Lozano anda como loquito y profeta fallido

Álvaro Cepeda Neri

Javier Lozano Alarcón no aparece en el diccionario Los panistas, quienes son, dónde están, qué representan (en ediciones de La Jornada.-2003) de la reportera Mireya Cuéllar. Porque el poblano era priísta que, cuando vio que el priísmo hacía agua en las elecciones del 2000, de inmediato renegó de su pasado y se fue al PAN. Había conocido a Calderón y a su esposa en la Libre de Derecho, cuando estudiaban derecho natural, así se sumó al foxismo, después al calderonismo y lo ascendieron a titular de la secretaría del Trabajo que fue, también, de Previsión Social. Lozano mutiló el nombre de la dependencia para convertirla en perseguidora de sindicatos y verdugo de los trabajadores, para favorecer a los patrones.

Se ha caracterizado por su feroz antisindicalismo y por manipular a la Junta Federal, antes de Conciliación y Arbitraje, para parar en seco las notificaciones de huelgas o destripar las declaradas. No de ahora es que los trabajadores padecen los abusos gubernamentales, que vienen cuando menos del díazordacismo-lópezmateista a la fecha. Sólo que hoy por hoy, en la coyuntura del cuatrienio panista, ese Lozano Alarcón parece loquito con su garrote antilaboral por lo que hace a los obreros.

El proyecto de contrarreformas, en la iniciativa de Calderón ante el Congreso General, para echar abajo la actual Ley del Trabajo, reglamentaria del Art. 123 constitucional, trata de borrar de un plumazo las conquistas de los trabajadores e imponer un régimen laboral sin ninguna prestación, salvo miserables salarios, horarios como convengan a los patrones y contrataciones por medio de terceros para eludir el menor compromiso. Y finalmente que la mano de obra en todas las actividades deje a un lado los contratos colectivos, para darle el tiro de gracia al menguante sindicalismo… se quiere un régimen laboral Made in China: explotación de la creciente demanda de empleo, abaratarla aún más y que el capitalismo salvaje aplique, hasta sus últimas consecuencias, la “ley de la oferta y la demanda” en el contexto del más absoluto libre mercado.

El ex priísta Lozano, del sector más vil de entonces, converso al panismo-calderonista, en una entrevista con Andrés Becerril (Excélsior: 17/I/11), enloquecido y con delirios de su pequeñez de miras, aseguró que el “proyecto del PAN es para 40 años”; que permanecerán en el búnker de Los Pinos hasta el 2030… “y allá vamos”, agregó retador. No son ni sueños ni ensueños los de ese malísimo profesor de la Libre de Derecho (me cuentan sus alumnos), quien llega a esa escuela en carros deportivos, con 20 guardaespaldas (el miedo no anda en burro) y vestido como dandy, con la mirada, a través de sus espejuelos con aros de oro, del clásico autoritario. Van –dice– por 30 años más. Es la pesadilla de quien ya enloqueció, al apagársele las neuronas y analizar todo con su odio obrero y espasmos biliosos. Ignora que no será ni siquiera precandidato presidencial, que es su ambición esquizofrénica. Y que ha de empacar porque los panistas van de regreso a la oposición, de donde nunca debieron salir.

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