Politiquería contra educación

Axel Didriksson

La manipulación electoral, los operadores políticos y los porros, el uso de los recursos para la distribución de las despensas y las becas, las promesas de campaña, los compromisos que se desvanecerán con el tiempo, es en México lo prioritario. Y lo secundario: la inversión en educación, las políticas y los programas para lograr cambios fundamentales en los aprendizajes, el apoyo sin restricciones a la escasa investigación científica. Ni aun en campaña, ni por demostración de coherencia, los políticos profesionales buscan demostrar que pueden encauzar el desarrollo y el bienestar general desde las bases de una sociedad moderna y democrática. Vivimos en un país volteado de cabeza.

Pero también todo tiene sus límites, porque resulta verdaderamente injurioso el nivel al que ha llegado la simbiosis del SNTE y la SEP, en lo que es apenas el inicio de los actuales tiempos electorales. Las evidencias publicadas sobre el despliegue de propaganda del Panal dentro de las escuelas, la movilización de operadores y mapaches electorales con maestros que deberían estar dando clases (o mejor ni eso), y los recursos que se reparten para garantizar que quienes se alían con la cúpula del SNTE-Panal obtengan beneficios electorales, confirman que no les preocupan la iniquidad y el atraso que se padecen en el sistema educativo nacional.

Que los movilizados sean maestros o directores pagados con doble plaza y comisionados para actividades que nada tienen que ver con la educación, poco importa. Y es esto lo que se ve todos los días en los procesos electorales de Guerrero, de Baja California Sur, y así será en los que vienen en cinco entidades, sobre todo en el Estado de México y aun para el interinato en el Gobierno del Distrito Federal. Da pena ajena, verdaderamente.

El caso del Distrito Federal es aberrante. Con todo y que los representantes democráticos de la Sección IX del SNTE ganaron a ley las pasadas elecciones sindicales para integrar su Comité Ejecutivo, se sigue dando manga ancha y promoción al comité espurio, ahora desconocido por la misma Secretaría del Trabajo. Pero ninguna autoridad le hace frente. Este grupo de “charros” sindicales opera bajo el cobijo del Panal en todas las escuelas de la ciudad, y tiene cobijo y auspicio en la Administración de Servicios Educativos del Distrito Federal, y ahora hasta en la misma Secretaría del Educación del Gobierno del DF. Doble pena ajena.

En el reciente Informe de la UNESCO sobre la Ciencia en el mundo (UNESCO, Science Report, 2010) se puede encontrar otro ejemplo dramático del trastocamiento de la realidad que se padece en México. Mientras en muchos países (no sólo en los que se denominan desarrollados, sino también en algunos de África, Asia o América Latina) la ciencia tiene un alto nivel de interés público, hay avances insólitos en donde se pensaba que nunca serían alcanzados tales niveles de competitividad científica, y en donde los indicadores dan cuenta de que hay prioridades distintas. En contraste, los datos referentes a México revelan el actual estado de enajenación política y gubernamental y evidencian la poca trascendencia que, durante décadas, han mantenido las políticas públicas en materia de investigación científica.

De acuerdo con el Informe de la UNESCO, en los últimos cinco años países como China, Brasil, India, Corea del Sur, Sudáfrica, Vietnam, Singapur y algunas naciones de la ex Unión Soviética han despegado de forma sorprendente en materia de ciencia y tecnología, pero México mantiene su estancamiento y no destaca ni para bien ni para mal en el panorama mundial como actor significativo.

En esos países se están alcanzando notables tasas de crecimiento en el número de investigadores, en la creación de universidades de clase mundial, en la difusión ampliada de bases tecnológicas –de banda ancha, telefonía celular e internet–, en el mejoramiento continuo de la organización de la investigación, en el crecimiento de empresas de investigación y desarrollo, en el incremento de la inversión pública y privada en conocimientos y en educación superior, así como en el aumento de graduados con estudios en nuevas áreas del conocimiento. Esto, al punto de que están sobrepasando indicadores de las otrora potencias de la ciencia y la tecnología. Se trata de las nuevas economías emergentes. México no sobresale en ninguna de las anteriores variables.

Pero sí destaca en corrupción y en manipulación electoral, en el abandono de los niños y jóvenes, en el incumplimiento del derecho a la educación universal, en programas que etiquetados como educativos sólo sirven para buscar la imagen favorable de algún candidato, y en la desidia y desinterés con la que se actúa cuando llega el momento de decidir sobre una política de Estado a favor de la educación superior y la ciencia. Siempre se da preferencia a lo inmediato. Lo importante es para después, y así llevamos años y años...

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