Oaxaca: alianzas insolubles

Guillermo Chao Ebergenyi

Tiene razón López Obrador, alianzas como la de Oaxaca, única que él ha admitido, promovido y bendecido, duran menos que un pedo en una hamaca.

La emulsión política de la izquierda oaxaqueña con la derecha, fue vencedora en las urnas, pero resultó derrotada ante la ley química que señala que dos líquidos de diferente densidad son inestables y tenderán a separarse cuando el elemento que las emulsiona suspende sus funciones.

El emulsionador oaxaqueño era el reparto del poder entre los aliados, y como a Gabino Cué se le hizo bolas el engrudo, los profesores de la Sección 22 y los appistas no esperaron más y rompieron la alianza porque no les cumplieron con las cuotas de poder pactada con el nuevo mago Merlín del valle de Oaxaca.

Alianzas de esta naturaleza hacen recordar el tratado de no agresión entre la Alemania Nazi y la URSS, del 23 de agosto de 1939, también conocido como Pacto Mólotov-Ribbentrop, con el que Hitler y Stalin se juraron amor eterno y prometieron la paz. El pacto duró menos de dos años, y terminó cuando Hitler lanzó la Operación Barbarroja e invadió a los soviéticos.

Es decir, hay alianzas que funcionan porque sus partes son solubles; pero hay otras que no lo logran porque los elementos que la componen son insolubles, o sea que no disuelven sus diferencias con la misma facilidad con que lo hace una cucharada de Nescafé en agua caliente.

Ese tipo de alianzas, tan volátiles y forzadas, son como bañar burros: pierde uno el jabón y el tiempo…porque lo primero que hace un burro recién bañado es revolcarse en el lodo, y si no me creen, inténtenlo.

En esto de bañar burros los gobiernos oaxaqueños tienen sobrada experiencia que deriva de tiempos del PRI y ahora pasó a tiempos del PAN-PRD, porque lo que los profesores de la 22 y la APPO quieren es lo que siempre han querido: no una cuota de poder que les conceda Gabino, sino el poder mismo.

Enterado de ello, el gobernador Cué tuvo que cruzar el pantanoso terreno de ofrecer disculpas sin mancharse el plumaje, pero se embarró en serio. Primero porque lo que se advierte en los videos del día de los hechos, es que fueron los profes y los appistas quienes iniciaron las agresiones, y no la policía oaxaqueña, pues es mundialmente sabido que la policía destacada en Oaxaca está para cuidar el orden, no el desorden.

Si los gendarmes de Oaxaca fueran todo lo fiero que los manifestantes dicen, ni profes ni appistas tendrían el arrojo de tomar las calles. De manera que el gobernador Cué tuvo que disculparse por algo que él no inició, pero como la alianza que lo llevó al poder es tan volátil, pues no quedaba más que tragar sapos, aguantarse la vergüenza para mantener el equilibrio con sus aliados, y ofrecer disculpas. Acto que pudiera parecer noble y enaltecedor, pero políticamente muy riesgoso, pues como profes y appistas ya le tomaron la medida, a ver qué hace cuando éstos salgan a la calles y, por quítame estas pajas, le exijan la renuncia.
Lidiar con alianzas, después de todo, no es tarea de políticos. Es tarea de estadistas. Sólo un estadista tiene capacidad para emulsionar lo que la naturaleza separó.

Sólo un estadista mezcla agua con aceite sin mojarse ni engrasarse.

Sólo un estadista sabe dar el punto al engrudo sin que se le haga bolas.

Algunos creen que en Oaxaca, Sinaloa y Puebla hay estadistas. Ojalá los haya, porque de no haberlos pronto los veremos ofreciendo disculpas, sobre todo cuando la cobija del poder no alcance para tapar a todos los que se aliaron.

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