González Márquez, el Peña Nieto del PAN

Álvaro Cepeda Neri

Como se da ya por concluido el sexenio de Calderón (aunque en estos diez años parece como si los mexicanos tuviéramos un siglo con la derecha panista), andan sueltos los suspirantes de ese partido venido a menos por las dos frustradas alternancias. Uno de ellos es el desgobernador de Jalisco: Emilio González Márquez (crédulo que es como militante del clero político a la sombra del catolicismo, en cuyo nombre se comporta machista contra las demandas y conquistas de las mujeres; los panistas son misóginos). Se le ocurrió, con tufo etílico (es fama pública su adicción a la bebida, tal y como la del inquilino de Los Pinos), autopostularse precandidato del PAN a candidato presidencial.

Real y políticamente, este jalisquillo (de donde es originario Victoriano Huerta, nada menos la figura que preside al calderonismo) es representante de El Yunque, brazo fundamentalista de los ultras derechistas de Acción Nacional y de los grupos más radicales de esa ideología que busca acabar con la tolerancia política, religiosa y, regresar a las mujeres al viejo autoritarismo patriarcal. Tuvo en jaque mate a la Universidad de Guadalajara, al negarle el subsidio (como en Sonora lo hace el panista Padrés Elías contra el Tecnológico, con su matriz en Cajeme), y ya se apuntó entre los diez precandidatos del PAN, recurriendo al método mediático de Peña Nieto. Financiando una campaña en radio, televisión y prensa escrita, con dinero público, igual que el mexiquense.

Su lema es el demagógico: “En Jalisco, gobernar es ayudar”. ¿Ayudar…? Un funcionario público electo tiene obligaciones, y no es una beneficencia su función. Peña Nieto, Ebrard y González Márquez han tenido pésimo desempeño en la administración de sus respectivas entidades. Su corrupción es como para ser presuntos responsables de multimillonarias desviaciones de los ingresos, que son dinero del pueblo. Se ha dicho que los panistas, con todo y sus golpes de pecho (en los confesionarios les perdonan todos sus pecados, con los que disfrazan sus delitos), no dejan de ser convictos y confesos enemigos del republicanismo laico y de las democracias: la directa (como recién en Egipto, Túnez, Yemen, etc.), e indirecta o sea representativa.

Este clon de Peña Nieto se quiere hacer famoso, acreditando como ayuda, algunos cumplimientos de su función que son obligaciones y por ningún motivo son para presumir. Empero, supone que la vía peñanietista es el medio para que los electores lo tomen en cuenta si es que Calderón decide postularlo como candidato presidencial del PAN, aunque parece que éste, con su perversidad para imponer candidato y sucesor, no lo tiene entre sus favoritos que son (aunque usted no lo crea) en primer lugar… ¡Genaro García Luna; después, dicen, Ernesto Cordero, el mediocre secretario de Hacienda; el terrorista Lozano Alarcón, enemigo número uno de los trabajadores… ¡a su esposa Margarita, con el síndrome de Fox! Y párele usted, lector, de contar. Creel anda por la libre y Josefina, la del pastel con 50 velitas a cuyo cumpleaños dio una suerte de autodestape, anda fantaseando.

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