Álvaro Cepeda Neri
Nuestro país alberga a cientos, tal vez miles de centros de inteligencia para el espionaje, empezando por la CIA y el FBI, que extraen información al servicio de los gobiernos de Washington. Le siguen, Made in México: la Secretaría de Gobernación, con el CISEN. La Secretaría de la Defensa. Marina. Y la Secretaría de Hacienda (dice que sólo para el lavado de dinero, pero de paso, para espiar a los políticos, sobre todo de la oposición). También espía la PGR. Todos intervienen las líneas telefónicas, incluyendo celulares y el Internet. Espían a los empresarios. Y varias empresas de telefonía tienen sus oficinas clandestinas para espiar a sus enemigos, competidores y de paso, a los ciudadanos.
Aparte de la llevada y traída cédula que, por sus calzones, está llevando a cabo Gobernación con el señor Blake, nos tienen capturados con todos nuestros datos: el IFE, los departamentos de licencias para conducir, tarjetas de circulación (más ahora que al señor Ebrard, el de la cachonda fotografía con el victorioso Aguirre de Guerrero: Reforma: 31/I/11, se le ocurrió que los automovilistas particulares, renovaran ese documento… ¡con chip cobrando entre 200 y 300 pesos!), y cualquier trámite que realicemos. Las embajadas a través de los pasaportes. En actas de nacimiento, matrimonio… ¡y hasta de defunción! En los contratos de energía eléctrica, gas, agua y predial. Y por si fuera poco, en las declaraciones fiscales mensuales y anuales
Por todas partes los gobiernos municipales, estatales, defeño y federal nos tienen fichados (aparte de si hemos sido llevados a causa del alcoholímetro, levanta información). Y de paso, pues, nos están constantemente espiando en conversaciones en los restaurantes, donde siempre hay orejas de las policías, procuradurías y de la policía política. En las encuestas del INEGI nos tienen más que espiados. Los comerciantes se han robado o comprado bases de datos, por medio de los cuales nos bombardean en nuestros domicilios; los bancos tienen información confidencial. Hemos sabido que se venden los discos con esa información personal. Calderón sabe lo que quiere, Slim, Azcárraga. Los desgobernadores. Y así sucesivamente, de manera tal que los mexicanos estamos en sus manos a través de esos espionajes. Y por medio de las encuestas.
Nos hicieron dar el número de los celulares y los delincuentes tienen esa información y hablan a deshoras a las casas para chantajear. Los partidos políticos nos molestan con sus tentaciones electoreras. Aquello de que en Rusia, con y sin la teoría de la novela de Eric Balir, mejor conocido como George Orwell (1903-1950), titulada: 1984, se sirvió del espionaje del Hermano Mayor, es nada comparado con el actual espionaje en todo el mundo, y del que existe en nuestro país, usado por empresarios y políticos para establecer un control que usan cuando les conviene. Somos rehenes en el nuevo totalitarismo. El espionaje está a la orden del día y de la noche, ya que somos espiados con fines de perversidad empresarial y política.
Nuestro país alberga a cientos, tal vez miles de centros de inteligencia para el espionaje, empezando por la CIA y el FBI, que extraen información al servicio de los gobiernos de Washington. Le siguen, Made in México: la Secretaría de Gobernación, con el CISEN. La Secretaría de la Defensa. Marina. Y la Secretaría de Hacienda (dice que sólo para el lavado de dinero, pero de paso, para espiar a los políticos, sobre todo de la oposición). También espía la PGR. Todos intervienen las líneas telefónicas, incluyendo celulares y el Internet. Espían a los empresarios. Y varias empresas de telefonía tienen sus oficinas clandestinas para espiar a sus enemigos, competidores y de paso, a los ciudadanos.
Aparte de la llevada y traída cédula que, por sus calzones, está llevando a cabo Gobernación con el señor Blake, nos tienen capturados con todos nuestros datos: el IFE, los departamentos de licencias para conducir, tarjetas de circulación (más ahora que al señor Ebrard, el de la cachonda fotografía con el victorioso Aguirre de Guerrero: Reforma: 31/I/11, se le ocurrió que los automovilistas particulares, renovaran ese documento… ¡con chip cobrando entre 200 y 300 pesos!), y cualquier trámite que realicemos. Las embajadas a través de los pasaportes. En actas de nacimiento, matrimonio… ¡y hasta de defunción! En los contratos de energía eléctrica, gas, agua y predial. Y por si fuera poco, en las declaraciones fiscales mensuales y anuales
Por todas partes los gobiernos municipales, estatales, defeño y federal nos tienen fichados (aparte de si hemos sido llevados a causa del alcoholímetro, levanta información). Y de paso, pues, nos están constantemente espiando en conversaciones en los restaurantes, donde siempre hay orejas de las policías, procuradurías y de la policía política. En las encuestas del INEGI nos tienen más que espiados. Los comerciantes se han robado o comprado bases de datos, por medio de los cuales nos bombardean en nuestros domicilios; los bancos tienen información confidencial. Hemos sabido que se venden los discos con esa información personal. Calderón sabe lo que quiere, Slim, Azcárraga. Los desgobernadores. Y así sucesivamente, de manera tal que los mexicanos estamos en sus manos a través de esos espionajes. Y por medio de las encuestas.
Nos hicieron dar el número de los celulares y los delincuentes tienen esa información y hablan a deshoras a las casas para chantajear. Los partidos políticos nos molestan con sus tentaciones electoreras. Aquello de que en Rusia, con y sin la teoría de la novela de Eric Balir, mejor conocido como George Orwell (1903-1950), titulada: 1984, se sirvió del espionaje del Hermano Mayor, es nada comparado con el actual espionaje en todo el mundo, y del que existe en nuestro país, usado por empresarios y políticos para establecer un control que usan cuando les conviene. Somos rehenes en el nuevo totalitarismo. El espionaje está a la orden del día y de la noche, ya que somos espiados con fines de perversidad empresarial y política.
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