valls para convertirse en ministro, y la manera en que a él fue acercado. El nuevo ministro hubo de contraer deudas políticas para acceder al cargo que, en el futuro, le permitiría convertirse en factótum del Poder Judicial de la Federación, para desde allí impulsar la carrera de su hijo Jaime, quien sueña en convertirse gobernador de Chiapas.

Sin embargo, Valls es enceguecido por esa enfermedad bíblica que lo transforma cuando alguien brilla más que él, sobre todo cuando esa inteligencia proviene de un integrante más joven del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y cuando ese integrante es, por esfuerzo y méritos propios, lo que Valls no pudo ser a su edad.

Escribe Diana Cohen Agrest que “si el envenenamiento del genial Mozart por Salieri fuera fantasía pura, la envidia del italiano no es sino una reacción natural a la lotería de la vida: haber nacido en el momento y en el lugar equivocado, dotado con un talento enorme opacado por la genialidad indiscutible de un rival”. Descripción que corresponde al comportamiento del ministro Sergio Valls Hernández ante la inteligencia y donaire de su “par”, José Ramón Cossío.

He aquí el verdadero problema que agobiará la gestión de Juan Silva Meza como presidente de este muy particular grupo de abogados, puesto que en los momentos que vive el país su responsabilidad trasciende esa aspiración de convertir a la Corte en tribunal constitucional, para insertar al Poder Judicial de la Federación en la reconstrucción de México, en la reconstrucción judicial de este país tan castigado por la realidad de la corrupción e impunidad. El único muro de contención es la administración de justicia, pero la reciente reforma constitucional penal parece no haber dado en el clavo, porque obedeció a idiosincrasia e intereses ajenos a los de la nación.

Es en este contexto que se manifiesta esa perversa debilidad del ministro Valls Hernández. Padecimiento “retratado como destructivo, inhibitorio, inútil y doloroso, la envidia es condenada como uno de los siete pecados capitales. Nadie duda del papel siniestro y abismal de la envidia en la existencia humana. Porque se la suele acusar de irracional, imprudente, viciosa, equivocada. Porque se la considera innata y arrasadora, y se la oculta tras las máscaras de la crítica amarga, la sátira, la injuria, la calumnia, la insinuación pérfida, la compasión fingida y hasta la adulación servil. Y porque se recae en ella, una y otra vez”.

No es una exageración esa descripción de Diana Cohen. De otra manera no se entiende que Sergio Valls Hernández haya usado durante los últimos ocho años, de la Dirección General de Comunicación Social del Consejo de la Judicatura Federal, para servir a sus propios y muy personales intereses, pero además para difundir las críticas injustificadas -diseñadas sobre su escritorio y germinadas en su imaginación- en contra del ministro José Ramón Cossío.

Me narra un observador de esos hechos, que al ser refractario a participar en la difusión de esos infundios, fue que escaló el primer peldaño de lo que sería su despido de la oficina de prensa del Consejo de la Judicatura Federal, sobre todo porque sin razón aparente, sin justificación alguna, el propósito era desprestigiar a José Ramón Cossío.

Profundiza Diana Cohen en el diagnóstico y manifestaciones de esa enfermedad que mueve las pasiones políticas: “Definida como la aflicción vivida por un sujeto cuando siente que no posee algo que su rival sí posee, in-vidia (de video, vedere, de donde proviene el verbo ver) significa 'la mirada penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad, antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para perforarlo y destruirlo'.

Es muy posible que el ministro Valls duerma con un calendario bajo la almohada, porque enero de 2015 sería su última oportunidad de ser el ministro presidente. Cree él -lo que es posible- que el PRI habrá regresado a la Presidencia de la República, lo que le allanaría el camino, por sobre lo que Juan Silva Meza haya logrado hacer para dar autonomía e independencia al Poder Judicial de la Federación, y para convertirlo en parte activa de la reforma del modelo político.

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